
Parashá: Ki Tetsé, Al salir, כִּי־תֵצֵא, Deuteronomio. 21:10–25:19. Haftará: Isaías 54:1–10. Darshán: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita
Es sabido que los libros sagrados dicen que el Juicio en el Cielo es sumamente temible debido a la extrema meticulosidad con la que se lleva a cabo: “porque toda criatura, Dios la traerá a juicio por todo lo oculto [que ha hecho], tanto lo bueno como lo malo”. La persona no debe errar pensando que quizá alguna acción que haya hecho en el pasado pasó desapercibida, porque “hay un ojo que todo lo ve y un oído que todo lo oye, y todos tus actos están escritos en un libro”. Tampoco debe pensar que quizás hubo algún detalle de sus actos que quedó olvidado, porque cada acción que toda criatura hace a lo largo de toda su vida, sea grande o pequeña, llegará al juicio, como decimos en la tefilá de Rosh Hashaná:
“Porque [Hashem] recuerda todo lo olvidado, y no
existe el olvido ante Su Trono de Gloria”.“No hay nada que quede oculto de delante de Ti, ni nada se esconde de delante de Tus ojos”,
incluso el pensamiento más trivial de la persona la pondrá a ésta a juicio. Siendo así, ¿quién podría salir inocente en el Día del Juicio?
Por lo tanto, el hombre debe ser sabio y entendido, y encarrilar su vida sobre los rieles de la Torá y salvar sus días cumpliendo mitzvot, estudiando Torá y sirviendo al Creador, para poder estar de pie en el Juicio que le espera y tener en las manos con qué responder las preguntas que le plantee el Acusador en el Tribunal Celestial, y así no permanecer callado, jas Veshalóm.
Hay muchas personas que no están dispuestas a quese les hable acerca de su final o acerca del Día del Juicio. Ellas tratan de posponer ese conocimiento porque no les es confortable pensar en el último día de su vida. A mi parecer, dichas personas están totalmente erradas. Hakadosh Baruj Hu estableció en Su mundo que el final de todo hombre sea la muerte; por lo tanto, ello es un hecho, una realidad de la que uno no se puede escapar. Si ésta es la realidad obligatoria, ¿qué gana el hombre con alejar este concepto de su mente? El hombre debe conducirse con juicio; es más, debe tener siempre delante de sus ojos el día de la muerte. Este conocimiento importante lo ayudará sin duda a alejar a su Inclinación al Mal de él, y lo
acercará al servicio a Hashem.
Hace un tiempo atrás, fui invitado a encontrarme con un rey importante de uno de los reinados que aún existen en el mundo. Y varias semanas antes, había tenido otra cita con el presidente de cierto país importante. ¡No se pueden imaginar la gran emoción que me embargó en esos momentos, y cuánto me preparé para aquellos encuentros! Medí mis pasos con meticulosidad y las palabras que iba a decir, con el fin de que todo aquello que tuviera para expresar fuera bien recibido por el rey y por el presidente. Entonces, hice una introspección y pensé: “Si así me conduzco y me preparo para un encuentro con una persona de carne y sangre, que hoy se encuentra aquí y mañana ya no, con muchísima más razón, debo prepararme muy bien para el encuentro con el Rey, que es el Rey de reyes, Hakadosh Baruj Hu, cuando esté frente a Él en el Juicio, al final de mis días sobre la faz de la tierra, para rendir cuentas por todo lo que he hecho”.
Ciertamente, este pensamiento se introdujo muy dentro del corazón; me llené de miedo y temblor, y tuve pensamientos de teshuvá muy profundos en ese momento. Ya hemos dicho que la mayoría de las personas no le prestan atención al final de sus días ni recuerdan el día de la muerte; y es posible que tampoco se imaginen a sí mismas llegando al día en el que deberán encontrarse con el Amo de toda la Creación y estar de pie ante el Juicio, porque la Inclinación al Mal hace que se olviden de este conocimiento, para que continúen con la rutina diaria y no despierten del letargo en el que ella los ha sumergido, y no rectifiquen sus actos.
Ciertamente, la persona tiene que ser sabia y no ir en pos de todo lo que le diga la Inclinación al Mal; la persona debe recordar que tiene un último día; y este pensamiento sin duda la despertará de aquel letargo para aprovechar sus días y sus años en este mundo con Torá, mitzvot y servicio a Hashem. Esto es lo que debemos saber, pues recordar el día de la muerte no es solo un buen consejo, sino que es una obligación absoluta que tiene todo judío. Aquel que no recuerda el día de la muerte es como un pecador, y debería confesarse por ello. ¿Por qué esto es tan importante? Porque el poder del recuerdo del día de la muerte acerca a la persona a la Torá y a las mitzvot, y la aleja de los pecados y de las transgresiones.