Inicio de la obra Pajad David sobre el Libro de Bereshit por Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita
Es sabido que las almas del pueblo de Israel fueron creadas antes de la
creación misma. Siendo así, es necesario entender de dónde provienen las
almas de los conversos y si también las almas de los conversos fueron
creadas antes de la creación del mundo junto con las almas del pueblo de
Israel o si son almas nuevas que se crearon y se siguen creando con el
resto de las almas de los pueblos del mundo.
Oí decir que las almas de los conversos tienen su raíz en las almas de
aquéllos que desearon recibir la Torá en el Monte Sinaí, pero que no
tuvieron la posibilidad de llegar y pararse al pie del mismo. Dios se
comportó con bondad hacia esas almas, que a lo largo de la historia
fueron uniéndose al pueblo de Israel a través de la conversión aceptando
el yugo de la Torá y de las mitzvot. Con esta explicación, se acentúa aún
más nuestra pregunta respecto a si las almas de los conversos fueron
creadas antes de la creación del mundo junto con las almas de Israel y
esperan a los conversos hasta el momento en el que se sumerjan en la
mikve y acepten el yugo de la Torá y de las mitzvot, o si esas almas tienen
una naturaleza distinta de las almas del pueblo de Israel.
Podemos responder a esta pregunta a partir del versículo “En el
principio Dios creó los cielos y la tierra”. La palabra shamaim (cielo)
alude a las almas del pueblo de Israel que representan a los cielos
elevados y superiores mientras que la palabra aretz (tierra) alude a las
almas de los conversos. ¿Por qué las almas de los conversos tienen la
característica de aretz? Porque ellos no recibieron un alma judía en el
momento mismo de su nacimiento, sino solamente después de algunos
años sobre la tierra, en el momento en que deciden unirse al pueblo judío.
La palabra bará (creó) tiene el mismo valor numérico que la palabra guer
(converso); es decir que incluso antes de la creación del mundo, Dios
creó también las almas de los conversos junto con las almas de los judíos
y la Torá, que como ya dijimos son reshit (el principio).
El hecho de que Dios creara las almas de los conversos junto con las
almas de los judíos fue un acto de jesed, para que en el momento en que
éstos se unan al pueblo de Israel su integración sea completa, llegando
hasta la raíz misma, que es la raíz de las almas del pueblo de Israel que
fueron creadas antes de la creación del mundo. Es posible que si Dios
no lo hubiera hecho de esta manera,el pueblo de Israel no habría deseado
recibir a los conversos entre ellos considerándolos como su propio ser.
Como Dios ya sabía que en el futuro habría conversos que desearían
aceptar el yugo de la Torá y de las mitzvot (dado que sus almas ya habían
deseado aceptar la Torá en el Monte Sinaí pero no tuvieron la posibilidad
de hacerlo), por eso creó sus almas junto con las almas del pueblo de
Israel, y de esta manera les otorgó la fuerza y la posibilidad de unirse al
pueblo judío y convertirse en una parte inseparable del mismo.
La Torá comienza con las palabras: “En el principio creó Dios” y
termina con las palabras “Ante los ojos de todo Israel”. De aquí se
aprende que incluso antes del mundo, Dios tuvo la intención de aceptar
a las almas de los conversos dentro del seno del pueblo judío, porque
como ya explicamos, la palabra bará alude a la creación de las almas de
los conversos. En el momento en el cual la persona se convierte, a pesar
de que en ese momento pueda ser un anciano, se considera como si
hubiera nacido de nuevo debido a que está escrito “En el principio”.
Desde ese momento, él forma parte del pueblo de Israel tal como está
escrito al final de la Torá: “Ante los ojos de todo Israel”. Y así como la
bendición de Moshé Rabenu recae sobre todo el pueblo de Israel, también
recae sobre los conversos a quienes se nos ha ordenado amar como a
hermanos, tal como está escrito: “Y amarás al converso”.
Mi alumno, Rabi David ben Shalom HaCohen, agrega que está escrito:
“Y Dios el Eterno formó al hombre del polvo de la tierra e insufló en su
nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un alma viviente”
(Bereshit 2:7). ¿Qué significa “aliento de vida”? La Torá podría haber dicho
que Dios insufló en la nariz del hombre el alma. La respuesta es que Dios
es una luz infinita sin ningún límite. Dicen nuestros Sabios que el alma es
una parte del Dios Eterno, tal como está escrito: “Porque el alma de la
persona es la vela de Dios”. De esta manera, el alma es una parte de la
luz del Creador, que tiene vida sin límite. Y así como Dios existe por toda
la eternidad, de la misma manera el aliento de vida de la persona -que es
parte de esa luz Divina- no tiene ningún límite y existe eternamente.
Como sabemos, la raíz de las almas se encuentra debajo del Trono
Divino y por eso las almas tienen mayores méritos que todos los mundos
lo hubiera hecho de esta manera, el pueblo de Israel no habría deseado
recibir a los conversos entre ellos considerándolos como su propio ser.
