Una comunidad desconocida para muchos, pero entrañable para otros, con costumbres distintivas, instituciones comunitarias y personajes célebres.
Sefardíes en la isla de Cuba ha habido desde tiempos coloniales, principalmente en La Habana, pero también en Villa Clara y Pinar del Río, donde se asentaron unos turcos, los Ruz, de donde nació la madre de Fidel Castro.
Algunos judíos de la época colonial fueron condenados por la Inquisición, quemados en La Habana, como es el caso de Francisco Gómez de León, a principios del S XVII: Doña Isabel de Bobadilla, la única gobernadora cubana que se conoce, era de origen converso.
Se calcula que hoy habrá unos 20.000. Sin rabino, sin sinagoga, pero siempre guardando celosamente su identidad judía y su simpatía hacia Israel, conservando tradiciones que, algunos casos, incluso servían como clave de reconocimiento entre ellos.
Ese es el caso de la criadilla. Se llama así en gastronomía a los testículos de cualquier animal de matadero. En este caso hablamos de criadillas de cordero, uno de los platos favoritos de Fernando el Católico, y el que en Cuba era signo inequívoco de profesar la fe mosaica o al menos pertenecer al pueblo judío. De que era plato conveniente -de lo que se come, se cría- da cuenta Bartolomé de las Casas, e incluso el mismo Cervantes en el «Coloquio de los Perros». En la cocina tradicional andaluza se conoce como Tortilla Sacromonte.
La comunidad sefardí de Cuba, hoy, tiene un centro comunitario , afiliado al movimiento masortí, y ubicado en la calle 17 esquina E. , en plena Plaza de la Revolución. El centro está presidido por la Dra. Mayra Levy y vicepresidido por la dra. Ester Jaquín. Además de conversos coloniales retornados, la comunidad creció notablemente con la inmigración de sefardíes de Turquía y Siria en varias oleadas a partir de 1909 . En especial provienen de dos comunidades : Silivria (Silivri) y Kirklisse (Kilklarehi) pero también de Chorlu (cerca de Silivria), del mismo Estambul y de Edirne. .Su primera sinagoga , sarcasmos de la vida, estuvo en la calle Inquisidor, trasladándose de este céntrico lugar de La Habana vieja en 1995 porque el edificio amenazaba con desplomarse sobre ellos de tan mal cuidado como estaba.
En la misma edificación del Centro Sefaradí, además, entre lunes y jueves se desarrollan unas actividades para fomentar la socialización de todos los miembros mayores de la comunidad hebrea de Cuba, ayudándoles con el transporte, y dándoles desayuno, almuerzo y merienda, así como un gran número de entretenimientos que van desde los ejercicios físicos a la cultura general y el judaísmo.
Gracias a la generosidad del Museo de la Memoria y la Tolerancia del sur de California, la Fundación Simón Wisenthal y la organización Jewish Connection, tienen una exposición permanente en recuerdo a las víctimas de la Shoá.
UN sefardí de Cua fue, por ejemplo, JoséM. Estrugo, estudioso del sefardismo.
Estrugo -hijo de Meír y de Rosa- fue a nacer en Esmirna en 1888. Era tan aplicado en los estudios que con tan sólo 14 años ya publicaba en el periódico ladino «La Boz del Puevlo» ; sus padres le enviaron a estudiar a El Cairo.
Después, en 1911, en la flor de los 23 años de edad, decidió emigrar a los Estados Unidos, concretamente a California y en Los Angeles para mayor exactitud. Allí, mientras Europa se moría en la Primera Guerra Mundial, además de ser miembro fundador de una sinagoga sefardí, se hizo masón. (En los anales de la logia aparece como nacido en Oviedo, Asturias, y no es el único sitio donde aportó ese dato, que es punible, pero que le era tan característico que en su tumba consta que era natural de Italia, lo cual obviamente no dijo él sino quien encargó la lápida)
En 1921, buscando sus raíces sefardíes, decidió viajar a Sefarad. España en ese momento estaba inmersa en lo que se llamó el Desastre de Anual , con Marruecos, que acabaría provocando el golpe de estado de Jose Antonio Primo de Rivera. Pero para ese entonces, 1923, él estaba en Estambúl, fundando, con otros, la casa de Sefarad. Y casándose con una sefardí llamada Nuria Gabay.
Luego regresó a California, donde no quiso ya más vivir, y se radicó con su esposa en el Madrid de 1931, cuando se acababa de proclamar la II República. Tras dos años de investigación, publica su primer obra «Retorno a Sefarad. Un siglo después de la Inquisición.» y seguidamente, con el estallido de la Guerra Civil Española, combatió por la causa republicana como capitán de infantería del cuartel general del Ejército del Norte.
Acabada la guerra, y tras un periplo por varios países, se instaló con su esposa en Cuba, como consta en el Centro Hebreo Sefardí de Cuba desde 1951 y en la Logia Unión Ibérica desde 1954, donde vuelve a decir que nació en Oviedo, Asturias. Publicó trabajos de investigación vinculados con la cultura sefardí en la revista Sefarad, la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares y la revista mexicana Norte.
Falleció en 1962 y está enterrado, como los demás masones cubanos, en el cementerio de Colón.