MONTEFIORE EN MARRUECOS

 Relato del viaje de sir Montefiore a Marruecos, vía Madrid, Sevilla y Cádiz, para cumpir una misión diplomática más.


 A partir de 1840, las dos únicas ciudades españolas en el continente africano -Ceuta y Melilla- sufrían continuos ataques de marroquíes de la región del Rif, reclamando las plazas para Marruecos y olvidando la historia: en 1415, Juan I de Portugal conquistó Ceuta y, en 1580, cuando Felipe II se proclamó rey de Portugal,  pasó a manos de España. Cuando los portugueses se rebelaron contra los reyes españoles, los ceutíes mantuvieron la lealtad a Felipe IV de España, que en recompensa les naturaliza castellanos. En el caso de Melilla, la españoleidad de la plaza comienza tras la Toma de Granada, cuando los melillenses manifiestan disconformidad con el mandato bereber, pidiendo ayuda a los Reyes Católicos para rebelarse contra el sultán de Fez. Destruida la ciudad, el tercer duque de Medina Sidonia y Pedro de Estupiñán la reconstruyen, pertrechando a sus habitantes con unas murallas entonces asombrosas, inexpugnables para los ataques constantes de los marroquíes.

En el S XIX, esos ataques se produjeron sobre todo en 1844, 1845, 1848 y 1854. Llegado 1859, en pleno reinado de Isabel II, el gobierno de Leopoldo O’Donnell firmó un acuerdo con el sultán de Marruecos: Melilla, Alhucemas y Vélez de la Gomera, eran de soberanía española. Ceuta quedó fuera del acuerdo.  España entonces fortifica Ceuta y Marruecos lo entiende como una provocación, ataca la plaza española, O´Donell exige al sultán castigue a los perpetradores del ataque y,  como Marruecos se niega, España decide invadir Marruecos, tomando Tetuán y Tánger. Tras cuatro meses de contienda, se firma el tratado de Wad-Ras: Marruecos debe pagar a España 400 millones de reales y hasta que no se salde la deuda España no saldrá de Tetuán; y además de asegurar el fin de los ataques contra Ceuta y Melilla, estas ciudades serían reconocidas a perpetuidad como  posesiones de la Corona de España.

La Paz de Wad-Ras, obra de Joaquín Domínguez Bécquer

En 1863,  casi un lustro después de la firma del tratado, los españoles aún siguen en Tetuán, porque la deuda no es saldada. Isabel II aún sigue siendo reina de España, pero en pocos años -1868-  va a salir al exilio en París. Muchos historiadores contemporáneos dicen que la campaña de Marruecos buscaba reforzar el papel político del tambaleante reino isabelino con una posible conquista de Marruecos. En ese marco, buscando motivos para ello, España exige a Marruecos que ejecute a dos judíos que presuntamente habían asesinado a un español en la localidad de Safi. La Junta -el órgano administrativo de la comunidad judía de Tetuán- sabiendo que ese asesinato es una calumnia, pide ayuda a L´Alliance Israelite Universelle, a Le Consitoire -el máximo órgano representativo de los judíos franceses- y a su homóloga británica, la Cámara de Delegados Judíos de Londres.

Sir Moses Montefiore, que acaba de enviudar y de realizar un viaje a Eretz Israel y  una importante estancia en Constantinopla para entrevistarse con el sultán, había sido hasta entonces seis veces el presidente de la Cámara de Delegados Judíos ( y aún lo será en dos ocasiones más) En el momento del contencioso de Marruecos el presidente era Joseph Mayer Montefiore, sobrino de Sir Montefiore. Tras el viaje por Próximo Oriente -así reza en sus Diarios para el día posterior a su cumpleaños, el 21 de octubre- le esperaba en su mansión de Ramsgate, Kent, un gran número de cartas por contestar.

Una de esas misivas estaba remitida por un señor de Tánger que el editor de los diarios -el secretario de sir Montefiore-  deja en el anonimato. El asunto de la carta era la petición de ayuda para el caso de los judíos arrestados en Safi por un asesinato que no habían cometido. Según el vicecónsul español en Marruecos, un súbdito español a su servicio había sido envenenado, se pidió formalmente que las autoridades marroquíes investigaran el caso y juzgaran a los homicidas, pero nadie movió un dedo; no obstante, así eran las tradiciones marroquíes, se investigaría en secreto el asunto. Fue así como llegaron a un muchacho judío de unos catorce años que, después de pasar por tortura, admitió el envenenamiento, delatando a diez personas involucradas en el caso. Fueron detenidos, pero luego liberados, excepto uno de los judíos, que también fue torturado. Ambos fueron condenados a la pena capital. El muchacho fue ejecutado en Safi; el adulto fue llevado en un barco español hasta Tánger, para ejecutarlo allí. Fue entonces cuando los judíos tangerinos pidieron ayuda a los judíos de Gibraltar.

