Historia del trato dispensado por los Caballeros de la Orden del Hospital a los judíos sefardíes.
En 1084, en Jerusalén, unos italianos de Amalfi, en el Reino de Nápoles, decidieron fundar junto a la iglesia del Santo Sepulcro, un hospital para atender a los peregrinos cristianos que llegaban a la ciudad. Luego, en 1099, cuando los cruzados conquistan la Ciudad Santa, Gerard de Saint Genis convierte a sus miembros en un cuerpo militar de signo cristiano (advocado al Bautista) : la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. Su enemigo: el Islam. Pero con Saladino no pudieron y en 1291 perdieron su último reducto: San Juan de Acre, esto es, el puerto de Ako. La orden se refugió en Chipre y desde allí emprendieron la conquista de la isla de Rodas, que tomaron en 1310 alos turcos selyucíes.
En Rodas no les fue mal, pues cuando la Orden de los Caballeros del Temple fue disuelta, gran parte de las riquezas de los templarios pasaron a los hospitalarios. Uno de sus más famosos maestres fue D. Juan Fernández de Heredia, aragonés al servicio del rey Pedro IV de Aragón. Pero la dinastía túrquica de los osmanlíes -los otomanos- consiguieron tomar Constantinopla en 1453 -año en que acaba la Edad Media pues implica la caída del Imperio Romano de Oriente (el Imperio Bizantino). Y en 1479, el sultán Muhamad II, con unas huestes de setenta mil soldados feroces, emprendió la toma de Rodas para arrebatársela a los Hospitalarios. Una escabechina en la que vencieron los otomanos. Los judíos romaniotes que vivían allí -los de habla griega- fueron masacrados.
Nueve años más tarde, el emperador Carlos I de España y V de Alemania otorgó a la Orden de San Juan del Hospital la isla de Malta, que por eso ahora pasa a llamarse la Orden de Malta. Esta pequeña pero estratégica isla mediterránea se convirtió en la sede de una continua campaña de batallas navales contra las naves otomanas que practicaban la piratería. Los barcos incautados en esas batallas eran llevados a Malta, con toda la tripulación, que era sometida a régimen de esclavitud. Muchos de ellos eran comerciantes judíos refugiados en el Imperio Otomano cuando la expulsión.
Esta situación duró, oficialmente, desde 1530 hasta que en agosto de 1798 llegó Napoléon Bonaparte, que expulsó a los Hospitalarios.
Un relato de esto lo encontramos en la obra de Yosef Ha´Cohén, uno de los primeros historiadores judíos que conocemos. «En el año 5312 (1552), los bajeles de los monjes de Rodas, de la orden de Malta, que navegaba en busca de botín, encontraron un barco que venía de Salónica, en el cual se encontraban setenta judíos. Lo capturaron y regresaron a su isla. Estos desdichados tuvieron que enviar a todas partes a recoger dinero para el rescate exigido por estos miserables monjes. Sólo después del pago pudieron continuar su viaje.»
En 1567, un gran número de judíos que escapaban hacia el Levante de la persecución antisemita del papa Pío V, fueron víctimas de los Hospitalarios. «Muchas de las víctimas se hundieron como plomo en las profundidades del mar ante la furia del ataque. Muchas otras fueron encarceladas en las mazmorras maltesas en ese momento de desolación», escribe el cronista. No sólo aquellos que bajaban al mar en barcos sobre quienes se cernía la sombra. De los cripto-judíos de Ancona que fueron víctimas del fanatismo y la traición del pontífice Pablo IV, fueron treinta y ocho los que eludieron la hoguera, pero fueron enviados encadenados a las galeras de Malta, aunque lograron escapar en el camino.
