Nota sobre documentación conversa que llegó a estar prohibida.
Los neocristianos españoles posteriores a 1492, – los que vivieron en España durante el S. XVI y, sobre todo, el S. XVII- nunca sospecharon que tendrían que bregar con tanto impedimento en sus vidas. Uno de esos obstáculos fueron los llamados «Libros Verdes».
Estas obras se calificaban como «verdes» porque hacían referencia a los cirios verdes que los condenados por la Inquisición portaban en los deleznables espectáculos de los Autos de Fe. (De donde debiéramos inferir que en la literatura del Siglo de Oro, el color verde estaría siempre haciendo referencia insinuada de esa neocristiandad siempre en tela de juicio). En estos libros, no obstante, no había literatura, sino genealogía -aunque a veces fueran genealogías ficticias. Su objetivo no era otro sino sacar a relucir el carácter converso de un linaje, demostrar su poca limpieza de sangre y advertir al público en general de la necesidad de impedir a aquellas familias el acceso a cargos públicos. Además también tenían cabida las familias creadas por amancebamientos muy ilícitos o incluso bastardías eclesiásticas. Dado que su carácter era siempre difamatorio fueron perseguidos por la autoridad, como el llamado Memorial de 1560, o el Libro Verde de Aragón, cuyo manuscrito es de fecha tan temprana como 1507.
En esta obra aparecen todas las familias aragonesas de presunto origen converso. La Diputación de Aragón la calificó de libelo en 1606. Y no sólo eso, también dictaminó que su autor debería haber recibido la máxima pena -la capital- y que sería delito tanto su tenencia como su difusión, por lo que se impelía a quien lo tuviere, que lo quemara en púbico. En 1620, se requisaron tantas copias como se pudo para quemarlas dos años después en la Plaza del Mercado de Zaragoza. Felipe IV de España envió una misiva de felicitación al inquisidor Andrés Pacheco, obispo de Cuenca.
El autor a fin de cuentas es anónimo -sabía que debía permanecer en el anonimato. Pero se barajan nombres. Amador de los Ríos dice que fue un tal Anquias, notario inquisitorial que se desempeñó como tal en Huesca y Lérida. Según el autor la obra se escribió en Belchite, Aragón, en los tiempos de la pandemia de 1507. En tanto que notario, ofrece datos: Gento Atortox, judío, mercader, hijo de Salamon, habitante en Tauste, vende por 260 sueldos un granero en la judería de la villa, lindante con otro granero, propiedad de Juce Atortox, médico. Para listado de la Diputación de Zaragoza sobre los nombres en concreto Aquí un pdf
Otra teoría más actual es la de la autoría tripartita de Martín Martínez de Teruel, Tristán de la Porta y Martín de la Raga.
Aunque como se ha dicho las obras fueron pasto de las llamas, se conservaron copias hoy guardadas en la Biblioteca Colombina de Sevilla, Archivo Histórico Nacional (Madrid), Biblioteca Nacional (Madrid), Archivo General del Reino de Valencia y en la Biblioteca del Colegio de Abogados de Zaragoza . La última vez que se editó fue en 2003, por el historiador aragonés Miguel Angel Motis Dolader. La historiadora francesa Monique Combescure Thiry publicó en Internet la transcripción del manuscrito 18305 de la Biblioteca Nacional de España, que se puede consultar aquí
El Memorial de 1560 fue un «libro verde» compuesto ni más ni menos que por el Cardenal Mendoza, obispo de Burgos, hijo del virrey de Galicia y Navarra, hermano del virrey de Perú. Lo escribió ex profeso para Felipe II, y fue publicado en el S XIX bajo el título de El Tizón de la Nobleza Española o máculas y sambenitos de sus linajes. El libro se escribió porque un sobrino suyo tuvo problemas de limpieza de sangre para acceder a un cargo eclesiástico y entonces el tío decidió ajustar cuentas al respecto con la mayor parte de la nobleza española. La afirmación más rotunda de la obra es que la mayor parte de la nobleza descendía del ayuntamiento de un judío converso llamado Ruy Capón -almojarife de la reina Urraca de Castilla- con una doncella de «vida alegre» llamada Isabel Droklin, manceba del obispo Pedro de Castilla e hija de un albañil inglés.
