PARASHAT HA´SHAVUA: «BO»

La Parashá de esta semana, «Bo» (Ve)  Éxodo 10:1-13:16, sobre las últimas tres plagas son enviadas sobre Egipto, por Adi Cangado.


 

“Para que pueda mostrar Mis señales estas, en su interior (del Faraón).” (Éx. 10:11)


“Y la sangre en las casas en las que resides será una señal para ti: cuando vea la sangre pasaré de largo; de manera que ninguna plaga te destruya cuando asole la tierra de Egipto.” (Éx. 12:13)

Los acontecimientos no son suficientes, nos enseña la Torá. Después de siete plagas que han asolado Egipto, el Eterno le dice a Moisés,

“Ve a donde Faraón, (…) para que pueda mostrar Mis señales estas, en su interior” (Éx. 10:11).

¿Por qué deben ser mostradas be´kirbó “en su interior”?

La transformación exterior de la realidad es continua, pero muchas veces el ser humano está al margen, como ausente. Es posible que las siete plagas anteriores endureciesen el corazón de Faraón, en el sentido de que no ha aprendido nada de lo acontecido. Es necesario romper esa dureza que, psicológicamente, atrapa al rey egipcio y le impide liberar a los hijos de Israel.

Pero la Torá también nos advierte sobre el corazón de Israel. Mientras el Faraón no aprende la lección, Israel no acaba de encaminarse hacia el Eterno: también el corazón de Israel tendrá que cambiar.

Sabemos que Israel ha sido protegido de muchas de las plagas, y que ha confiado en Moisés y Aarón, pero ¿está Israel realmente preparado? Para esto es necesario un paso final.

En el cap. 12 del Éxodo, Dios les pide sacrificar un cordero, el cordero pascual o pésaj, lo cual no debe pasarnos desapercibido. ¿Por qué es fundamental este acto ritual antes de ser liberados? La respuesta es: solamente a través del pésaj se libera Israel del yugo de Egipto.

Por entonces, también el pueblo de Israel adoraba a los dioses egipcios, por eso es necesario un acto de afirmación personal clara: Israel debe sacrificar el cordero, debe sacrificar al dios egipcio: señal de abandono de aquellas prácticas y por lo tanto de preparación para dejar Egipto.

Pero también se trataba de un acto de fuerza social, por eso fueron sacrificados en público, completamente vestidos y calzados, con los cayados. ¿Por qué cayados? Porque con ellos se dirige el rebaño: el cordero ya no dirigirá más al hombre, sino el hombre al cordero. Es un acto simbólico.

Esto también podría darnos una explicación para las marcas de sangre en las puertas, pues se dice que serán una señal “para ti”. Es decir, “para ti, Israel, no para los demás”, por eso se ha interpretado que estas marcas de sangre al shete mezuzot veal hamashkof “sobre los postes y sobre el dintel” (Éx. 12:7), estaban por el interior de las casas, no hacia fuera. (Rabí Natán, en Midrash, Mejiltá Bo)

“Y la sangre en las casas en las que resides será una señal para ti: cuando vea la sangre pasaré de largo; de manera que ninguna plaga te destruya cuando asole la tierra de Egipto” (Éx. 12:13).

Rabí Yismael dice: “cuando vea la sangre”, Yo, el Eterno, no los demás, por lo tanto las marcas estaban por dentro de las casas (Mejiltá, Pisjá 6).

Pero, ¿por qué necesitaría el Eterno una señal visual cuando él lo sabe todo? Se pregunta el Rabí Yishmael. Tal vez como recompensa a los propios israelitas, por haber llevado a cabo los preceptos dictados por Dios. De ahí que Dios diga, “Me revelaré ante ti, y te protegeré” (Mejiltá, Pisjá 7).

Los israelitas adoraban a los dioses egipcios, pero al sacrificarlos, sellan su compromiso con Dios. El Eterno les pide que hagan señales, y las señales son una señal para asegurar la recompensa: como han cumplido el precepto dictado por Él, les protegerá, ¿de qué? De la furia de los egipcios, que después de lo ocurrido habrían atacado fieramente a los israelitas, por eso la Torá dice,

“de manera que ninguna plaga (es decir, ningún mal) te destruya, cuando asole la tierra de Egipto” (Éx. 12:13).

Debemos pensar, dice el Rabí Yaakov Tsvi Mecklenburg (1785-1865, Alemania), que la sangre derramada era un desafío para los egipcios, y Dios les protegería.

La última plaga será la muerte de los primogénitos, que ocurrirá esa misma noche (ídem. 11:5). Debemos interpretar algunas de las plagas en clave de retribución moral. Como el Faraón había arrojado a los niños hebreos al río, el río se había convertido en sangre. Como el Faraón había pedido a las parteras que matasen a los varones recién nacidos, los primogénitos morirían en castigo. Pecado y castigo.

Ralph Waldo Emerson escribió una vez: “buscamos lo que encontramos, aquello de lo que huimos, huye de nosotros”. Nunca he aceptado la teoría de que el ser humano sea recompensado o castigado por sus actos, pero la vida sí nos recompensa y nos castiga. En la práctica, el universo siempre salda sus cuentas, dijo el sabio Hilel (Talmud): la vida es redonda. El daño trae más daño. La bondad, más bondad.

Las cosas, vistas por dentro, son muy diferentes. Los acontecimientos históricos deben germinar en el corazón de la gente: también los minúsculos acontecimientos del día a día. Debemos abrir los ojos y aprender. El universo siempre desea darnos una lección, y muchas veces está en nuestras manos transformar la luz en oscuridad, o la oscuridad en luz.

© Adi Cangado