Historia de un hippie sefardí que quiso ser presidente de los EE.UU de la manera más peculiar posible.
Louis Abolafia -de los Abulafia del Imperio Otomano, en especial de Esmirna- nació el 23 de febrero de 1941 en New York City, donde su padre tenía una humilde floristería; mientras tanto, Estados Unidos entraba en guerra con Japón y estaba a punto de vivir el bombardeo de Pearl Harbor.
Diez años después de su nacimiento, el barrio de Greenwich Village, Manhattan, -The Village (en recuerdo del asentamiento de los holandeses de Nueva Amsterdam)- ya era foco difusor del movimiento contracultural de los beatniks -La Generación Beat- que proponía la oposición a los valores de la burguesía norteamericana, la práctica de la libertad sexual y el consumo de estupefacientes. Por esa época Abolafia, calificado como niño prodigio, empieza la secundaria.
Diez años después, en los sesenta, cuando Abolafia tiene 20 años y una nutrida barba, y ya graduado en la Escuela de Artes Visuales de Manhattam, se convertirá en uno de los más conocidos artistas bohemios del barrio, organizado «loving happenings» que combinaban la música y la poesía con la participación del público. La prensa local, no sin sorna, le llamaba «El rey del amor», un personaje de la profusa fauna y flora del hippismo neoyorquino en tiempos de las manifestaciones pacifistas por lo de Vietnam.
En el invierno de 1965, año de la presidencia del extravagante L Johnson (sucesor de J.F.Kenedy) se celebraron en Nueva York dos exposiciones sobre dos grandes del surrealismo: Magritte y Dalí. Louis Abolafia organiza entonces una manifestación a las puertas del museo que expone a Dalí, en protesta por la poca atención que el gobierno americano prestaba a los artistas locales, prefiriendo rendir tributo a los europeos. Ese mismo año, decide entrar en política con la ingenua ambición de cambiar el sistema y se postula como candidato a gobernador del estado de Nueva York. Mientras tanto, en su apartamento se refugian jóvenes rebeldes de la contracultura, publica un periódico semipornográfico y se codea con Bob Dylan, Andy Warhol, Allen Gingsberg o el discípulo del fundador de los Hare Krishna…
Su fama no se limitó al Village, sino que también llegaba a San Francisco, donde se le considera uno de los inspiradores del Exotic Erotic Ball, donde él inventa el famoso slogan hippie de «Haz el amor y no la guerra».
En 1969, decidió presentarse como candidato a las elecciones generales que ganaría Richard Nixon. Su programa político era el nudismo. De hecho, hizo su campaña con un cartel en el que aparecía completamente desnudo, con un sombrero sobre sus genitales, y bajo el slogan «¿Qué tengo que esconder?». Fue entrevistado para la t.v. nacional en el programa de Johnny Carson. En los resultados electorales, para pasmo de muchos, consiguió 300.000 votos. Nixon, por el partido republicano, 47.168.710.
En 1974 dejó la costa este y se afincó definitavamente en San Francisco, viviendo de dibujar grotescas caricaturas en la calle. Murió en 1995 tras una sobredosis de droga.