LA MATANZA DE JEBRÓN

En 1929, la judería de la ciudad santa de Jebrón fue víctima de una masacre que para muchos fue un punto de inflexión.


En 1929, Eretz Israel estaba ocupado por los ingleses, los cuales, desde el final de la Primera Guerra Mundial, al disolver el Imperio Otomano, habían instaurado el Mandato Británico por orden de la Sociedad de Naciones. Aunque en realidad el Reino Unido regía la zona desde 1917, oficialmente el Mandato Británico era oficial desde el mes de junio de 1922. En septiembre de ese mismo año, dividieron el territorio y crearon Transjordania, lo que hoy llamamos Jordania. Siria y Líbano quedó bajo el Mandato Francés. Los británicos se quedaron con Eretz Israel para tener una salida al Mar Rojo y poder llegar a la India sin circunvalar Africa.

Al principio, los judíos de Eretz Israel estaban contentos con el fin del Imperio Otomano -que había dejado la zona en un gran abandono- y aplaudían la llegada de los británicos, pensando que traerían el desarrollo occidental del S XX. No sospechaban que las políticas de su graciosa majestad iban por otro lado. Tras la llamada Gran Guerra -la primea mundial- en la década de los años ´20, más de cien mil judíos habían decidido mudarse a Eretz Israel (vía la Histadrut) Huir de la inestable Europa y de Irak o de Siria, la post-otomanas, y abrazar el sionismo. A la población musulmana esto no les gustaba, aunque muchos no tuvieron problemas en vender solares a los judíos. A los mandatarios ingleses tampoco les gustaba tanto judío junto. Y entonces, por ley, limitaron la llegada de personas que profesaban la religión hebrea. Fue entonces cuando comenzó la Aliá Bet, la migración «ilegal». Las tensiones -creadas por los ingleses- cada día subían un grado.

La ciudad santa de Jebrón, a 30 kms. al sur de Jerusalén, tenía una gran población judía desde siempre, pero sobre todo desde la llegada de Napoleón a Palestina, cuando la comunidad judía de Gaza -con la puerta de la sinagoga mayor a hombros- se refugió en el interior, en Jebrón, junto a la Cueva de Majpelá, o Tumba de los Patriarcas Hebreos (excepto la matriarca Rajel). Jebrón, donde el Rey David fue ungido y que por eso fue capital de los israelitas durante un tiempo, en el S XIX era judería más desarrollada y salubre que Jerusalén, azotada por pandemias y hacinamientos.

La comunidad sefardí llevaba asentada en Jebrón 800 años (Benjamín de Tudela ya habla de los jebronitas en el S XII) A principios de siglo XX, la población musulmana del lugar -conocida por una gran afición a no querer al judío, a diferencia de otros lugares- insultaba ocasionalmente a los judíos, llegando a veces a las manos o discutiendo por la Majpelá. Pero nada más. Sin embargo, con la llegada de los británicos, los musulmanes creían que los judíos eran aliados del inglés; y el inglés, al haber abierto el Canal de Suez en Egipto para llegar al Indico cómodamente, había acabado con las grandes y tradicionales rutas caravaneras, agraviando el comercio musulmán y hundiendo artesanías clásicas, como el vidrio azul jebronita. El nacionalismo árabe crecía y en los años ´30 ya será generador de lo que se llama la Gran Revuelta Arabe de 1936.

Sinagoga sefardí de Abraham Avibu, del S XVI, profanada, destruida y expoliada entonces. Fue convertida en un cobertizo para cabras. 