Como Dios ya sabía que en el futuro habría conversos que desearían
aceptar el yugo de la Torá y de las mitzvot (dado que sus almas ya habían
deseado aceptar la Torá en el Monte Sinaí pero no tuvieron la posibilidad
de hacerlo), por eso creó sus almas junto con las almas del pueblo de
Israel, y de esta manera les otorgó la fuerza y la posibilidad de unirse al
pueblo judío y convertirse en una parte inseparable del mismo.
La Torá comienza con las palabras: “En el principio creó Dios” y
termina con las palabras “Ante los ojos de todo Israel”. De aquí se
aprende que incluso antes del mundo, Dios tuvo la intención de aceptar
a las almas de los conversos dentro del seno del pueblo judío, porque
como ya explicamos, la palabra bará alude a la creación de las almas de
los conversos. En el momento en el cual la persona se convierte, a pesar
de que en ese momento pueda ser un anciano, se considera como si
hubiera nacido de nuevo debido a que está escrito “En el principio”.
Desde ese momento, él forma parte del pueblo de Israel tal como está
escrito al final de la Torá: “Ante los ojos de todo Israel”. Y así como la
bendición de Moshé Rabenu recae sobre todo el pueblo de Israel, también
recae sobre los conversos a quienes se nos ha ordenado amar como a
hermanos, tal como está escrito: “Y amarás al converso”.
Mi alumno, Rabi David ben Shalom HaCohen, agrega que está escrito:
“Y Dios el Eterno formó al hombre del polvo de la tierra e insufló en su
nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un alma viviente”
(Bereshit 2:7). ¿Qué significa “aliento de vida”? La Torá podría haber dicho
que Dios insufló en la nariz del hombre el alma. La respuesta es que Dios
es una luz infinita sin ningún límite. Dicen nuestros Sabios que el alma es
una parte del Dios Eterno, tal como está escrito: “Porque el alma de la
persona es la vela de Dios”. De esta manera, el alma es una parte de la
luz del Creador, que tiene vida sin límite. Y así como Dios existe por toda
la eternidad, de la misma manera el aliento de vida de la persona -que es
parte de esa luz Divina- no tiene ningún límite y existe eternamente.
Como sabemos, la raíz de las almas se encuentra debajo del Trono
Divino y por eso las almas tienen mayores méritos que todos los mundos
Dijeron nuestros Sabios: “Los tzadikim al morir son llamados ‘vivos’ y
los malvados en vida son llamados ‘muertos’”. Cuando la persona se aleja
del servicio Divino y de su Creador y hace algo “malo” (רע) (palabra cuyas
iniciales implican עצמו רצון ,es decir, su propia voluntad), sigue cayendo
en sus actos cada vez más porque un pecado provoca otro pecado, hasta
que finalmente la persona se convierte en un rashá (un malvado), cuyas
letras también son las iniciales de “por su propia voluntad”. Debido a la
maldad, la Presencia Divina se aleja de la persona hasta que finalmente
ésta queda sin Supervisión. Vimos que Dios es llamado “Mi Nombre”, tal
como está escrito: “Yo Seré el que Seré… Éste es Mi Nombre por siempre
y para siempre y éste es Mi recuerdo de generación en generación”. De
estos versículos se entiende que “Mi Nombre” se refiere a la Shejiná, a la
Presencia Divina, porque la persona tuvo el mérito de que la Shejiná se
posara sobre ella, porque fue creada a imagen Divina. Podemos decir que
éste es el secreto del versículo “Porque Mi Nombre está cerca de él” y
también del versículo “Serás llamado por el Nombre de Dios”.
Si dividimos la palabra neshamá (alma) y tomamos las dos primeras
letras (nun y shin), obtenemos el mismo valor numérico que la palabra
“Shemi” (Mi Nombre). Esto implica que cuando la persona actúa y sigue
el camino del mal, se aleja de él el Nombre de Dios [nun shin – Shemi] y
nos queda solamente el final del versículo (nishmat jaim, si quitamos la
nun y la shin queda met jaim) “muerto vivo”. Esto es lo que dijeron
nuestros Sabios, que los malvados son llamados muertos aún cuando
viven. En cambio, los tzadikim incluso cuando mueren en este mundo, el
Nombre de Dios sigue ligado a ellos y por eso se consideran “aliento de
vida”, es decir que están cerca de sus almas, que es una parte Divina y
que existe eternamente. Hasta aquí la palabras de mi estimado alumno.
A partir de todo esto podemos explicar que los pueblos del mundo que
no tienen en sus bocas todo el tiempo el Nombre de Dios, no son llamados
“Adam”, y solamente aquellos que ponen el Nombre de Dios en sus bocas
merecen ser llamados Adam y poseer el “aliento de vida”. Cuando los
conversos se unen y se apegan a la Shejiná, merecen recibir también el
“aliento de vida”, porque al recibir el yugo de la Torá y de las mitzvot se
alejan de la definición de los malvados que están muertos y entran al
grupo de los tzadikim que están vivos tanto en este mundo como en el
Mundo Venidero.