El viajero inglés Philip Skippon, que visitó el lugar alrededor de 1663, ofrece un relato muy gráfico de las condiciones: «La prisión de esclavos es un bonito edificio cuadrado, rodeado de claustros, donde la mayoría de los esclavos de Malta están obligados a alojarse todas las noches y a estar allí alrededor de la hora del Ave María. Tienen aquí varios tipos de oficios, como barberos, sastres, etc. Son alrededor de 2.000 los que pertenecen a la orden, la mayoría de los cuales se encontraban ahora en las galeras; y hay como trescientos que son sirvientes de particulares. Como este lugar es una isla y es difícil escapar de ella, sólo usan un anillo de hierro o un candado para los pies. Los que son siervos, se alojan en las casas de sus amos, cuando las galeras están detenidas en puerto; pero deben pasar las noches en esta prisión. Aquí se hacen esclavos a judíos, moros y turcos y se venden públicamente en el mercado. (…) Un hombre fuerte puede ser comprado (si es una persona inferior) por 120 o 160 escudos de Malta. Los judíos se distinguen del resto por un pedacito de tela amarilla en sus sombreros o gorras, etc. Vimos a un judío rico que fue detenido aproximadamente un año antes y que fue vendido en el mercado. Esa mañana visitamos la prisión por 400 escudos; y creyéndose libre, a causa de un pasaporte que tenía de Venecia, golpeó al comerciante que lo compraba; después de lo cual lo enviaron aquí, le afeitaron la barba y la cabeza, le pusieron una gran cadena en las piernas y le dieron 50 golpes.
Por esto, en esta época, cuando algún judío moría y dejaba por escrito que mandaba cierta cantidad de dinero para causas benéficas, se entendía directamente que ese dinero debía usarse como Pidion (rescate) de los judíos en esclavitud de los Caballeros de la Orden de Malta. Es más, se crearon organizaciones para administrar los rescates, como la cofradía para la redención de cautivos que se creó entre los judíos españoles de la república de Venecia: Jebrat Pidión Shevuyím, que funcionaba tan bien que fue ejemplo y casa madre de otras que se crearon en todas las comunidades sefardíes, post hispano-hebreas, neo-otomanas -así como las de Amsterdam, Londres y Livorno- para recuperar la libertad de los cautivos en las prisiones maltesas de Birgu, Valletta o Senglea, que tres eran los infiernos que tenían.
Las mujeres judías que fueron obligadas a convertirse al cristianismo serían víctima del constante acoso inquisitorial -La Inquisición y la Orden de Malta eran uña y carne. En 1749, un judío bautizado, Giuseppe Antonio Cohen, reveló a las autoridades la trama de una revuelta de esclavos musulmanes. Por su acción, se le otorgó una pensión de 500 escudos y la propiedad de un edificio en la calle de los mercaderes.
Pero había una pequeña gota de misericordia: a través de la concesión de un permiso especial, los judíos que eran liberados mediante las cofradías de rescate, podían retornar a la isla para visitar a sus familiares no rescatados. Si el Gran Maestre lo tenía a bien, podían entrar en La Valleta y hospedarse en el Albergue de Baviera, conocido hasta el día de hoy como Jews’ Sallyport., El puerto judío de Sally, que vemos en esta imagen (y que es también la imagen de portada de este artículo)
Después de que Bonaparte tomara Malta en su Campaña de Egipto, la comunidad judía maltesa se recuperó con la migración de judíos de Gibraltar y diversas plazas del Magreb, así como de Portugal. De este país llegaron los Borges da Silva. Gibraltareños eran los Abeasis. Abraham A. Correa, maestro, llegó desde Londres en 1809 y se convirtió en el Hon. Secretary of the British Jews Committee, que tenía a Jacobo Borges como presidente. Sin embargo, la comunidad era muy pequeña: de hecho, en los Diarios de sir Moshe Montefiore, cuando habla de Malta -parada obligatoria en sus viajes a Eretz Israel- dice que sólo había cinco familias en 1835.
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Bibliografía básica
MacPea , William. Siege of Rhodes: The Will Of The Hospitallers, 2005