Sir Montefiore envió inmediatamente un telegrama a su sobrino, el  presidente, y al  secretario de la Junta de Diputados de los judíos británicos, convocándoles de urgencia a  una reunión  en Londres. Tras leerles el despacho recibido desde Tánger, se acordó convocar a reunión extraordinaria a toda la Cámara de Diputados, a la vez que   se redactó una carta oficial para  dar parte al Foreign Office. En dicha reunión se concluyó que Sir Moses, altamente cualificado para el ejercicio de la diplomacia internacional,  viajara hasta la localidad mora de Safí.  Montefiore, aun siendo consciente de que era un viaje que luego él tildó de peligroso, aceptó con placer la  propuesta. Seguidamente pasó por el Foreign Office para recoger cartas de presentación en nombre de la Reina Victoria y su gobierno, explicó en Mansion House su misión -aplaudida por los concejales- y, tan sólo dos días después,  todas las sinagogas de Londres ofreciron un servicio especial para rezar por el destino de Montefiore y el buen cumplimiento de la misión.

Dos días después, desde el puerto de  Dover, partió una comitiva formada, además de por Montefiore, por  el Sr. Haim Guedallia, yerno de una hermana de Montefiore, la sra. Goldmsid, el Sr. Sampson Samuel,  secretario y procurador de la Junta de Diputados, y el Dr. Hodgkin. Seis días después de un agotador viaje en carruaje cruzando Francia de norte a sur, y todo Aragón en la Península Ibérica,  llegaron a Madrid; fueron recibidos por Sir JF Crampton,  entonces Embajador en la Corte de Madrid. Este fue quien presentó a Montefiore a Manuel de Pando y Fernández de Pinedo, IV Marqués de Miraflores, que en ese momento -ya muy mayor-  era el presidente de gobierno bajo el reinado de Isabel II. Al ser coronada reina Victoria del Reino Unido, este señor había sido en Londres ministro plenipotenciario de la regencia de Maria Cristina. Y por aquel entonces había conseguido que Francia e Inglaterra apoyaran a España en los problemas con Estados Unidos y la posterior Guerra de Cuba. El marqués le aseguró a Montefiore que no había nada que temer, que no habría ejecución, y que le iba a tramitar una audiencia con la reina de España. Montefiore le pidió una carta para presentarse ante don Francisco Merry y Colón, ministro español en Tánger. El 28 de octubre, sir Montefiore fue recibido en audiencia privada por sus majestades, que calificó de muy amables y agradables, sobre todo por la alegría del rey consorte, Francisco de Asís, para manifestar respeto por todas las religiosnes. Además de los reyes, Montefiore se entrevistó con otros aristocratas, entre los que destaca el general Prim, ya entonces Duque de Tetuán,  tras el éxito de la campaña de Marruecos.

 El martes 1 de diciembre partieron en ferrocarril hacia Sevilla, con el objetivo de entrevistarse con el ultracatólico Antonio Merry (Cónsul de Rusia y Prusia en Sevilla, además de padre del Ministro de España en Tánger, el ya mencionado Manuel Merry y Colón, hermano del embajador de España en Marruecos ) El tren sólo llegaba hasta la localidad de Santa Cruz de Mudela, provincia de Ciudad Real, en pleno Campo de Calatrava. De allí, en una diligencia, alcanzaron al caer la noche la localidad de Andújar, y luego, en la misma dilgencia se determinó buscar adecuado lugar donde pernoctar en Córdoba. Llegaron a Sevilla el domingo  seis de diciembre, donde se hizo el intercambio de cartas diplomáticas. No le debió caer muy bien el señor Merry, porque en los diarios no hay ni el más leve juicio de valor al respecto. El martes ocho salieron de Sevilla -de la cual tampoco menciona nada de su belleza- y parten hacia Cádiz en tren. LLegaron al anochecer, con la suficiente luz para ver que en el puerto estaba atracada una fragata francesa, La Gorgone, al mando del capitán Celliér de Starnor, que zarparía esa misma noche hacia  Tánger. A las cinco de la mañana fondeaba el vapor francés en Tánger.

 Fueron recibidos por el  Sr. Moses Pariente, presidentede la comunidad judía, el Sr. Moses Nahon, vicepresidente, así como por  los demás miembros del Comité Ejecutivo de la Congregación Hebrea, que se habían esmerado en procurar una excelente casa para el hospedaje de los hermanos británicos. Todos los judíos de la plaza les recibieron con alegría, amabilidad y entusiasmo.

“Aquí también he tenido la gratificación de recibir delegaciones de nuestros correligionarios de Gibraltar, Tetuán, Alcassar, Larache, Arzila y Mequinez. También he recibido discursos de los judíos de Fez, Azemor y Mogador.

