LA JUDERÍA DE S.MARTÍN DE VALDEIGLESIAS

Localidad de la Comunidad de Madrid que tuvo una gran judería, hoy prácticamente olvidada por todos, incluso por los investigadores.


En 1964, el Instituto de Estudios Sefardíes, departamente del célebre  Instituto Arias Montano,  celebró el trigésimo quinto aniversario de la creación del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) Con tal motivo, realizó un simposio cuyas actas, publicadas en 1970 por Jacob M Hassán, comenzaban con una ponencia del gran hebraísta español Fco. Cantera Burgos, bajo el título de «Los judíos expulsos de S. Martín de Valdeiglesias» (la cual había sido publicada cuatro años antes en Nueva York, todo hay que decirlo)

Morada de Isabel La Católica cuando fue nombrada heredera

S. Martín de Valdeiglesias es una localidad en el camino a Cáceres, sobre un cerro en donde la provincia de  Madrid ya se convierte en Avila; la villa, hoy, es aledaña al popular pantano de S. Juan y como término municipal linda con S Lorenzo del Escorial, Avila y Toledo.

En la Edad Media,  concretamente en el año de 1148, Alfonso VII concedió al abad de un monasterio cisterciense el señorío de ese valle, rico en  excelentes viñedos. Pero el abad quiso enajenar las tierras, cosa que no fue del agrado del más alto clero, interviniendo hasta el antipapa y antijudío Benedicto XIII y finalmente el señorío fue cedido, en 1430,  a D Alvaro de Luna, mano derecha del rey Juan II. Las tierras que recibió eran las de Ruy Lopez Dávalos, condestable de Castilla, pero previamente pertenecieron a los judíos Zac Zático y Yuçaf Avenverga, tesorero mayor del rey en Toledo. (Eduardo Robles, catedrático de la Universidad Complutense, según datos del Archivo Histórico de Madrid) Recordemos que hasta el reinado de Juan II a los judíos les estaba vedada la posesión de tierras -razón por la cual se especializaron en las llamadas artes liberales.

Acerca de la importancia de la viticultura en estas tierras, Carrete Parrondo escribe lo siguiente:

“(…)Una buena zona de viñas (hoy lo sigue siendo) era la abrigada hoya de Cebreros y San Martín de Valdeiglesias, surcada por el alto Alberche y por donde cruzaban la Sierra de Gredos los caminos de Toledo y de Madrid a Ávila. En Cebreros tenía muchas viñas y bodegas con vasijas de barro el Rabí Meir Melamed (1410-1493), famoso judío converso que cambió su nombre por el de Fernán Núñez Coronel, quien  llegó a ser regidor en la ciudad de Segovia”

Los judíos y el vino en España: siglos XI-XV. Una geografía histórica., 2004. (CARRETE, 1977).

Cantera Burgos,  a través del inventario de inmuebles judíos rehace la judería en estos términos: ciento veintiocho casas, más tres grupos de casares -conjunto de casas que no llegan a formar pueblo-  y catorce solares, además de su preceptiva carnicería, su hospital, dos lagares para tener su vino kasher y su sinagoga; esto es, unos quinientos judíos, de los cuales unos cien serían propietarios, lo que para 1492 es una cifra bastante elevada. Por el número de maravedíes tributados al año se desprende que la judería de S. Martín de Valdeiglesias fue abandonada por los judíos paulatinamente en el transcurso del S XV. (Quizás a consecuencia de las matanzas de 1391 o quizás por efecto de las promulgación de las Leyes de Ayllón, del 2 de enero de 1412, son promulgadas por la reina doña Catalina de Lancaster durante la minoría de edad de su hijo, Juan II)