En 1927 hubo en el Mandato un terremoto con muchas víctimas mortales. Se descubrió que algunas mezquitas antiguas en la Explanada del Templo (Har Ha´Bait) habían reutilizado vigas de madera del antiguo Templo de Jerusalén. Al año siguiente, Amín El Husayni, mufti de Jerusalén, la máxima autoridad religiosa de los palestinos musulmanes -también los hay cristianos- solicitó a los mandatarios británicos el control del Kotel (El Muro Occidental del Segundo Templo -de los hebreos) El mufti , años después, acabó entrevistándose con un aliado europeo: Hitler. El 14 de agosto de 1929, en Tel Aviv,  se manifestaron más de seis mil judíos que reivindicaban el control judío del Kotel con el lema: «El muro es nuestro«. Esa misma noche, la entonces ingente cantidad de  tres mil fieles judíos  se reunieron junto al  Muro para rezar hacinados, pues la explanada actual no se construyó sino hasta la reunificación de 1967. Pocos días después, los británicos hicieron correr el rumor de que los judíos de Jerusalén habían prendido fuego a la mezquita de El Aksa. La calumnia enervó la furia de los jebronitas musulmanes.

Arif Alarafi, el musulmán que era, además de jefe del distrito de Beer Sheba, amigo de Husayni, ya había incitado a la violencia en alguna ocasión, pero nunca como con el discurso que dio en Jebrón aquel jueves 22 de agosto de 1929, antes de que empezara su sagrado viernes. Decía, entre otras cosas, esgrimiendo una foto de un incendio que podía ser de cualquier sitio, que los judíos habían incendiado las mezquitas y matado árabes, además de que querían construir una gran sinagoga junto al Muro. En Jerusalén el falso rumor difundido era que los judíos preparaban un ataque contra El Aksa, por lo que el viernes 23 una banda de musulmanes cargó contra los judíos de la Ciudad Vieja.

Ese mismo día 23 el r Meir Jadash recibió noticias de un ataque contra los judíos de Jebrón.

El día 28 de agosto, el Gran Mufti -el lider religioso Husayni- incitó a los árabes, en público,  a matar a los judíos. Una vez terminada la oración del viernes, los feligreses de esa religión comenzaron la matanza de judíos. Una terrible Kabalat Shabat. 67 judíos fueron asesinados -algunos de ellos en las sinagogas, para el rezo de Arvit de Shabat. Entraron al asalto en casas judías, violaron mujeres, robaron todo lo que quisieron, mataron a todo lo que se ponía por delante, heridos por todas partes. Los que sobrevivieron tuvieron que huir de la ciudad, por lo que el evento histórico fue calificado por la comunidad internacional como una limpieza étnica. Además, hubo masacres en otras partes: en Tsfat, La Galilea,  los judíos sufrieron también una masacre, con alrededor de veinte asesinatos -mujeres, niños y ancianos. La masacre se extendió a lo largo del día siguiente, hasta que la autoridad mandataria británica logró controlarla.

Un testimonio de esta matanza es el del rabino Eliezer Dan Slonim, hijo del rabino mayor de Jebrón, Yaakov Yosef. Eliezer era director de un banco y presidente de la comunidad judía del lugar. La Haganá, la organización de defensa de los intereses judíos -para los británicos, terroristas- había acudido a Jebrón para defender un posible ataque contra los judíos, pero Eliezer les dijo que no habría tal ataque. De pronto, entraron en casa de Eliezer dos policías y se los llevaron a comisaría. Los devolvieron a Jerusalén. Al día siguiente, comenzó el ataque. 4o personas se refugiaron en casa de Eliezer, creyendo que sería el sitio más seguro. Los árabes propusieron un trato a Eliezer: si entregaba a los estudiantes askenazíes de la yeshivá, se comprometían a no tocar ni a un solo sefardí. Eliezer dijo que ni hablar. En ese mismo momento fue asesinado. Seguidamente asesinaron a su esposa y a su hijo, de tan solo cuatro años de edad. 12 judíos sefardíes y 55 judíos ashkenazíes fueron asesinados. En total, 135 judíos.

Para muchos investigadores de la Historia del Próximo Oriente y de Eretz Israel en particular, estos deleznables hechos son origen -punto de inflexión político- del llamado conflicto árabe-israelí.