PARASHAT HA´SHAVÚA: “NITZAVÍM-VAIELEJ”

La Parashá de esta semana –Nitzavím-Vaielej;  Deuteronomio 29:9 -31:30

No está en el cielo, sino en la elección de la vida.


“Porque este mandato que te prescribo hoy no está más allá de ti, ni está lejos. No está en el cielo… No está del otro lado del mar… Por el contrario, es muy cercano a ti, en tu boca, en tu corazón, para que lo lleves a la práctica».  (Devarim 30, 11-14)

Pocos versículos tienen la belleza de estos que acabo de citar : la belleza de su poesía  y de su mensaje.

El contexto histórico nos permite comprender esta afirmación de Moshé: están finalmente entrando a la tierra. Finalmente llegan al destino, a la promesa. Con las cabezas repletas de leyes, indicaciones, recompensas por el cumplimiento, castigos por la desobediencia, con el mandato de conquistar una tierra que es de ellos aunque nadie la conoce, sabiendo que van directamente a la guerra y a vivir de lo que trabajen y no de la bonanza de Di-s. En fin, imagino la pesadez de toda esta gente, y por qué no, el pesimismo de no saber cómo abarcar la complejidad que supone hacerse cargo de su historia, de sus leyes y de la nueva tierra. Muchos habrán pensado que era imposible tamaña responsabilidad. Y allí Moshé los tranquiliza:

No está lejos. No está más allá de tus posibilidades. No está en el cielo, ni del otro lado del mar. Depende de cuán cerca lo decidas ubicar. En tu boca, en tu corazón, y en la obra de tus manos. Hermoso.

“No está en el cielo”, me lleva a la pregunta que me hago cada vez que alguien menciona a Di-s y mira hacia arriba.

¿Cuál es ese lugar de cielo del que Moshé (creo que) quiere desprenderse? Porque en el cielo  no está: Ni Di-s, ni la Torá, ni el premio, ni el castigo.

David Hartman, uno de los pensadores más prolíferos del último tiempo, creador del Hartman Institute en Jerusalén, pensando en este versículo que la Torá “no está en el cielo”, explicaba que es una declaración de que con la revelación de Di-s al pueblo de Israel no es suficiente. Los seres humanos, escribía Hartman, estamos habilitados “a revelar y expandir el significado de la Torá a través de la reflexión racional y la argumentación legal”.

No está en el cielo” significaba y significa que podemos y debemos definir y expandir el significado de la palabra de Dios “sin necesidad de profecías ni milagrosas intervenciones divinas”.

No está en el cielo” nos invita a estudiar, a debatir, a meternos en cada palabra del texto de la Torá, y fundamentalmente significa dejar de esperar, pasivamente, mirando hacia arriba; dejar de reclamar “al aire”, dejar de lamentarse por lo que no nos toca…

Ya no hay más profetas. Cada uno puede ser el mensajero.

Está aquí, a nuestra disposición,  si nosotros decidimos hacer algo con lo que tenemos en las manos.

Los judíos esperamos la redención. Tenemos esperanzas en una época de justicia, armonía y paz en el mundo. Y aún hoy, muchos siguen esperando que venga “del cielo”  y que mágicamente se transforme la corrupción en decencia, la exclusión en empatía, la sospecha en afecto…

Di-s se manifestó aquella vez y nos legó su letra, su palabra para hacerla nuestra y revelarla una y otra vez, cada vez que la estudiamos, y fundamentalmente, la actuamos.

Por eso se entiende cómo sigue el texto en el mismo capítulo:

«Mira, pongo ante ti hoy, la vida y lo bueno, la muerte y lo malo… Y elegirás la vida«. 30:19

El libre albedrío está acá en la tierra. Que la revelación de Di-s nos haya indicado que somos libres para elegir me parece el acto más generoso y más comprometido de este Di-s al que siempre le reclamamos por su ausencia porque aparentemente “nunca nos contesta”. La verdad no viene dictaminada desde afuera, o desde “arriba”. Somos nosotros los que tenemos la difícil tarea de dictaminar y decidir. Finalmente que “no esté en el cielo” es una invitación invalorable, a hacernos nosotros presentes en nuestra vida cotidiana y nuestras decisiones. Nos da la autoridad para decidir, la confianza para elegir siendo guiados por sus enseñanzas.

Y ahora pensemos en nosotros en estos días, a horas de Slijot, a momentos de un nuevo año, transitando la profundidad del mes de Elul.

Cada uno de nosotros está buscando algo. Reencontrarse con alguien o con sí mismo, repensar algunas decisiones, buscar a quien dejó perderse en el camino, hablar si callamos, callar cuando hablamos de más, perdonarnos y perdonar, enfrentar lo que rasgamos, acercar a quien alejamos… en fin… muchos cada tanto habremos mirado al cielo, buscando una señal cuando nos sentimos desamparados y muchos otros habrán mirado al cielo para corroborar – en su descreimiento- que allí no puede estar…

Entonces viene el texto de la Torá y nos dice: no mires más allí, al cielo, porque no será desde allí que vendrá la solución, la calma o el perdón cuando hiciste daño. Depende de ti, no está lejos para que digas que no vas a poder; depende de tus actos, de tu voluntad, de tu coraje, de tu entereza, de tu sinceridad, de tus modos de comprensión. Elul es el mes en el que más desnudos estamos ante nosotros mismos. En el que más dependemos de nuestras miradas.

La Teshuvá se aloja en nuestras almas. Di-s nos abrió todas las posibilidades: lo bueno y lo malo, la vida y la muerte… y nos mandó a “elegir la vida”.

La Teshuvá nos enfrenta a cuántas veces hicimos caso  omiso a este mandato.

Tenemos todo ante nuestros ojos. Lo que nos enaltece y lo que nos empequeñece. Lo que nos hace indignos y lo que nos glorifica.

Un nuevo año comienza. Quizás más que Shana Tová, un año bueno, deseémonos un año en el que elijamos lo bueno, la vida y la promesa.

Shabat Shalom!  Rab S. Chemén

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