Parashá: תְּרוּמָה, Trumá, Ofrenda. Exodo 25:1–27:19. Haftará: Reyes I, 5:26–6:13. Darshán: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita
“Y harán para Mí un Mikdash,
y residiré en medio de ellos.”
(Shemot 25:8)
El Mishcán y todos sus utensilios encierran muchas ideas y lecciones de moral para todas las generaciones: significa reconocer el sendero correcto por el cual la persona debe andar. El Mishcán se encontraba en medio del campamento de Israel, y todas las sagradas tribus acampaban a su alrededor, como declara el versículo (Bamidbar 1:50):
«Y alrededor
del Mishcán, acamparán”.
Y los Hijos de Israel viajaban en esa misma formación como acampaban, a lo largo de todos sus viajes por el desierto, durante cuarenta años. Esto nos enseña que el Pueblo de Israel tenía que estar unido y reunido alrededor del Mishcán de Hashem y de la Tienda de Reunión, porque ese era el lugar en donde se posaba la Shejiná. No obstante, si no fuera porque pecaron con el becerro de oro, no habrían necesitado construir el Mishcán para estar unidos alrededor de la sagrada Shejiná. Esto se debe a que ya habrían ameritado esa unión al estar al pie de la montaña en el acontecimiento en el Monte Sinai, como diceel versículo (Shemot 19:2):
“Y acampó allí Israel, frente al
Monte”.
Rashí explica al respecto que el versículo habla en singular para destacar que lo hicieron “como si fueran una sola persona con un solo corazón”. Todos acamparon alrededor de la sagrada Shejiná y todos aceptaron la Torá a la vez, con todo el corazón y deseo sincero. Pero dicha fraternidad fue anulada con el becerro de oro, pues todo el Pueblo de Israel se unió para hacer idolatría y adherirse a la impureza. De esa forma, se desconectaron del Creador del Mundo y se separaron de la sagrada Shejiná. Luego de que se arrepintieron, tuvieron la necesidad de regresar a esa unión que había reinado entre ellos y el Creador; eso solo lo podían lograr por medio de la construcción del Mishcán.
Una vez construido el Mishcán, acamparon a su alrededor y todos los Hijos de Israel dirigieron los ojos hacia él, ya que allí reposaba la Shejiná. Solo entonces pudieron retornar a esa unión que habían tenido anteriormente, y que había prevalecido entre ellos y su Padre Celestial.
Es sabido que un círculo es el símbolo de la unión. El círculo no tiene esquinas, así como tampoco tiene principio ni fin. Las personas que se sientan en una mesa redonda se consideran que todas están al mismo nivel.Pensé en decir, con ayuda del Cielo, que el becerro de oro, con el cual pecaron los Hijos de Israel, se llama en hebreo “éguel”, y es como la palabra en hebreo para círculo «igul», que denota unidad. No obstante, esa unión fue para mal, una unión corrupta que produjo la destrucción entre los Hijos de Israel.Desde entonces, desapareció aquella unión que se había formado entre ellos y Hashem en el acontecimiento en el Monte Sinai, y fue reemplazada por la separación y el alejamiento, pues Hakadosh Baruj Hu se alejó y apartó Su Shejiná sagrada de ellos.
Sin embargo, después de que los Hijos de Israel volvieron en completa teshuvá por su pecado, existió la necesidad de que todos estuvieran unidos para hacer solo la voluntad de Hashem con todo el corazón, como al principio. Y por medio de la construcción del Mishcán, en medio de los Hijos de Israel, y el hecho de que ellos acamparan alrededor de él, volvió a posarse la unión entre ellos.
El Alshej Hakadosh, zíaa, ya explicó que lo principal de la construcción del Mishcán se encuentra dentro del corazón de la persona, y Hakadosh Baruj Hu pide posar Su Shejiná dentro de la persona misma, como dice el versículo (Shemot 25:8):
“Y harán para Mí un Mikdash y residiré en medio de
ellos”.
El versículo no dice “dentro de él (el Mikdash)”, sino “dentro de ellos”, dentro de cada uno de ellos. Todo judío tiene la obligación de habilitar su corazón y consagrarse en el estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot, y de las buenas y rectas cualidades, de modo que su cuerpo esté apto para que la Shejiná se pose en él .
Según lo dicho, se comprende que la Torá detalló toda la construcción del Mishcán y de sus utensilios, porque Hakadosh Baruj Hu sabía que, lamentablemente, iba a llegar un día en el cual el Bet Hamikdash sería destruido. Y hoy en día, en que no tenemos el Mishcán, ¿cómo se pueden materializar estas parashiot, pues sabemos que no hay palabra en la Torá que esté escrita en vano y sin necesidad —jas veshalom—? Más bien, la respuesta es que, en efecto, la orden de la Torá de “hagan para Mí un Mikdash” es una orden para todas las generaciones, tanto para aquellas en las que existió el Bet Hamikdash como para aquellas en las que se encuentra destruido. Porque a pesar de que es cierto que el Mishcán — hecho de madera de acacia— fue destruido y anulado, de todas formas, toda persona tiene la sagrada obligación, en todo momento, de construir su Mishcán particular en medio de su ser, y la responsabilidad de embellecerlo estudiando Torá, con buenos actos y mitzvot, con el fin de que Hakadosh Baruj Hu desee residir y posar Su Shejiná dentro de ese “Mishcán”. Si la persona así lo hace, resulta que, en lo que a ella respecta, el Mishcán no fue destruido, porque su “Mishcán” particular que construyó en su corazón para Hashem se encuentra completo dentro de su ser.