El domingo, después de un encuentro con el cónsul británico, fueron a entregarle las cartas de presentación al sr Merry y Colón, de quien dice Montefiore que los acogió con suma amabilidad, y que le aseguró que serían liberados los judíos detenidos:  Shalom Elcaim y Jacob Benharrosh. También le dio una carta para ser recibido por las autoridades marroquíes y así conseguir liberal a otros dos judíos en Safí, ‘Saida y Mouklouf. Se despidieron muy cortésmente, y al cabo de una hora, estando ya en la casa donde se alojaban, aparecieron , liberados, Elcaím y Benharrosh. Al día siguiente por la mañana Montefiore recibió una nota de Merry para transmitirle la satisfacción por el cumplimiento de la misión. Se adjuntaba la carta de presentación para el sultán de Marruecos. Sid Mohammed Bargash, Ministro de Relaciones Exteriores en Tánger le dijo que con mucho gusto le daría la carta al sultán, pero agregó que se temía que  la respuesta para la audiencia no llegaría  antes de un mes.

  «El 16 del presente hicimos una visita de respeto al Rev. Mordecai Bengio, el Gran Rabino, y también el mismo día tuvimos el placer de ser presentados por el Ministro Británico, en sus respectivas residencias, ante los ministros de países con represnetación diplomática en Tánger (Francia, España, Estados Unidos, Italia, Portugal, etc.)

El ascendente de carisma que desprendía Montefiore era tal que una noche, al regresar a la casa, se encontró en la puerta con un grupo de unos cincuenta moros que habían venido con sus jefes desde una parte remota del país para pedir a Montefiore que intercediera por ellos para que liberaran a uno de su misma tribu, ya dos años y medio preso por haber matado a dos judíos. Y  la intercesión obtuvo resultados y le cortaron los grilletes. A cambio, los jefes de la tribu dijeron que se comprometerían a ser guardianes de la seguridad de todos  los judíos que transitaran por su territorio.

El 21 de diciembre, Merry y Colón dejó leer a Montefiore una copia de una carta que  Isabel II de España había ordenado enviar a todos los consulados, en la que su majestad manifestaba disgusto con el hecho de que los cónsules españoles hubieran sido acusados de maltratar a los judíos y que era su deseo que todos los cónsules tuvieran a bien guardar la seguridad de los hebreos en Marruecos.

Sir Montefiore zarpó después hacia Gibraltar. Al llegar, le notificaron la muerte de su hermana, que vivía en Niza. Uno de los judíos de la comitiva, el sr Gedallia, era yerno de esta hermana de Montefiore, y los dejó en Gibraltar para ir a Niza. La misión, por su parte, salió hacia Safi, donde no encontraron oportuno desembarcar, pero supieron que los prisioneros judíos habían sido liberados unos días antes. Montefiore desembarcó en Mogador, hoy Essaouira, hospedados por el sr. Abraham Corcos, el más rico mercader de la localidad..

El lunes Primero de marzo de 1864, el sultán tuvo a bien recibir a Montefiore.

Puede recordar que nuestro grupo, además de mí, estaba formado por el Sr. Thomas Fellowes Reade, cónsul de Su Majestad Británica en Tánger; el capitán William Armytage, del HMS the Magicienne, dos de sus oficiales; el Dr. James Gibson Thomas Forbes y el teniente Francis Durrant; mis compañeros de viaje, el Dr. Thomas Hodgkin y el Sr. Sampson Samuel; y el Sr. Moses Nahon, de Tánger, que se ofreció para acompañarnos a Marruecos, y con quien todos estamos profundamente en deuda.

(…)

«Después de la entrevista, fuimos escoltados de regreso a nuestro palacio del jardín con los mismos honores que se nos habían otorgado en nuestro camino a la Corte, mi silla tenía un caballo blanco conducido delante de él, tanto a mi ida como a mi regreso, que es una alta y distinguida marca de honor.

«El Oozier nos había invitado a su palacio para la noche del mismo día; fuimos agasajados con verdadera hospitalidad oriental.

En el curso de la conversación de la noche, obtuvimos del Oozier la seguridad del deseo del sultán, así como el suyo propio, de proteger a los judíos de Marruecos. Tomó notas de algunos agravios particulares que le pusimos en conocimiento, y prometió iniciar las averiguaciones necesarias, con vistas a su reparación.. Se discutieron otras medidas, como la ampliación de las concurridas juderías de Mogador, y la concesión de una casa para un hospital en Tánger, todo lo cual aseguró el Oozier debemos recibir su consideración favorable.

Dos días después, cinco de febrero,  se recibió el decreto que garantizaba la seguridad de los judíos. Hubo una gran algarabía por las calles, vitoreando a la comitiva, que asistió a servicios sinagogales acompañada de una comitiva de grandes rabinos de todo el país.

Bibliografía:

  • The Project Gutenberg of Diaries of Sir Moses and Lady Montefiore, Volume 2 (of 2), by Moses Montefiore and Judith Cohen Montefiore
  • Foto principal: Hodgkin, Thomas. Narrative Of A Journey To Morocco In 1863 And 1864