En total, en 1470, las aljamas castellanas debían tributar al reino 450.000 maravedíes anuales que tenía que recolectar y entregar el rabino Yako Aben Nunes, dayán mayor de Castilla y médico personal del rey. De esa cantidad, según registro del arzobispado de Toledo, los judíos de S Martín de Valdeiglesias aportaban 1.100. Esto nos indica que para ese entonces había menguado bastante la población hebrea en la plaza, pues lo habitual, como en la cercana Hita, era tributar 3.ooo maravedíes. Lo más lógico de esta merma habitacional es pensar que hubo grandes cantidades de conversos par eludir la presión fiscal especial que como judíos debían pagar, pasando a pagar en muchos casos con sus propias vidas en los cadalsos de la Inqusición. En 1485, los Reyes católicos decretaron una derrama para pagar la campaña contra los moros de Granada; los judíos de San Martín debían pagar 98 castellanos. En 1487, 31.000 maravedíes. Para 1492 consta que salieron del lugar poco más de mil judíos: el resto se quedó como converso para no pagar tanto impuesto.

Se fueron familias como Alolu, Aljaem, Camarano, Castro, Funes, Galfun, Namías, Rasillo,que se vieron abocadas en el nefasto verano de 1492 al mal negocio de  cambiar viñas por un burro sobre cuyas alforjas poder trasportar los enseres que les estaban permitidos llevarse consigo a la incertidumbre de la diáspora; o a cambiar de nombre, como Isaque Rosillo, que después de pasar por la pila bautismal se convirtió en Diego Fernández de S. Martín, o Shlomo Najmías, que se hizo llamar Pero Fernandez, nombres que, con otros diez más de su misma naturaleza conversa,  constan en los legajos de la Sección de la Inquisición del Archivo Histórico Nacional.

Castillo de San Martín de Valdeiglesias

De  los que fueron finalmente condenados por el Tribunal del Sto. Oficio, conocemos, por ejemplo, a Alonso Robledo y Catalina Martínez, que fueron quemados vivos en el Auto de Fe del año 1488 en Toledo. Sus bienes pasaron a formar parte del Tesoro de los Reyes Católicos; pero luego, esa hacienda, por decreto del inquisidor general,  Torquemada, pasaron a ser propiedad del Monasterio de Santo Tomás de Avila, que dicho sea de paso, en parte se construyó con los bienes embargados a los sesis judíos ajusticiados por el libelo del Niño de Laguardia… Dice Eduardo Robledo, de la Universidad Complutense, que así consta el 17 de diciembre de 1490: casas, bodegas, una viña de 2500 cepas en el sitio de Marañones, otra en el de La Mata y otra cerca del castillo de S. Martín de Valdeiglesias, además de un monto de 8160 maravedíes que fueron a parar no al cenobio en sí sino a la Cámara Real. Sustanciosa incautación para la época y para pasmo y estupefacción, miedo e indignación de sus potenciales herederos legales.

También conocemos la historia de una mujer llamada La Muñoza -esposa de Juan Muñoz- que fue  encarcelada en 1506 y de la cual consta una declaración en la que recuerda que su madre fuera quemada viva en Auto de Fe por judaizanta. Pereció de vieja prematura por los efectos derivados de pasar sus últimos años en  las infames mazmorras de Toledo.

Otra historia que conocemos es  la de Pedro Rodrigo, sacerdote, pero nieto de una quemada llamada Reyna Serrana. Por el mero hecho del asesinato de su abuela judía,  y por haber ido a rezar con los judíos tras celebrar misa en una iglesia, fue condenado, pero con favoritismos: al pertenecer al clero no fue condenado sino a una multa  muy elevada, de ni más ni menos que de 30.000 maravedíes. Eso era lo que valía un judío.

Del gran entuerto derivado del destino de las propiedades judías tras 1492 y del retorno de no pocos judíos para convertirse tras un par de años en la diáspora, habría que hablar en otro artículo, pues la información de que se dispone es bastante profusa.

Bibliografía:

  •  Francisco Cantera Burgos,  «Sefarad: Revista de Estudios Hebraicos y Sefardíes»,  Año 30, Nº. 1, 1970