
Parashá: כִּי־תֵצֵא , Cuando salgas. Deuteronomio 21:10–25:19. Haftará : Isaías, 54, 1-10. darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita
“Cuando salgas a la guerra contra
tu enemigo y te lo entregue
Hashem, tu Dios, en las manos,
y tomes cautivos, y vieras en los
cautivos una mujer de bella apariencia,
y la deseares y la tomares
por mujer” (Devarim 21:10-11).
Los Maestros de ética esclarecen que este versículo trata de la Inclinación al Mal, y se refiere a la guerra feroz que debemos librar contra la Inclinación al Mal, considerada como nuestro enemigo. Cuando el hombre, en efecto, se “arma” bien, tiene una promesa asegurada de “y tomes cautivos”; es decir, no solo que ameritará vencer a su Inclinación al Mal en la guerra, sino que tendrá éxito en recuperartodo aquello que la Inclinación al Mal había tomado cautivo de él. Con esto, los Maestros de ética quieren decir que cuando el hombre está en manos de la Inclinación al Mal, ésta se vale de tretas para quitarle el temor del Cielo, la meticulosidad en la justicia, el temor del pecado, así como también otras buenas cualidades similares. Y cuando el hombre decide librar una guerra contra la Inclinación al Mal, tiene asegurado el éxito en dicha guerra y la recuperación de todas aquellas buenas cualidades que la Inclinación al Mal le había quitado cuando lo tenía preso en sus manos.
Muchos se preguntan por qué el versículo dice “y te lo entregue Hashem, tu Dios, en las manos”. ¡Hubiera bastado con que dijera “y te lo entregue Hashem en las manos”! ¿Por qué la Torá vio la necesidad de agregar “tu Dios”? Se puede responder simplemente que, de acuerdo con las leyes de la naturaleza, el hombre no puede vencer a la Inclinación al Mal con sus propias fuerzas, ya que la Inclinación al Mal está compuesta de un fuego consumidor, mientras que el hombre es tan solo de carne y sangre; y cuando la carne y la sangre quedan expuestas al fuego, sin duda, el fuego consume con facilidad la carne. Por eso, la Torá vio la necesidad de escribir “tu Dios”, para indicar que solo cuando el hombre se quita de encima toda “deidad” —es decir, todos los deseos y vanidades que persiguió—, y corona por monarca solo a Hashem Yitbaraj, su Dios, el hombre recibe una ayuda especial del Cielo con la cual vencer a la Inclinación al Mal.
Más aún, cuando el hombre sale a batallar contra su Inclinación al Mal, entonces, él hace que el cielo y la tierra atestigüen que él está totalmente sometido a la soberanía de Hashem, su Dios; también estos testigos aseguran que, si no fuera por eso, el hombre no habría podido reunir las fuerzas necesarias para librar una batalla contra la Inclinación al Mal. Y ya que demuestra que se encuentra bajo la soberanía de Hashem Yitbaraj, el hombre amerita recibir una ayuda celestial para salir victorioso en la guerra contra la Inclinación al Mal. Y agregan los Maestros de ética que por el poder de aquella acción de abandonar todos los “dioses” y coronar por soberano solamente a Hashem Yitbaraj, el hombre amerita un regalo especial que es “y tomes cautivos” —recibe de vuelta todas aquellas buenas cualidades y aquellos niveles elevados que habían caído presos a causa de las tretas y engaños de la Inclinación al Mal—.
Y no solo eso, sino que el hombre tiene el mérito de alcanzar un nivel espiritual superior
al que tenía con anterioridad. La Torá dice: “y vieras en los cautivos una mujer de bella apariencia”. De acuerdo con la ética, podríamos decir que el versículo habla de la Torá, la cual es comparada a una mujer; por lo tanto, todo el tiempo que el hombre se encuentre apresado en las redes de la Inclinación al Mal, también su Torá se encuentra apresada y en angustia. Pero cuando el hombre amerita vencer su Inclinación al Mal y rescatar del cautiverio todas las virtudes que le fueron arrebatadas por la Inclinación al Mal, reconoce de inmediato la realidad de la Torá y se aflige porque ésta se mantuvo en cautiverio todo el tiempo que él estuvo bajo la influencia de la Inclinación al Mal. Cuando el hombre vuelve en teshuvá íntegra, entonces, no solo se apresura a conectarse de nuevo con la Torá, sino que ve en la Torá “una mujer de bella apariencia”, cuya belleza destella e ilumina a lo lejos, y provoca que el hombre desee conectarse a ella como al principio, y hasta con mayor deseo. Los Maestros de ética preguntan: ¿por qué Adam Harishón fue castigado de inmediato después de que pecó al comer del fruto del Árbol de la Sabiduría, si se sabe que Hakadosh Baruj Hu alarga Su furia, es muy bondadoso y no se apresura a castigar a Sus hijos, sino que espera hasta que ellos vuelvan en teshuvá? Siendo así, ¿por qué con Adam Harishón Hakadosh Baruj Hu actuó diferente de Su costumbre y Se apresuró a castigarlo de forma muy rigurosa, a pesar de que aquel había sido el primer y único pecado de Adam Harishón? Los Maestros de ética responden que en los días de Adam Harishón aún no existía la Inclinación al Mal en el mundo, y fue Adam quien la “creó” y la bajó al mundo por medio de su pecado. Si Adam hubiera sido meticuloso en sus actos, y hubiera dominado sus cualidades, la fuerza que hubiera utilizado para lograrlo habría estado de su lado para todas las generaciones posteriores, y la Inclinación al Mal no se habría posado en los corazones de las personas. Pero como Adam Harishón fue incitado a comer del Árbol de la Sabiduría, dicho acto provocó la existencia de la Inclinación al Mal —con todo lo temible que implica la existencia de una fuerza que inclina al hombre a hacer el mal— por todas las generaciones posteriores. Y ya que Adam Harishón no pecó solo para sí mismo, sino que provocó que toda su descendencia, la humanidad entera, pecara también, Hakadosh Baruj Hu lo castigó de inmediato con todo el rigor de la ley. Con ello, Adam Harishón debía comprender la gravedad de su acción —la destrucción que había provocado el pecado de la ingestión del fruto del Árbol de la Sabiduría—, cuya repercusión afectaría a todas las generaciones por venir. Ésta es también la razón por la que Hakadosh Baruj Hu es muy meticuloso en juzgar a los Tzadikim, y el calibre del castigo para con ellos es del grosor de un cabello (v. Tratado de Bavá Kamá 50a). Esto se debe a que la grandeza de los Tzadikim en la Torá les provee la posibilidad de conocer la grandeza de Hashem Yitbaraj y reconocer la veracidad de la Torá.
Por lo tanto, cuando un Tzadik comete un pecado, el reclamo en su contra es enorme, porque tenía en sus manos el poder de vencer a su Inclinación al Mal y someterla, ya que
a ningún hombre le llega una prueba sino tiene en su poder la posibilidad de pasarla triunfante. No cabe duda de que los Tzadikim, por su grandeza en la Torá, pueden triunfar contra la Inclinación al Mal, como dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Kidushín 30b): “[Dice Hashem:] Creé la Inclinación al Mal y le creé la Torá como condimento (‘antídoto’)”. Siendo así, mientras más Torá tenga el hombre, mayor será su fuerza para sobreponerse a la Inclinación al Mal y quitarse de encima su influencia.
Avi Zarki, nosaj Marruecos