PARASHAT HA ´SHAVÚA: «BE´HAR-BE´JUKOTAY»

Parashot: Behar, בְּהַר, En el Monte,  Levitico 25:1–26:2, y Be´Jukotai, En mis leyes, בְּחֻקֹּתַי‎ , Levitico 26:3–27:34. Haftará sfaradit:  Jeremías ,  16:19–17:14. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita.


 

“Porque los Hijos de Israel son para Mí
siervos; Mis siervos son, a quienes saqué
de la tierra de Egipto. Yo soy Hashem,
vuestro Dios” (Vaikrá 25:55).

Son muchas las veces en las que la Torá menciona el hecho de que los Hijos de Israel son como siervos para Hakadosh Baruj Hu, pues, luego de que ellos fueron esclavizados por los egipcios en Egipto, Hakadosh Baruj Hu los redimió de esa esclavitud con mano elevada y brazo extendido, e incluso les proporcionó la Torá con el fin de que fueran liberados del yugo de Egipto de forma definitiva y pudieran someterse solo a Hashem Yitbaraj.

He aquí que la Torá, en cierta forma, representa una “carga” para el hombre por el hecho de que se le exige que ceda su propia voluntad y sus deseos, y se someta a la voluntad de Hakadosh Baruj Hu. Y a veces, el andar por el sendero de Hashem puede provocar situaciones de pérdida económica, vergüenza, o similares. Pero, a pesar de todo, el hombre tiene la orden de atender la voz de la sagrada Torá y conducirse de acuerdo con lo que ella dicta. Y he aquí que encontramos algo interesante, que, aunque la Torá está en concepto de “sometimiento” para el hombre, está dicho (Tratado de Avot 6:2) “No hay hombre libre sino el que se dedica a la Torá”.

A la luz de esta máxima, podemos objetar: ¿acaso la Torá está en condición de “sometimiento” y “esclavitud”, o acaso tiene un aspecto de libertad a tal punto que al que se esfuerza y extenúa en ella se lo define como “hombre libre”? Al principio de la parashá de Bejukotay, encontramos el versículo (Vaikrá 26:3):

“Si en Mis estatutos anduviereis”,

y Rashí esclarece al respecto que la frase se refiere a que hay que extenuarse en la Torá. Se entiende que la Torá exige mucho esfuerzo y extenuación, y no basta con que el hombre estudie la Torá de forma incidental y cumpla las mitzvot por inercia o costumbre, sin ánimos ni dedicación. Este hecho agudiza aún más la objeción que propusimos anteriormente: si el estudio de Torá exige esfuerzo y extenuación y, más aún, por cuanto el esfuerzo en la Toráes un aspecto inseparable de las mitzvot de la Torá, y es en sí una mitzvá de la Torá, ¿cómo se les puede llamar a los que se dedican a la Torá “hombres libres”?

Podemos responder que, en efecto, la aceptación del yugo de la Torá y de las mitzvot se encuentra en concepto de “sometimiento” y “esclavitud”, y la intención de Hakadosh Baruj Hu cuando nos entregó la Torá fue la de quitarnos de encima el yugo de la esclavitud de Egipto y poner sobre nosotros el yugo de la Torá y las mitzvot. Pero, a pesar de ello, en todo aquel que observe la Torá y sus mitzvot, se cumple lo dicho en los Cánticos de Rihal (cántico “Avdé hazemán”, Shaaré Haavodá de Rabenu Yoná 45): “Solo el siervo de Hashem está libre”. Y para comprender a qué se refiere, he de explicarlo con una alusión: en la víspera de Pésaj, el hombre está “esclavizado” a la limpieza de su casa, pues tiene la obligación de sacar todo el jametz de su dominio, de toda esquina o grieta de su casa. Podemos atestiguar que dicha limpieza de la Festividad de Pésaj es en condición de “esclavitud”, pues requiere de mucho esfuerzo. Pero cuando por fin llega la Festividad de Pésaj, entonces, toda sensación de esclavitud que habíamos sentido hasta entonces se esfuma y la olvidamos, como si nunca hubiera sucedido. Cuando comienza la festividad, nos sentimos como verdaderos hombres libres, liberados de todo esfuerzo o molestia.

