NABUCONODOSOR Y LOS TRES JUDÍOS

Historia mezclada con la leyenda y aumentada con invenciones y añadidos al Libro de Daniel.


  Cuando llega 9 de Av, es habitual encontrarse con textos que mencionan esta fecha como el momento de la destrucción del Templo de Salomón y la consiguiente deportación a Babilonia de los súbditos del Reino de Judá, como si este nefasto evento histórico  hubiera ocurrido de forma puntual; pero no es así: los hechos de la caída de Judá ante los babilonios se sucedieron durante casi año y medio y, además,  la deportación a Babilonia se realizó en dos tiempos, bajo el reinado de dos distintos monarcas hebreos.

  Pongamos un poco de memoria y un tanto de orden. El rey Menashe, a quien H´perdonó su impiedad pagana en sus últimos años, tuvo un hijo peor que él –  fue asesinado por ello-  el cual fue padre del rey niño Josías. En el reinado de Josías se cerró el cánon del Tanaj, con la aparición casual del libro de Dvarim, el Deuteronomio. (La parashá de Shabat Jasón, el Shabat anterior a 9 de Av, como sabemos, es el principio de este libro) Oriente Próximo, en aquel entonces, vivía un punto de inflexión crítico: Asiria aún no había sucumbido ante  Babilonia y Egipto se recuperaba del asedio de Asiria, mientras que Judá se mantenía haciendo equilibrios entre las tensiones de estos imperios entre el Nilo y el Eufrates. Cuando Babilonia se abalanzó sobre la asiria Nínive, Necao, farón de Egipto, sale al rescate de los asirios y se enfrenta en Meguidó – Valle de Jezreel – con el ejército judaítico de Josías, aliado de Babilonia. Necao mata a Josías. Le sucede Yoakas y no su hermano primogénito. Asiria cae devorada por los babilonios y Necao, de regreso a Egipto, se indigna ante la sucesión en Jerusalén, por lo que se lleva cautivo a Yoakaz y sienta el trono judío a Yoakim – Jeconías. Entonces, Nabucondonosor II de Babilonia, que ha derrotado a los asirios, se envalentona y se enfrenta a Necao de Egipto en Carquemish. El reino de Yoakím pasa así a ser vasallo de Babilonia, pero no puede sustraerse a las incitaciones a la rebelión contra los babilonios; Nabucondonosor envía bandas de arameos y amonitas a represaliar a Judá. Incluso Nabucondonosor asedia Jerusalén. Yoakim muere y le sucede Yeyohakím, que hace caso omiso a las profecías de Jeremías (se cumplen con el sucesor, Sedecías, el último rey de Judá).

Y entonces, en tiempos aún de Yehohakím,  es cuando sucede lo que relata el Libro de Daniel, capítulo I: que el tercer año del reinado de Yeyohakim, el jefe de los eunucos bailonios se llevó consigo una serie de jóvenes aristócratas de buen ver para servir en la corte de Nabucondonosor. Daniel el profeta fue deportado a Babilonia junto a Janania, Mishael y Azarías,  quienes tomando nombres caldeos de Baltasar, Shadrak,  Meshak y Abed Nego, pasan a formar parte de las más altas esferas de cortesanos babilonios cuando llegan las grandes familias de Jerusalén (los pobres y campesinos se quedan en Judá hasta al menos el asesinato del gobernador babilonio Guedalia)

Pero pronto surgiría el problema en la corte de Nabucondonosor  con los tres nuevos funcionarios judíos de la corte caldea.

Lirio llamado «Horno de Nabucondonosor»

En el capítulo tercero del Libro de Daniel, se cuenta que Nabucondonosor mandó erigir en Dura una enorme estatua de oro para que se supiera en el universo que su reino sería eterno. Además, decretó mediante un heraldo  que,  en la inauguración del monumento que se hacía a sí mismo, al sonar los cuernos, pífanos y cítaras habría que postrarse ante la estatua y adorarla. Quien rehusara aquella orden, sería enviado a los hornos crematorios… Janania, Mishael y Azarías fueron denunciados por sátrapas babilonios por no haberse postrado. Nabucondonosor, conocido por su inestabilidad mental, ardía de ira y con gran cólera mandó llamar a los insurrectos judíos que osaban desafiar sus órdenes. Tras preguntarles si era verdad que rechazaban adorar la estatua de oro, les amenazó con quemarlos vivos en los hornos. Los judíos respndieron que su dios podría librarlos de morir en aquel lugar… Nabucondonosor ordenó a sus sirvientes que encendieran ya mismo los hornos,  pero no como era costumbre, sino con una fuerza siete veces superior a lo habitual. Y entonces se obró el milagro: al llegar a los hornos, los sirvientes murieron y los tres judíos cayeron entre las llamas, pero entre ellas se veía no a tres sino a cuatro personas caminar libremente cual si nada pasara. Del ángel que los salvaba decían que tenía un aspecto como de hijo de los dioses. Nabucondonosor quiso verlo con sus propios ojos. Y,  tras comprobar lo que le habían contado sus funcionarios, decretó que nadie se atreviera a insultar al dios de los judíos porque, entonces,  ordenaría cortar en pedazos a quien les ofendiera. Luego, los tres judíos fueron promocionados dentro de la corte y prosperaron mucho en el reino de Babilonia. Después Nabucondonosor enloqueció durante siete años, quizás por ser consciente de que fue él mismo quien destruyó el Templo de Jerusalén y ofendió al dios de los judíos…

En las adiciones al Libro de Daniel – como por ejemplo en la traducción dolorosa llamada de la Septuaginta, de la que bebe el cristianismo – aparece un texto extratanájico en el que Azarías, en nombre de los Patriarcas Abraham, Yitsjak y Yaakov solicita la salvación, llegando el ángel que enfría las llamas que los envuelven. Este texto – prótesis lírica al texto original – escrito en hebreo pero hacia finales del S I d.e.c. se canta en el servicio de maitines de la Iglesia Ortodoxa, en especial en los domingos anteriores a Navidad y también en el Sábado de Pascua. La película de Serguéi Eisenstein Iván el Terrible incluye una representación de la historia en la Catedral de la Dormición en el Kremlin de Moscú. Los luteranos, por su parte, lo conmemoran el 17 de diciembre.