PARASHAT BE´MIDBAR

Parashá: בְּמִדְבַּר, Be´midbar, En el desierto.  Números 1:1–4:20. Haftará : Oseas  2:1–22. Darshán: e, Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita.


“Cada hombre, junto a
su bandera, según las
insignias de la casa de
sus padres, acamparán
los Hijos de Israel; frente
a la Tienda de Reunión,
alrededor acamparán”
(Bamidbar 2:2).

Podemos entender del versículo que las banderas y las insignias de los Hijos de Israel tienen una significación  especial, por cuanto cada tribu tenía su insignia particular. Sin embargo, es necesario comprender en qué se basa esta significancia. A mi humilde parecer, podremos tener una idea a partir del versículo (Shir Hashirim 2:4):

“Me llevó a la sala de banquetes y su bandera sobre mí era amor”.

La bandera simboliza el amor por parte de Hakadosh Baruj Hu a los Hijos de Israel, como dijeron Jazal (Bamidbar Rabá 2:3), porque en la expresión bet hayain (traducido aquí como ‘sala de banquetes’, literalmente ‘casa de vino’), el término yain (יין’ :vino’) tiene el equivalente numérico de 70, que alude a las 70 naciones del mundo. Es decir, Hakadosh Baruj Hu llegó a Su “sala de banquetes” para ver a las 70 naciones del mundo, pero, de entre todas las banderas, elevó sólo las banderas de los Hijos de Israel, a quienes Él ama por encima de todas las demás naciones.

Jazal nos esclarecen sobre el versículo “Me llevó a la sala de banquetes” que cuando Hakadosh Baruj Hu se reveló en el Monte Sinai, con Él descendieron 220,000 ángeles, los cuales estaban agrupados por diversas banderas. Cuando los Hijos de Israel los vieron agrupados por banderas, ansiaron estar agrupados de forma similar. Eso es lo que quiere decir el versículo de Shir Hashirim. Hakadosh Baruj Hu les dijo: “Ansiaron estar agrupados por banderas, He de concederles aquello”. Entonces, Hakadosh Baruj Hu le dijo a Moshé:

“Ve y reúne a los Hijos de Israel por banderas, tal como ellos quisieron”.

Aprendemos de aquí que la virtud de estar organizados y ordenados, propia de los ángeles, fue lo que los Hijos de Israel quisieron emular, pues esa es la forma en que los ángeles ministeriales sirven a Hashem en las Alturas. Y esa aspiración de los Hijos de Israel era elevada, pues el hombre que es ordenado se puede mantener firme en su lugar, pues sabe dónde está cada cosa, qué hacer y cómo proceder en sus metas; y así, por medio de la organización apropiada, puede ascender. Y la organización y el orden no sirven solo para lo material, sino también para lo espiritual, para realizar el mejor servicio a Hashem. El hombre organizado no se asombra o espanta cuando la vida le presenta vicisitudes. Él no se confunde, y actúa como es debido a lo largo de la vida, pues sabe cómo conducirse en cualquier circunstancia.

Se cuenta acerca del Saba de Kélem que solía ir de vez en cuando a visitar la yeshivá de su hijo para ver cómo le iba. A él solo le bastaba ver cómo mantenía su cuarto; si estaba ordenado, entonces sabía que estaba bien. Pues un hombre ordenado sabe establecer las prioridades y estar a la altura de las circunstancias. A eso aspiraban los Hijos de Israel al agruparse por banderas: ascender y ser como los ángeles; vivir de forma organizada, principalmente en cuanto a la espiritualidad. Hashem comprendió esta aspiración y, de inmediato, le ordenó a Moshé Rabenu acerca de la agrupación de los Hijos de Israel por banderas, para que pudieran ascender y acercarse a Hakadosh Baruj Hu.

A mi humilde parecer, la extrema aspiración de los Hijos de Israel de parecerse a los ángeles fue una virtud muy elevada, la cual demostraron al decir “Haremos y escucharemos”, con lo que se hicieron más grandes que los ángeles. Y si los Hijos de Israel ascendieron al nivel de los ángeles, se entiende bien que en el desierto debieron estar agrupados por banderas, organizados tal como los ángeles, pues habían llegado a ese nivel.