PARASHAT HA´SHAVÚA: «EMOR»

Parashá: Emor, אֱמֹר , Di. Levítico  21:1–24:23. Haftará:  Ezekiel 44:15–31. Darshán: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita


“Habla a los cohanim, hijos
de Aharón, y diles: ‘por un
alma, no se impurificará en
su pueblo’” (Vaikrá 21:1).

La Guemará explica (Tratado de Yevamot 114a): “La redundancia ‘Habla y diles’ del versículo viene a advertir a los adultos acerca de ser cuidadosos en cuanto a la impureza incluso con los menores”. Esta explicación requiere de una aclaración: ¿por qué la Torá requirió advertir a los adultos acerca de los menores únicamente respecto de la prohibición de impurificarse con un muerto? ¿Qué tiene de particular esta prohibición para que la Torá la destaque por sobre las demás prohibiciones graves, como la observancia de Shabat —cuyo castigo es muerte por lapidación— o como la prohibición de comer sebo —cuyo castigo es caret—? ¿Por qué la Torá no escribió una advertencia a los adultos acerca de estas prohibiciones en cuanto a ser meticulosos también con los menores?

Me parece que se puede responder de la siguiente forma: Al principio, el hombre fue creado sin un hálito de vida; fue una forma inerte hecha de la tierra, a la cual Hashem le insufló el alma, como dice el versículo (Bereshit 2:7):

“E insufló en su nariz el hálito de vida”,

de lo cual nuestros Sabios, de bendita memoria, explicaron, según el Zóhar: “Hakadosh Baruj Hu insufló en él hálito y alma; ingresó en él la vida y entonces, y el hombre se convirtió en un ser viviente”.

¿Qué es ese hálito que le insufló Hakadosh Baruj Hu al hombre? Está claro que Hakadosh Baruj Hu le insufló las 248 mitzvot de realización y las 365 mitzvot de abstención, las cuales le dan vida a los 248 miembros y 365 tendones de nuestro cuerpo, respectivamente. Las 613 mitzvot son equiparables a los miembros del hombre; cuando el hombre cumple las mitzvot de Hashem, sus miembros y tendones viven y existen por esa fuerza. Ese insuflo de 248 mitzvot de realización y 365 mitzvot de abstención que hizo Hakadosh Baruj Hu en el hombre es lo que les da vida a todos sus miembros y tendones, pues sin las mitzvot, el hombre sería considerado muerto.

Resulta que todo el que cumple la Torá de Hashem y Sus mitzvot es llamado “hombre viviente”, porque la luz de las mitzvot ilumina sus miembros y les da vida. En contraste, todo el que anula la Torá, que no la cumple, es considerado como un hombre muerto, pues le hace falta el oxígeno espiritual que le da vida a sus miembros y tendones. Por eso dijeron nuestros Sabios (Tratado de Berajot18b): “A los malvados, en vida se los llama muertos”, ya que, por cuanto no se ocupan de la Torá, la luz de la Torá no les proporciona vida a sus miembros. En contraste, “A los Tzadikim, muertos, se los llama vivos” debido a que aun después de la muerte, sus labios siguen hablando en el sepulcro acerca de la sagrada Torá, a través del estudio que las demás personas hacen de las palabras que esos Tzadikim enseñaron en vida o dejaron escritas en sus obras, y la luz de esa Torá continúa proveyendo vida a sus miembros y tendones, por lo que, aun muertos, se los llama “vivos”.

Luego de esta introducción, podemos responder a la dificultad que expresamos: ¿por qué la Torá advirtió a los adultos acerca de los menores sólo con respecto a la impureza de los muertos? Porque, así como los cohanim tienen una santidad superior y la Torá los obliga a cuidarse y alejarse de la impureza de los muertos, así mismo es la obligación de todo judío de santificarse con la sagrada Torá en el cumplimiento de las mitzvot, y tiene que considerarse como “cohén” y asemejársele en cuanto a su santidad. Por medio de la dedicación de la persona a la Torá —que le provee vida a sus miembros y tendones—, no se considera como un ser muerto y, de esta forma, se aleja de la impureza de los muertos, porque la luz de la Torá brilla por su estudio, y el cumplimiento de las mitzvot les provee vida a sus miembros. Pero si —jalila— no se apega a la Torá y las mitzvot, obviamente su alma no tendrá de dónde absorber vida, y entonces, se lo considera como muerto aun en vida, y transgrede así la prohibición de impurificarse con muertos, pues, a pesar de que está físicamente vivo, es decir, camina y respira, de todos modos, su alma espiritual se encuentra muerta. Así transgrede la prohibición de “por un alma, no se impurificará en su pueblo”.

Ese es el motivo por el que el cuerpo de la persona impurifica sólo después de que muere, ya que, mientras la persona está viva, la Torá a la que se dedica lo santifica y purifica, y el poder de la impureza no puede apoderarse de la persona, ya que la luz de la Torá contenida en su ser les da vida a sus miembros. Pero cuando la persona muere, se libera del cumplimiento de las mitzvot y ya no tiene la luz de la Torá que les da vida asus miembros, y entonces, la impureza de apodera de ella. No obstante, si estando en vida, no se dedica a la Torá y se desliga de ella, aun en vida se la considera muerta, y la Torá obliga a los que la rodean a alejarse de ella cuatro amot, pues, ya que dicha persona está vacía de Torá, la impureza de muertos se apodera de ella y puede hacer daño a los demás, un daño espiritual.

Por lo tanto, cuando el hombre se levanta de su cama en la mañana, la halajá establece que debe hacer ablución de las manos y purificarlas, ya que el dormir es una sexagésima parte de morir, pues mientras duerme la persona se desconecta de la Torá; la vida espiritual no fluye por sus miembros, y quien no tiene Torá es como un muerto. Por ende, tiene que purificar sus manos con el lavado ritual. Y es sabido que quien no se encuentra ocupado es considerado como si estuviera durmiendo, y todo el que no se ocupa de la Torá también es considerado como un muerto; por eso la persona debe cuidar su alma y darle vida por medio de la luz de la Torá y las mitzvot, que son consideradas como el rocío que resucita, tanto al alma como al cuerpo