LOS SEFARDÍES DE PARÍS

Historia del establecimiento de la comunidad sefardí en la capital francesa


Los judíos fueron expulsados de Francia en cinco ocasiones. No una, sino cinco. La última, que se suponía definitiva, en 1395. Pocos años después de la catástrofe general de la judería hispánica en  1391. Felipe IV, alias El Hermoso, rey de Francia y de Navarra, el que quemó a los Templarios en París, culpó a estos y a los judíos de la quiebra a la que  su ineptitud y despilfarro llevaron al reino galo. Desde ese momento, la ciudad de París, en particular, prohibió tajantemente que en la ciudad del Sena vivieran «israelitas» (término que sólo debemos aplicar a los idos de Egipto, tal era su ignorancia)

No obstante, a principios del S XVI y principios del siglo siguiente, con los reinados de Enrique II y III, se emiten Cartas Patentes – especie de edictos reales de dominio público para reconocer ciertos derechos- por los cuales los judíos hispano-lusos que necesitaran huir del acoso inquisitorial podrían afincarse en el sudeste de Francia y hasta comerciar en el próspero puerto de Burdeos. Y después, Bayona. Sin embargo, parece que, a partir de un momento dado,  hubo cierta laxitud con estas normas. Ese punto de inflexión sin duda alguna lo protagoniza María de Médeci, reina de Francia, que  tuvo a su servicio al doctor judío ELI DE MONTALTO

Fue así -como quien no quiera la cosa- como se inicia el asentamiento judío en París. Mientras que el mundo askenazí se va a ir aglutinando en la ribera derecha del Sena, (más cercana a Alsacia y la propia Prusia) los sefardíes lo van a hacer en la ribera izquierda (más cercana a Sfarad) En concreto,  el lugar elegido por los sefardíes estaba en el barrio de L´Odéon. Este quartier está prácticamente ocupado por los Jardines de Luxemburgo -la residencia que se hizo construir  Maria de Médeci en París cuando su hijo la dejó en la calle- pero desde la calle de Vaugirard y, hasta el norte, la calle Du Four, y por el este, el Boulevard de Saint Michele, es zona habitacional (hoy llena de hoteles que si bien no son los más exclusivos de la ciudad, tienen unos precios bastante altos.)

Pero no nos confundamos: los judíos bordeleses y sus compañeros d´Avignon (los llamados «judíos del papa») no se podían radicar en París de forma permanente, sino que sus estancias -siempre por motivos comerciales- estaban supeditadas a pequeños lapsos de tiempo. El tiempo suficiente para vender, sobre todo, dos productos: seda y chocolate (ambos objetos de deseo de la nobleza capitalina) Lo uno venía del tráfico en las Indias Orientales -Asia- y lo otro de las Indias Occidentales – América. Famosos eran Israel Dalpuget, David Dacosta, establecidos en la calle de Saint André des Arts (donde estaba la sinagoga en casa de Jananael Milhaud)  o Jacob Rodriguez Pereira, venido de Bayona para popularizar su método de enseñanza para sordomudos y que luego se establecerá en la ribera derecha.

No obstante, la comunidad crecía y en un censo de 1755 se contabilizaron 110 judíos, mientras que cuatro años después había 94. Entre estos años, habían sido 258 los que habían estado de paso, incluyendo jóvenes solteros de vida libertina que buscaban medrar en la capital y que a veces se casaban con cristianas.

Los que eran fieles al judaísmo estaban liderados no por un sefardí, sino por un judío de Avignon, Israel de Valabregue, nombre cultísimo, secretario del bibliotecario real e intérprete de lenguas orientales para el rey, organizador de rezos por el bien del delfín de Francia, aunque no es -como dice Ha´Jida- rabino.

Las patentes reales, que permitían la estadía en la Aquitania, en 1676 experimentaron un cambio: se  permitió comprar patentes para realizar seis oficios, y cinco bordeleses compraron para el oficio de la vena de paños y mercería. A muchos que odiaban a los judíos esto no les gustó nada y en 1774 el rey Luis XVI acabó por revocar esas patentes, reiterando la prohibición de que los judíos comerciaran con ese género en París. Pocos meses después, algunos judíos sin «pasaporte» fueron expulsados de París. No obstante, el general Lenoir estaba a cargo de entregar certificados de permanencia a los judíos que notificaran su llegada y recibieran el aval de siete notables de la ciudad.

