Sobre el poblamiento hebreo en Inquitos y otras localidades de Loreto, Perú.
Entre el último cuarto de siglo XIX y la primera década del S. XX, la industria del «jebe» (caucho) no sólo se desarrolló con gran éxito en Brasil, sino que también lo hizo en el Perú amazónico tras una importante inversión gubernamental con los barcos de vapor que remontaban las principales vías fluviales de la región. Principalmente en el departamento de Loreto y más concretamente en la ciudad de Iquitos. Llegaron gentes de muchas partes del mundo. Ganaban tanto dinero como gastaban.
En el caso de los judíos, no llegaron para el duro trabajo de la extracción del jebe sino para gestionar su comercio. La mayoría de estos judíos provenían de Marruecos, en especial de Tánger. De los primeros que se tiene constancia son los hermanos Pinto -Moisés, Abraham y Jaime- , llegados en 1885 tras las conexiones que Manaos mantenía con los judíos tangerinos; sólo se quedaron cinco años en el lugar.
El comercio consistía en navegar por los ríos a bordo de unas embarcaciones llamadas «batelones» y cambiar productos por jebe. Cada expedición de estas llevaba meses y no pocas penurias, durmiendo a bordo, a expensas de los mosquitos y las enfermedades de los calores tropicales, las inundaciones, el atraco. Pero poco a poco se fueron estableciendo no sólo en Iquitos, sino también en lugares como Caballacocha, Santa Isabel, Yurimaguas y Contamana. Algunas familias, como los Kahana o los Israel, bregaron contra todos los elementos y consiguieron amasar grandes fortunas, pero no fue así de forma general. Estamos hablando de unos 150 hombres judíos en 1890, todos ellos -en mayor o menor medida- origen del desarrollo económico de la región de Loreto. De ese centenar y medio, 98 eran judíos marroquíes y en su mayoría, tangerinos. Uno de los Israel llegó incluso a ser alcalde de Iquitos, o como Lázaro y Meir Cohen, que lo fueron en Pucallpa, mientras que Shalom Benamut lo fue en Yurimaguas.
Había también un segundo grupo de judíos que llegó desde Francia, unos 23, que portan nombres netamente askenazíes: Bloch, Shuler, Weill, de los judíos alsacianos que no quisieron seguir siendo alemanes cuando la guerra franco-prusiana de 1870.
El tercer grupo -17 judíos- era de habla inglesa, de los cuales 8 eran sefardíes: Cohen, Abensur, Hachuel -que antes de radicarse en la Gran Bretaña lo habían hecho en Marruecos. Incluso había uno de Gibraltar y otro de Malta.
Dado el fuerte sentimiento de fraternidad familiar típico del mundo judío, bajo la presidencia de Victor Israel, decidieron, en 1906, crear la Sociedad de Beneficiencia Israelita de Iquitos, que, aunque unos años desaparecida, fue re-fundada y todavía sigue funcionando. Esta sociedad se dedicaba a asistir a judíos arruinados que no tenían ni para pagarse el entierro o para ser repatriados. Victor Israel presidió la amutá hasta 1927 y le sucedió en el cargo Alberto Toledano, a quien secundaron Moisés Benzaquén y José Tapiero. En la «Sociedad», además, se celebraban las fiestas -Rosh Ha´Shaná, Kipur, Pésaj, etc.- reuniendo a prácticamente todos los judíos que andaban dispersos por pequeñas aldeas de la selva. Eran tan alegres -rasgo sefardí inequívoco- como piadosos, pese a que tenían que hacer los rezos sin tener un Sefer Torá.
El cementerio hebreo se consagró como tal en 1895. Era una esquina en del cementerio general de Iquitos, con el solar cercado por un muro y una verja de hierro. Lo mantenían en estado impecable y hasta había lápidas con inscripciones en hebreo. Moisés Nahón fue enterrado a los 18 años, víctima de «fiebre perniciosa». Rubén Benjil a los 21. Las condiciones de la vida diaria en el lugar no eran precisamente propicias para tener una alta esperanza de vida. También mujeres, como Mercedes Kahán, que consta en acta de defunción como fallecida a los 22 años por neurosis. Elisa Bendayán falleció a los 34 por inanición -que era como llamaban entonces a la anorexia. A Fortunata Levi se la llevó a los 25 años el paludismo, enfermedad que entonces hacía estragos. Algunos no fueron enterrados por el rito hebreo por haber fallecido lejos de Iquitos, o que murieron ahogados en el río, como Eduardo Kahan, o Isidro Levy, que fue asesinado.
Entre 1912 y 1950, comenzó la decadencia de la hebea, cayó el precio del caucho y se calcula que un 60% de aquellos judíos o bien regresaron a sus patrias chicas o bien se mudaron al Brasil. Pero otros estaban ya arraigados a la tierra y no querían dejar de estar en Loreto, pensando que pronto cambiarían las cosas y volverían los buenos tiempos. Salvo eventuales momentos de repunte efímero, no fue así. En 1948 sólo quedaban allí 16 judíos, de los cuales 11 vivían en Iquitos, 3 en Yurimaguas, 2 en Pucallpa, 1 en Contamana.
Por supuesto, quedó descendencia, pero que fue prácticamente asimilada por el catolicismo, aunque algunos se mudaron a Lima y allí recuperaron el judaísmo. En casos como el del doctor Raúl Edery, incluso decidieron marcharse a Israel.
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Bibliografía básica:
Alfredo Rosenweig, «Judíos de la Amazonia»