PARASHAT HA´SHAVÚA: «KI TAVÓ»

Parashá: Ki tavó, כִּי-תָבוֹא , cuando entres.  Deuteronomio 26:1–29:8. Hafatará: Isaiah 60:1–22. Darshán :  Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita


“El león ha rugido, ¿quién no
va a temer?” (Amós 3:8)

En los libros sagrados, encontramos que la palabra en hebreo arié (אריה’ :león’) es la sigla que conforman los términos elul, Rosh Hashaná, Yom Kipur y Hoshaaná Rabá (ראש, אלול (השנה, יום כיפור הושענה רבה En las generaciones anteriores, un gran temor embargaba a los judíos cuando llegaba el mes de elul. Los “rugidos del león” derretían los corazones, y todos por igual tomaban conciencia para hacer una introspección en profundidad y abandonar el mal camino y hacer el bien.

¿Por qué en nuestros días el “rugido del león” no causa tal temor? ¿Por qué nuestro corazón permanece indiferente y en letargo a pesar de que sabemos que el Día del Juicio se aproxima? Éstas fueron las preguntas que formuló Ribí Yitzjak Bar Zacay, shlita, en la revista Yabía Ómer, a las cuales respondió que la carrera en pos de los asuntos del mundo terrenal y la persecución de la forma de materializar los deseos tienen el poder de hacer olvidar al hombre del temor del Día del Juicio, y hacerlo desentender del
“rugido del león”.

Si nos detuviéramos por un instante en la carrera de la vida para pensar y hacer una importante introspección de la vida y meditar acerca de lo que ha transcurrido en el año que está por terminar, y prestarle atención a la condición espiritual —que en la mayoría de los casos no es de lo más brillante—, no cabe duda de quelograríamos, aunque fuera un poco, sentir el temor del Día del Juicio como lo sintieron las generaciones anteriores, y percibir el “rugido del león”. Entonces, obligatoriamente, experimentaríamos un cambio para bien. Pero ¿por qué nos inclinamos a ir detrás de los deseos terrenales? ¿Por qué el corazón no es atraído por el deleite eterno y la dicha verdadera imbuidos en el estudio de la Torá y en el cumplimiento de las mitzvot? A pesar de que cumplimos las mitzvot y estudiamos Torá, no sentimos en ello ningún deleite o dicha porque “pisoteamos las mitzvot con el talón”. Aquel que cumple las mitzvot sin ponerles la intención debida se considera que las está pisoteando. Sin duda, no las siente ni se deleita con ellas, porque para ese hombre las mitzvot son una carga. Y cuando el hombre no tiene deleite o satisfacción en el cumplimiento de las mitzvot y en el estudio de la Torá,obligatoriamente, andará en busca de deleites y dicha en los ámbitos del mundo terrenal, y los perseguirá,tratando de obtener placer de ellos.

En contraste, el que no pisotea las mitzvot de Hashem con el talón y las cumple con solemnidad, entusiasmo y mucho amor, sin duda, dichas mitzvot le proporcionarán gran satisfacción y deleite. Y aquel que tiene satisfacción y deleite en el cumplimiento de las mitzvot y en el estudio de Torá —que es un deleite eterno— indudablemente no irá en pos de los deleites del mundo terrenal, sino que procurará cumplir con sus deberes terrenales “por obligación”, porque ése es el sendero que hay que seguir en este mundo. Y ya que no anda en pos de los placeres terrenales, pues es un ser espiritual, su cabeza no está “metida” en esas vanidades mundanales; y en esa condición, puede percibir el “rugido del león”, y sentir la gravedad y el temor del Juicio.

Es difícil creer que hoy en día, en nuestra generación, existen aún hogares que se manejan de la forma más simple: unos cuantos muebles endebles, lo mínimo requerido, una mesa, unos vasos y platos simples… y aun así, los miembros de ese hogar son dichosos con su porción, en condición de “cuán bueno es el pan seco, pues en él está la serenidad” (Mishlé 17:1).

Un día presencié que a mi Maestro y Rav, el Gaón, Ribí Shemuel Lopian, zatzukal, le dolían mucho los dientes y sufría de las piernas. Le pregunté; ¿Por qué no toma medicamentos contra los dolores?”, a lo que me contestó: “La dedicación a la sagrada Torá es lo que me calma. Cuando me siento a estudiar Torá y me esfuerzo en comprender los enunciados complicados, todos mis dolores se esfuman”.

Mi Maestro tuvo el mérito de ser un grande en Torá porque no buscó deleites en el mundo terrenal; solo
usó lo que necesitó, y no más. Se conformó con poco y con lo mínimo necesario para subsistir. Yehí ratzón que todos tengamos el mérito de llegar frente a Hashem Yitbaraj en el Día del Juicio en Rosh Hashaná con teshuvá, tzedaká y tefilá en nuestras manos, pues éstos mitigan el mal decreto. Y que Hakadosh Baruj Hu, en Su misericordia, nos inscriba y selle para un año bueno y lleno de bendiciones, paravida buena y para paz. Amén veamén.