A partir de esta época -último cuarto del S XVIII- es cuando la comunidad comienza a constituir sus instituciones libremente. La cofradía de G´milut Jasidím, en la calle Gît de Coeur, dirigida por Salomon Ravel, y con financiación de los miembros de la comunidad, se encarga de atender a los no pocos pobres. La sinagoga está en manos de Jacob Aguilar, natural de Bayona. Y en el cementerio de  La Villette tienen alquilado un solar para usarlo como cementerio. Sin embargo quisieron dejar de usarlo cuando se enteraron de que allí se habían enterrado animales. Así que buscaron un nuevo lugar de enterramiento común para los sefardíes y para los askenazíes, pero los primeros no tenían buena relación con Lipman Calmer, su líder, que no sólo deseaba imponer su autoridad sino también doblegar a los sefardíes a ritos que no les eran culturalmente propios. Con dinero de las comunidades de Bayona, Burdeos, Amsterdam y La Haya, se compraron dos pequeños jardines, y el 3 de marzo de 1780 se inauguró el nuevo cementerio, el Nuevo Cementerio Judío de la Villette.

Para la época del estallido de la Revolución Francesa, los sefardíes parisinos tienen dos sinagogas -una para los de Avignon y otra para los de Burdeos. La comunidad, no muy grande, está al mano de David Silveira y Joseph Pereira, con Moshe Pimentel al cargo del oratorio, Jacob Aguilar como jasán, y Abraham Rishon como «gabay» . El número de orantes diarios no es muy alto, pero no hay problemas para el minián -mínimo de diez varones para el culto- pues allí rezan 3o judíos.

En mayo de 1789, Luis XVI convoca los Estados Generales. Los judíos de Bayona y Burdeos participan en las elecciones a diputados, pero esto se les niega a los de París. Así que, cuando en julio se convoca la Asamblea Nacional Constituyente, en aquel marco de crispación social, los sefardíes parisinos crearon un comité -formado por Del Campo, Judas León Fernández, Joseph Pereira y Abraham López Laguna-,  para reclamar sus propios derechos como sefardíes completamente integrados en la ciudadanía parisina (hablaban todos francés, mientras que los askenazíes sólo lo hacían en yidish) La Asamblea no les hizo ni caso. Pero el 28 de enero de 1790, se les concedió la ciudadanía. Un año después dejan de estar vigilados. David Silveira fue nombrado su síndico. Estas circunstancias innovadoras atrajeron a muchos judíos a la capital, pero no todos guardan su judaísmo: se comienza a observar cierto fenómeno de exogamia. Del mismo modo, también hay registros de circuncisiones a conversos para casarse con judías.

Durante la época del Terror, algunos judíos participaron en los comités revolucionarios. Jacob Pereira fue guillotinado. Puesto que se cierran todos los lugares de culto, por la decristianización vigente, el culto judío también queda prohibido. Pero los sefardíes llevan siglos dominando el arte del disimulo y pueden seguir rezando a escondidas. Algunos van más allá: en 1793 Moshé Pimentel se dirigió a la Comuna para pedir harina, porque venía la fiesta de Pésaj y necesitaban hornear matsá. Hasta 1795 no se rehabilitó la libertad de culto.

Con la nueva época, comenzado el S XIX, grandes y pudientes familias de Bayona y Burdeos pasarán a París: banqueros como Benjamín Rodriguez e Isaac Patto, comerciantes como Samuel Brandon y ABraham Dacosta. Rodríguez y su hijo Isaac serán los representantes sefardíes cuando Napoléon I cree en 1806 el Consistorio de los Judíos, oficialmente vigente desde 1808.

Como la comunidad crecía, se hizo necesaria la construcción de una nueva sinagoga, que se ubicará en la calle de Notre Dame de Nazareth, pero el Consistorio entrega el Templo al culto askenazí. Los sefardíes que iban allí a rezar no eran bien vistos por parte de algunos miembros, que buscaban expulsarlos. En 1851 se construye la sinagoga sefardí de la calle Lamartine. Su rabino, Elie Aristide Astruc, nacido en Burdeos. Hasta su marcha a Bélgica como Gran Rabino, sus drashot (sermones sobre la Parashá) eran tan famosas que iban a oírle hasta los askenazíes. Este rabino, junto a Jules Carvallo, fue el principal representante sefardí de la comisión para la creación de las escuelas de L´Alliance Isrealite Universelle.

El templo de la calle Lamartine se quedó pequeño, así que se creó un comité para recaudar fondos de grandes familias -los Camondo, por ejemplo, pero sobre todo Osiris- para construir el templo de la calle de Buffault, inaugurada en 1877, y que marca el punto de inflexión de una nueva etapa.

Bibliografía: 

À l’origine de la tradition séfarade à Paris : les Juifs de rite portugais aux XVIIIe et XIXe siècles,

Philippe-Efraïm Landau, Dans Archives Juives2009/2 (Vol. 42), pages 25 à 40