Asimismo, en la mayoría de las casas del Pueblo de Israel, la víspera de Shabat representa un momento apremiante y de presión. Todos están ocupados con los preparativos de Shabat que está por comenzar. Un hombre foráneo que presenciare lo que sucede en nuestras casas indudablemente se percataría de la ardua actividad, y hasta sentiría la presión en el aire. Pero cuando comienza Shabat, la mujer de la casa enciende las velas, los varones se apresuran a ir a la sinagoga, y de inmediato se siente que la serenidad envuelve todo el hogar; todos perciben el deleite y el descanso del día, como dijeron nuestros Sabios (v. Rashí acerca del versículo Bereshit 2:2): “Llegó Shabat, llegó el descanso”. Por lo tanto, dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Avodá Zará 3a): “El que se afanó en la víspera de Shabat, comerá en Shabat”; es decir, el que se esfuerza y extenúa en la víspera de Shabat para preparar lo necesario para Shabat, cuando todavía no ha comenzado, tendrá el mérito de sentir la tranquilidad y la serenidad envueltas en la esencia de Shabat; y hasta podrá deleitarse con las delicias que preparó para Shabat.

Podemos enlazar estos tiempos apremiantes y de presión —como la víspera de Pésaj o la víspera de Shabat— con los tiempos en los que tenemos la obligación de cumplir las mitzvot que requieren de nosotros mucho esfuerzo y extenuación. No cabe duda de que, a veces, el cumplimiento de las mitzvot exige que el hombre se arme de fuerza en el servicio a Hashem, y hasta guerree contra su Inclinación al Mal, que trata con todas sus fuerzas de someter a la persona bajo su dominio con el fin de que no se someta al yugo de la Torá y las mitzvot. Pero cuando el hombre logra vencer a su Inclinación al Mal, y, por ejemplo, se levanta temprano en la mañana para ir a rezar con un minián, aquella sensación de yugo y esclavitud que sintió al momento que tenía que desconectarse de las cadenas de su sueño se convierten prontamente en una sensación de alegría y serenidad que lo llenan de satisfacción, por cuanto tuvo éxito en vencer a su Inclinación al Mal y someterla. Eso es lo que dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Avot 6:2): “No hay hombre libre sino el que se dedica a la Torá”; es decir, se trata de un hombre liberado de su Inclinación al Mal, fuera del alcance de sus garras. Cuando la Inclinación al Mal ya no está a las puertas del hombre, acechándolo, y no lo logra someter, entonces, el cumplimiento de las mitzvot, con todo el esfuerzo que ello implica, le provoca al hombre una sensación de satisfacción y alegría, las cuales son, en sí mismas, la verdadera libertad, que no tiene comparación. Podemos decir que la “esclavitud” a Hashem no implica sufrimiento ni dolor como lo implica la esclavitud en general. Más bien, esta esclavitud viene a expresarla conexión y la obligación que tienen los Hijos de Israel para con su Creador; es más, cuando el hombre es meticuloso en observar y reforzar su esclavitud a Hashem, pronto se sentirá como un verdadero hombre libre.

En la plegaria de Shajarit de Shabat, acostumbramos decir:

Yismaj Moshé bematenat jelkó, ki éved neemán karata lo

(‘Se alegrará Moshé con el obsequio de su porción, porque lo llamaste “siervo fiel” ’.

Aprendemos de aquí que Moshé Rabenu sintió una gran alegría por haber sido elegido el siervo de Hashem, y no cualquier siervo, sino un siervo fiel del Creador. Y, más aún, Hakadosh Baruj Hu fue Quien le otorgó dicho título, como dice la tefilá: “porque lo llamaste ‘siervo fiel’ ”. Y así encontramos que los Tzadikim y los grandes de la generación solían anexar a su firma la expresión éved Hashem (‘siervo de Hashem’), con lo que nos enseñan cuán grande es la alegría y el mérito que sienten los Tzadikim con ser “siervos de Hashem”.