Parashá: Naso, נָשֹׂא, Censa (o sube) Números 4:21–7:89. Haftará: Jueces 13:2–25. Darshán: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita.
“Trajeron sus ofrendas delante
de Hashem: seis carros cubiertos
y doce toros” (Bamidbar 7:3)
Rashí explica: “Ribí Natán dijo: ‘¿Qué motivó a los príncipes a ser los primeros en tomar la iniciativa de donar, mientras que cuando hubo que donar para la construcción del Mishcán no lo hicieron? Más bien, así dijeron los príncipes en la recolecta para el Mishcán: ‘Que el pueblo done lo que quiera, y lo que haga falta lo completaremos’. Y por cuanto el pueblo donó al punto que no sólo no hizo falta completar, sino
que, por el contrario, sobró —como dice el versículo:
Y la labor bastó […] y sobró’ (Shemot 36:7)—
dijeron los príncipes: ‘¿Qué haremos ahora?’. Entonces, ellos donaron las piedras de Shóham y de Miluím para el Efod y para el Joshen. Por eso, en esta ocasión, se dice que fueron ellos los primeros en donar. Y ya que no fueron ordenados a dar, sino que ellos donaron por iniciativa propia los carros cubiertos, Moshé no estuvo convencido de recibir de mano de ellos hasta que Hashem le dijo:
‘Toma de ellos, y servirá para hacer la labor de la Tienda
de Reunión’ (ibídem 7:5)”.
Aparentemente, esto es objetable: ¿Por qué, en verdad, Hashem no le ordenó a Moshé desde un principio, cuando le instruyó todo lo referente a la elaboración del Mishcán, que también preparara carros para cargar el Mishcán? ¡Si las vigas del Mishcán eran demasiado pesadas; no se podían cargar a mano! Si no hubiera sido porque a los príncipes les surgió del corazón donar los carros, no habría sido posible levantar las vigas de la Tienda de Reunión y llevarlas de un lado a otro en los viajes que realizaron por el desierto. ¿Por qué, entonces, no recibieron tal orden explícitamente de Hashem
Yitbaraj?
Pienso que se puede explicar, con ayuda del Cielo, que Hakadosh Baruj Hu tenía desde el principio la intención de no ordenarles al respecto, con el fin de dejarles la puerta abierta para que se apresuraran a hacerlo por cuenta propia. El hombre en cuya alma arde el amor por Hashem Yitbaraj debe ser el primero en todo lo que esté relacionado con santidad; debe ser como Najshón ben Aminadav, quien se apresuró en servir a Hashem y no esperó a que los demás se movieran a hacerlo; no se debe esperar a que le ordenen hacerlo explícitamente. Y ya que en la donación para el Mishcán los príncipes fueron perezosos y esperaron, ahora corrigieron aquello, apresurándose a cumplir la mitzvá; ellos mismos se despertaron a donar los carros que cargarían el Mishcán.
Y Hakadosh Baruj Hu le ordenó a Moshé Rabenu “Toma de ellos”, pues toda Su intención había sido la de ponerlos a prueba. Hashem quería ver si iban a ser diligentes en su servicio a Hashem, e iban a despertarse por cuenta propia para agregar lo que era necesario en el servicio de Hashem, o si incluso en esta ocasión iban a flojear y esperar a que la orden fuera dada. Y, en efecto, los príncipes pasaron la prueba; de inmediato, donaron los carros, ya que aquel en cuyo corazón arde el amor por Hashem y Su Torá pone toda su atención para actuar y aumentar en el servicio a Hashem, aun cuando no haya sido ordenado que lo haga.
Por lo tanto, la Torá se explayó mucho en la ofrenda de los príncipes, y detalló con amplitud qué fue lo que había ofrecido cada príncipe. En la donación de los carros, se extendió en la descripción de cada detalle, ya que cada uno de ellos lo hizo por voluntad propia, de buena gana y de todo corazón. Y ya que lo hicieron por iniciativa propia y demostraron ingenio en ser los primeros en cuanto a algo de santidad, Hakadosh Baruj Hu apreció mucho sus ofrendas, y no escatimó en palabras para elogiarlos frente a las masas. De aquí, el hombre debe aprender a ser diligente y así salir recompensado; debe pensar siempre de qué forma embellecer y aumentar más y más en el servicio a Hashem Yitbaraj, pues con ello demuestra su amor por Él.
Si en el hombre existe una emoción en el servicio a Hashem, por ende, su alma ansía ser de los que toman la iniciativa y aumentan en el estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot, y así liderar en todo lo que involucre mitzvá y santidad. Si el hombre amerita tal emoción al sentarse en el Bet Midrash, obligatoriamente, continuará con tal emoción cuando salga de las paredes del Bet Midrash; vivirá siempre ese ambiente de santidad, y no dejará que ese despertar permanezca en los bancos del Bet Midrash. No saldrá de ahí carente de la percepción espiritual, sino que tendrá cuidado de continuar con ese sentimiento a cada paso que dé en su vida, como dice el versículo
(Mishlé 3:6): “En todos tus caminos, conócelo”.