LA SEPTUAGINTA , ESE PROBLEMA

 Breve introducción a la historia del manuscrito griego en que tradujeron  La Torá, que servirá de modelo a todas las versiones de La Biblia que se hicieron en Occidente hasta que hubo traducciones desde el hebreo.


El judaísmo es, por decirlo de una manera visual, como una escalera de caracol: puedes elevarte,  puedes profundizar, pero siempre estarás girando sobre un mismo eje: La Torá. Y es precepto dado que el judío debe estudiar la Torá durante toda su vida. Para estudiar, lo primero que uno ha de hacer es leer. ¿Qué estudiamos si nos enfrentamos a un texto que no es el texto apto –kasher- que está corrupto por una mala traducción? Pues eso es lo que ocurre con quien por desconocimiento del hebreo tiene que leer La Torá en Biblias cristianas, todas ellas derivadas de la nefasta traducción que se dio en llamar la Septuaginta, la de los 70 o la LXX.

En la Antigüedad, las polis de lengua griega y religión olímpica eran la cima del saber y la literatura (aunque el saber lo habían sacado de lo egipcio y el alfabeto lo habían recibido, con los fenicios, de lo semítico) Eran tan grandes que sólo hablaron de ellos mismos o de los problemas que tenían con otros pueblos –los bárbaros, los persas, etc.  Pero no hablaron de los hebreos (a pesar de que el mundo hebreo vivió bajo el dominio post-alejandrino del Imperio Seléucida)

Alejandría, en la costa egipcia del Mediterráneo, quiso erigirse como estandarte general de la sabiduría. Y creó la famosísima Biblioteca de Alejandría, un depósito de al menos una copia de cuanta obra intelectual hubiera entonces en el mundo conocido. La primera mención que hace la Historia sobre este lugar se la debemos a un historiador  judío, Flavio Josefo de apodo romano, Yosef ben Matitiahu en origen hebreo. Este judío romanizado por Vespasiano, en el S I d.e.c. trataba de indagar ente los escritos en griego sobre la figura del judío y apenas encontró un chistecillo  punzante del poeta Alceo y poco más. Pero estaba, sin embargo, un texto, en forma de carta, que hoy conocemos como La carta de Aristeas, dirigida a un tal Filócrates, y escrita en el S II a.e.c. no por Aristeas, sino por un cortesano de Ptolomeo II Filadelfo.

La Carta de Aristeas –que otro judío posterior, el valenciano  Luis Vives, dice que es falsa- cuenta el proceso por el cual entró en la Biblioteca de Alejandría La Torá, traducida al griego.

Demetrio de Falero –ateniese y peripatético-  en tanto que bibliotecario jefe de Alejandría, pidió al etnarca egipcio Ptolomeo II permiso para traducir la sabiduría de los hebreos. Y el rey no sólo concede el permiso editorial sino que además libera a todos los esclavos judíos de su reino,

[37] hemos liberado a más de cien mil prisioneros de guerra, pagando a sus dueños el justo precio en dinero; y si algún entuerto se había cometido, por culpa de los ímpetus del populacho, reparándolo;(18) convencidos de actuar de un modo piadoso y de hacer algo grato al supremo Dios, que ha preservado nuestra soberanía en paz y con gran gloria por todo el orbe. A los que gozan de la flor de la edad los hemos situado en el ejército; a los merecedores de estar junto a nosotros, como dignos de confianza en la Corte, los hemos puesto a la cabeza de determinadas misiones.

Ptolomeo envió una carta con  regalos diplomáticos al Templo de  Jerusalén: veinte copas de oro, treinta de plata,  cinco crateras, la Mesa de la presentación y los cien talentos de plata para la ofrenda de sacrificios y demás menesteres del Templo.  El Sumo Sacerdote, que entonces era Eleazar,  aceptó la propuesta ;  elige a seis sabios de cada tribu, es decir a 72 jajamím, para que partan hacia Alejandría. Allí, durante siete días, son interrogados y luego, durante 72 días, los  72 sabios se disponen a traducir al griego La Torá. Puesto que el volumen es grande, lo dividen en cinco rollos que depositan en cinco estuches cilíndricos; por eso en griego llamarán a La Torá, el Pentateuco: los cinco rollos.

Cuando los judíos de Alejandría oyen que la ley hebrea se ha traducido al griego, piden copias y dictan una maldición contra cualquiera que cambie la traducción.

Después de leídos los rollos, en pie los sacerdotes y los Ancianos de los Traductores y los rectores del común proclamaron: «Puesto que ha sido traducida hermosamente y con piedad, y con exactitud plena, bien está que permanezca como ella es y que no se produzca la menor alteración». [311] Todos aclamaron tales dichos (34) y les exhortaron a lanzar una maldición, según es usanza entre ellos, contra cualquiera que alterase, añadiendo, modificando o suprimiendo, el tenor de lo escrito; bien obraron, a fin de que fuera preservado incólume perpetuamente.(35)

 

Y pasa a mostrar algunos ejemplos del alcance de la maldición.

Y le dijo haber oído contar a Teopompo (35) que cuando estaba a punto de insertar en sus Historias ciertos pasajes traducidos de la Ley de un modo asaz imprudente, sufrió una perturbación de la mente durante más de treinta días; en una tregua imploró a Dios que le revelara cuál era la causa de su infortunio. [315] Habiéndosele manifestado en sueños que el haber querido insensatamente comunicar las cosas divinas a los profanos, renunció a ello y recobró la salud. [316] «Y del propio Teodecto, el poeta trágico,(36) he escuchado yo mismo que, en el punto de introducir algo de la Biblia (37) en un drama suyo, sus ojos sufrieron un glaucoma; como sospechase que por esta razón le sobrevino la desgracia, invocando a Dios se curó, al cabo de muchos días».

Sin embargo, algo ocurrió después – y que Aristeas no cuenta porque quizás no lo vivió. El Pentateuco griego, si lo compramos con LaTorá hebrea, presenta traducciones inventadas –la manzana de Adán, pro ejemplo- incluso pasajes manipulados y suponemos que, por error de copistas varios y paulatinos, errores de interpretación. Es decir, parece ser que se desafió a lo grande la maldición si no se conservaba intacta de corrupciones lingüísticas. O como sostiene Luis Vives, la carta es falsa y está destinada a propagar con mentiras la supremacía de la versión griega frente a la hebrea.

La  Septuaginta incluye algunos además, libros  que no son incluidos en el Tanaj.  Estos textos reciben varias nomenclaturas: las iglesias cristianas ortodoxas los llaman “anagignoscomenos”, y la Iglesia católica los llama “deuterocanónicos”. La mayoría de las iglesias protestantes actuales, sin embargo, los consideran apócrifos. 

Ejemplos de Variantes aditivas, substractivas y/o substitutivas mayores consistentes al Libro de Ester —comúnmente agrupadas bajo el nombre conjunto de “Resto de Ester”

El Resto del Epílogo al Libro de Job

Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos de David

El Introito del Libro de las Lamentaciones

y un largo etcétera.

El nueve de noviembre del año 48 a.e.c. la Biblioteca de Alejandría fue destruida por el fuego derivado del acoso de las tropas egipcias contra Julio César.

Aprendan hebreo y lean la Torá en hebreo.