PARASHAT HA´SHAVÚA: «BE´HAR»

Parashá:  בְּהַר, be´har, En el Monte.  Levitico 25:1–26:2. Haftrá: Jeremías  32:6–27Darshán:  Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita


“Porque los Hijos de Israel son
siervos; son siervos Míos, a
quienes Yo saqué de la tierra
de Egipto. Yo, Hashem, vuestro
Dios” (Vaikrá 25:55).

En la Torá, se menciona muchas veces la condición de los Hijos de Israel como siervos de Hakadosh Baruj Hu, pues, como el Pueblo de Israel había sido subyugado por el pueblo egipcio en Egipto, Hakadosh Baruj Hu los rescató con mano elevada y brazo extendido, e incluso les dio la Torá. Hashem hizo todo esto con el fin de liberarlos del yugo y la esclavitud de Egipto de forma definitiva, para que pudieran ser siervos únicamente de Hashem Yitbaraj.

He aquí que la Torá, por un lado, implica una carga y servidumbre, por cuanto requiere que el hombre doblegue su propia voluntad a la voluntad de Hakadosh Baruj Hu, y sacrifique sus deseos en favor de lo que Hakadosh Baruj Hu espera de él. A veces, el andar por el sendero de Hashem puede provocar un gasto monetario, vergüenza o similares; pero, a pesar de ello, el hombre tiene la obligación de acatar las palabras de la sagrada Torá y conducirse de acuerdo con los dictámenes de ésta. Sin embargo, en todo esto, encontramos algo interesante, pues, a pesar de que la Torá implica una servidumbre para el hombre, dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Avot 6:2): “No existe hombre más libre que el que se dedica a la Torá”. Ante esta máxima, podemos preguntar: ¿acaso la Torá implica un yugo y sometimiento, o acaso La Torá implica libertad a tal punto que el esfuerzo y la extenuación en ella entra dentro de la definición de “hombre libre”? Podemos responder que, ciertamente, la recepción de la Torá y las mitzvot implica sometimiento y esclavitud, y ese fue, en efecto, el propósito de Hakadosh Baruj Hu al entregarla: quitar de encima de nosotros el yugo del sometimiento a Egipto, y ponernos bajo el yugo de la Torá y las mitzvot. Pero, a pesar de ello, a todo el que observa la Torá y las mitzvot, se le puede aplicar la frase “solo al siervo de Hashem se lo llama libre”.

Es posible comprender mejor este tema por medio de una alusión. En la víspera de Pésaj, el hombre se encuentra sometido a la limpieza para eliminar todo jametz de toda esquina y recoveco de su casa. Quien mejor que nosotros puede atestiguar que la labor de limpieza antes de Pésaj es toda una esclavitud, pues requiere de un esfuerzo extenuante. Pero cuando por fin comienza la festividad de Pésaj, entonces, toda aquella sensación de esclavitud que habíamos experimentado al momento de la limpieza desaparece por completo, y nos sentimos como hombres libres, liberados de cualquier molestia u opresión.

Y podemos relacionar esos momentos de presión en la víspera de Pésaj o de Shabat con otros momentos en los que estamos obligados a cumplir con una mitzvá que exige de nosotros esfuerzo y extenuación. No cabe duda de que a veces el hombre tiene que recuperar fuerzas para continuar en el servicio a Hashem y pelear contra la Inclinación al Mal, la cual trata con todas sus fuerzas de someterlo y esclavizarlo a su voluntad, con el fin de que el hombre no se someta al yugo de la Torá y las mitzvot.

Pero cuando el hombre logra superarse a su Inclinación al Mal y, por ejemplo, se levanta temprano para ir a rezar en un minián, aquella sensación de yugo y servidumbre que siente al momento de desconectarse de las sogas del sueño, pronto se convierte en una sensación de alegría y serenidad que lo sacian, por cuanto tuvo éxito en superarse a sí mismo y dominar su Inclinación al Mal. Eso es lo que dijeron Jazal (Tratado de Avot 6:2) con la expresión: “No existe hombre más libre que el que se dedica a la Torá”, pues es un hombre libre de la Inclinación al Mal, libre de sus garras malévolas. Y cuando la Inclinación al Mal ya no puede acechar al hombre y someterlo, entonces, el cumplimiento de las mitzvot, con todo el esfuerzo que ello involucra, le brinda al hombre una satisfacción y una alegría sinigual, pues se trata de una libertad verdadera que no tiene paralelo.

Aprendemos de aquí que, en efecto, los Hijos de Israel están sometidos únicamente a Hashem y a Su Torá, y si, en lugar de Hashem, ellos quisieran someterse a un hombre de carne y sangre de forma permanente, la Torá los castiga por ello. Podemos decir que la esclavitud a Hashem no implica sufrimiento o angustia como cualquier otra esclavitud en el mundo. Más bien, esta esclavitud viene a expresar la relación y la obligación que tienen los Hijos de Israel hacia el Creador. Más aún, cuando el hombre observa e incrementa su servicio a Hashem, muy pronto comienza a sentirse como un verdadero hombre libre.