PARASHAT HA´SHAVÚA: «AJAREI MOT»

Parashá: Ajarei Mot, Tras la muerte, אַחֲרֵי מוֹת, Levítico  16:1–18:30, Haftará: 1 Samuel 20:18–42 (especial por víspera de Rosh Jodesh) Darshán: , Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita.


“Le dijo Hashem a Moshé:
‘Habla a Aharón, tu hermano, y
que no venga en todo momento
al Kódesh’.” (Vaikrá 16:2)

Anteriormente, la Torá habló acerca de una mitzvá que era exclusiva de los cohanim —de Aharón y sus hijos—, y esa mitzvá la recibió Aharón directamente de boca de Hashem. El versículo (Vaikrá 10:8) dice:

“Y habló Hashem
a Aharón, diciéndole: ‘Ni vino ni licor
bebas, ni tú ni tus hijos contigo, al venir
vosotros a la Tienda de Reunión’”.

Si ya había un precedente de que Hashem habló directamente con Aharón respecto de la orden del sacerdocio, ¿por qué, entonces, la prohibición de entrar en cualquier momento al Kódesh Hakodashim le fue dicha a Moshé? ¿Por qué nose la dijo directamente a Aharón mismo? Con la ayuda del Cielo, pensé en responder diciendo que esta orden de no entrar al Kódesh Hakodashim en todo momento era una orden muy difícil para Aharón. Aharón y sus hijos eran la personificación del anhelo por el apego a Hakadosh Baruj Hu, y del acercamiento a Él sin separaciones o límites. De pronto, Hakadosh Baruj Hu exigió de él una especie de limitación y le prohibió acercarse en todo momento al Kódesh, con excepción de una sola vez al año, en Yom Kipur. Esta orden iba a ser muy difícil para Aharón; por eso, para que no lo impactara tanto, Hakadosh Baruj Hu le ordenó a Moshé que le explicara de forma agradable que esa era la voluntad de Hashem, y que debía aceptarla con amor.

Este concepto va acorde también con el hecho de que Aharón era de la tribu de Leví, la cual se destacó por su entrega total en el cumplimiento de la voluntad de Hashem. Cuando los Hijos de Israel pecaron con el becerro de oro, Moshé reunió a todos los miembros de la tribu de Leví y les dijo (Shemot 32:27):

“Que cada hombre ponga
su espada sobre su muslo, atraviese y vuelva de un portón
al otro del campamento y mate cada cual a su hermano,
cada cual a su compañero, cada cual a su allegado”.

No cabe duda de que esta orden fue extremadamente dura para los miembros de la tribu de Leví, pues ¿cómo podría atreverse alguien a levantar su mano contra su allegado o su familiar, y matarlo? Pero como esa era la voluntad de Hashem, ellos arrancaron de sus corazones los sentimientos, alejaron de su pensamiento todas las consideraciones personales, y así cumplieron la orden de Hashem en su totalidad. Esa es la característica de la tribu de Leví: la realización de la voluntad de Hashem Yitbaraj, aun cuando ello implica llevar a cabo algo muy difícil. Esa fue la conducta de Aharón, quien nunca dejó de servir a Hashem. Siempre estuvo sediento de la palabra de Hashem, como escribe Rashí (Bamidbar 8:2): “¿Por qué se yuxtapuso la sección de la Menorá a la sección de los príncipes? Porque, como Aharón vio la inauguración que estaban llevando a cabo los príncipes, se entristeció pues no tenía participación en dicha inauguración, ni él ni su tribu. Hakadosh Baruj Hu le dijo: ‘¡Por tu vida! Tu porción es mayor que la de ellos, pues tú enciendes la Menorá y preparas las luminarias’”.

El que es observador podrá preguntar: Aharón Hacohén habitaba principalmente en el Bet Hamikdash; cada día ofrendaba los sacrificios, sahumaba el incienso y encendía la Menorá. ¿Acaso el ofrecimiento de los príncipes —que era algo que solo iba a suceder una vez— lo molestaba tanto que se sintió decaído por no ser parte de los que ofrendaban?

Acerca de Aharón está dicho que, en lo que a temas espirituales respecta, no se bastaba con lo que tenía a
su alcance, sino que siempre aspiraba a más y más. Él quería con todo su ser acercarse a todo lo que tenía que ver con la santidad. Por lo que, a pesar de que tenía una labor permanente en el Mikdash con el ofrecimiento de los sacrificios, de todas formas, todavía anhelaba con toda su alma tener una porción en el ofrecimiento de los príncipes de las tribus. Aharón Hacohén amaba a Hakadosh Baruj Hu con todo su ser y no se satisfacía nunca; siempre buscaba apegarse a Hashem Yitbaraj y aumentar su elevación espiritual. Para una persona como ésta, que tiene un fuego que arde en su ser por acercarse a Hashem Yitbaraj, sin duda le iba a ser difícil escuchar que le ordenaran limitarse y que no le permitieran ir al Kódesh en cualquier momento. Por eso, Hakadosh Baruj Hu se apiadó de él y le envió a Moshé para que le diera dicha orden y le explicara con tranquilidad que esa era la voluntad de Hashem.

El único propósito de los Tzadikim en este mundo es sacrificarse de cuerpo y alma al servicio de Hashem
Yitbaraj, y hacer Su voluntad de todo corazón. Por eso, Hakadosh Baruj Hu les hace lo que ellos desean; lo que Le piden, Él se los concede y responde a sus plegarias y súplicas.