Parashot: Nitsavim, Deuteronomio 29:9-30:20 y Va Yelej 31: 1-31: 30. Haftará: Isaías 61:10 – 63:9. Darshán: , Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita
“Lo oculto pertenece a
Hashem, nuestro Dios, y lo
revelado es para nosotros
y para nuestros hijos para
la eternidad, para hacer
todo lo que dice esta Torá”
(Devarim 29:28).
¿Por qué Moshé Rabenu pensó que era necesario decirles a los Hijos de Israel que lo oculto del mundo le corresponde a Hashem Yitbaraj, mientras que todo lo revelado y que está a simple vista le pertenece al hombre? ¿Qué novedad hay en esto?, pues es claro y obvio que las cosas ocultas y alejadas del ojo del hombre de carne y sangre le pertenecen únicamente a Hashem, ya que el hombre no tiene el poder de verlas. En contraste, las cosas reveladas y que están a simple vista le pertenecen al hombre por el simple hecho de que está dentro de sus limitaciones el poder verlas.
Encontré en el libro de memorias de Ribí Shelomó Lorentz, zatzal, acerca de Marán, Harav Shaj, ziaa, una explicación maravillosa al respecto. Cito textualmente: “En todo lo que Marán, zatzukal, veía, encontraba la creación maravillosa de Hakadosh Baruj Hu. En una ocasión, cuando comía una manzana, se dirigió a mí y me dijo: ‘Mira cuán asombroso: en la manzana hay varias semillas; de cada semilla individual, surgirá un árbol grande el cual producirá cada año cientos y cientos de frutas dulces y jugosas, hermosas y deleitosas para el hombre’. Sobre este simple asunto, me hablaba con entusiasmo en cada oportunidad que tenía. Asimismo, tenía la costumbre de decir en voz alta: ‘Antes de comenzar a rezar, tengo el deber de aclarar mi fe’. Marán no se abstenía de repetir estas palabras una y otra vez, y no tenía la intención de ser escuchado por otros, sino que su motivo principal era el de reforzar esto en sí mismo. Y así solía repetir sin descanso los sentimientos de la fe simple. Él me contó que en un Yom Kipur, antes del rezo, se dijo a sí mismo:‘Tenía que aclarar mi fe en el corazón antes de empezar a rezar.
Me senté en una esquina del Bet Midrash, pensé en la maravilla de la Creación y su perfección, cómo fue creadotodo, y me dije a mí mismo: ¡Qué pena por los que reniegan, aquellos que piensan que todo fue creado por sí mismo luego de una explosión de materia. Independientemente de la dificultad que dicha hipótesis tiene de que, de todos modos, dicha materia debió salir de algún lado, surge la pregunta: ¿cómo puede ser que como resultado de dicha explosión surgiera todo un mundo perfecto hasta el menor detalle? Por ejemplo, la distancia del sol a la Tierra es precisamente tal como se necesita, pues si se acercara tan siquiera un poco, la Tierra se quemaría. Asimismo, la luna, si se aproximara tan siquiera un poco, la Tierra se congelaría y quedaría sin vida. Aún más, falta estar loco para no percatarse por los propios sentidos de la fe que surge de la sabiduría y la ciencia’. Solo después de aclarar todo esto para sí mismo, comenzaba Marán a rezar”.
Luego de que leí esto, las maravillosas palabras de Marán me entraron al corazón, y me estremecí, hasta que dije: “Hashem, ¡no hay Dios como Tú!”. Y cuán grande es mi alegría porque, baruj Hashem, tenemos la Torá por medio de la cual el hombre enriquece sus conocimientos con el fin de conocer cada vez más a Hakadosh Baruj Hu. Por el mérito de la sagrada Torá, cumplimos con lo dicho (Tehilim 35:10):
“Salva al pobre de quien es más fuerte que él”,
es decir que por el mérito de la Torá, la persona se salva de ser pobre y de la Inclinación al Mal, que es más fuerte que ella. Debido a esto, veo la necesidad de decir que existen dos cosas reveladas y claras, las cuales son irrefutables, como el sol que brilla sobre la tierra: primero, que el mundo fue creado por las manos del Creador del Mundo, y lo hizo tan precisamente y de manera tan asombrosa que no se puede decir que el mundo se haya creado por sí mismo con tal precisión. Y, segundo, que el propio universo demuestra que tiene que haber un Creador que creó el mundo, y que Él lo cuida y renueva, por Su bondad, cada día como si fuera el primero en que lo creó.
Así, es imposible que una persona llegue a su casa, luego de un día de trabajo, y encuentre la mesa servida con todo tipo de manjares, y piense que dicha comida llegó por sí misma a la mesa; tampoco pensará, aún con la más inventiva imaginación, que los platos y utensilios con los que comió subieron por sí solos a la mesa, se colocaron ordenadamente, y luego de la comida se lavaron solos. Tal forma de pensar resulta tan irreal —que todo se haga sin que nadie se tome la molestia de prepararlo— que a quien se le ocurra pensar así sería considerado un tonto, y sería motivo de burla y ridículo. Hasta el más simple es la persona la que tiene que hacer los preparativos para tener una comida, ya que, de no hacerlo, no habría comida.
Es así como Moshé Rabenu les dice a los Hijos de Israel que se cuiden del poder de la influencia de las demás naciones que no se dedican a la Torá, y aun si ellos (Israel) no estudian Torá serán susceptibles de llegar a las mismas conclusiones dudosas respecto a la fe en Hashem Yitbaraj, al punto de renegarlo —jas Veshalom—. Y a partir de dicho enfriamiento de creencia, el hombre puede llegar a argumentar incluso en contra de aquello que es revelado y que está a simple vista: que el Creador no fue —jas vejalila— Quien lo creó todo con conocimiento, entendimiento y sabiduría.
Por este motivo, Moshé Rabenu le dice al Pueblo de Israel que se refuerce en la creencia en Hashem por medio de aumentar el estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot; y por medio de que la persona se sumerja en las palabras de la sagrada Torá, se reforzará en la fe en Hashem con las cosas que están a la vista y verá en ellas cada vez más la conducción de Hashem Yitbaraj