Parashá: Noaj, נֹחַ, Noé. Génesis 6:9–11:32. Haftará sefaradit: Isaías 55:1–10. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita.
“Y le dijo Hashem a Nóaj: ‘Ven
tú y toda tu casa al arca, pues
vi que tú eres Tzadik delante
de Mí en esta generación’.”
(Bereshit 7:1)
Los maestros de ética y moral dicen que el mejor lugar en el cual uno se puede cuidar de los peligros espirituales es la yeshivá. La yeshivá es considerada como un arca de Nóaj, la cual, en su momento, protegió a Nóaj y a su familia de las aguas del Diluvio. La yeshivá también, por lo general, protege a los queestudian en ella de los peligros que existen fuera de las paredes del Bet Midrash. Pero cuando un joven se encuentra en la yeshivá y no sabe para qué va al Bet Midrash, y estudia sin deseo, como quien es obligado a la fuerza, sin entusiasmo, entonces el peligro para él es mayor. Cuando retorna de los días de vacaciones al recinto del Bet Midrash, en la yeshivá, el hecho de tener que desconectarse de las vanidades del mundo terrenal le resulta muy difícil, pues en la casa se acostumbró a comer alimentos exquisitos y estuvo expuesto a otras cosas que se encuentran fuera de los “cuatro amot de la halajá”, a la vez que apenas si abrió los libros de estudio. Debido a ello, el regreso a la yeshivá, después de una estancia prolongada en casa, se le hace muy difícil y exige una fuerza de voluntad muy poderosa para sobreponerse a esta Inclinación al Mal.
Recuerdo que mis padres me enviaron a estudiar a la yeshivá en Francia cuando tenía diez años; no vi a mi familia por siete años enteros. Al final de los siete años, regresé a mi casa en Marruecos para ver a la familia que había dejado hace tantos años. Luego de un tiempo, regresé a la yeshivá en Francia, pero ese regreso me fue muy difícil; tanto, que consideré la posibilidad de dejar la yeshivá y regresar a Marruecos. Todo esto debido a que me había acostumbrado a la vida fácil y holgada en el seno de la familia. Mi Maestro y mi Rav, el Tzadik, Ribí Jaim Shmuel Lopian, zatzal, me habló al corazón y me persuadió de permanecer en la yeshivá. En aquella época, en la yeshivá, habían comenzado a estudiar un tema que me interesó y atrajo tanto mi atención que hizo que me siente nuevamente en el Bet Midrash. Si no fuera por las palabras de refuerzo de mi Rav y aquel tema con el que me conecté tanto, quién sabe qué habría sido de mí hoy en día.
Una vez sucedió que quise mucho reforzar a una persona que era un guer tzédek (‘converso justo’), que se había alejado de la Torá y las mitzvot. En Simjat Torá llegó a nuestro Bet Midrash y le di a cargar un Séfer Torá con el cual bailó con energía. Cuando vi el entusiasmo que lo envolvía, le dije que lo importante no es bailar con el Séfer Torá sino cumplir lo que está escrito en él, como dejar de hacer labores en el séptimo día y observar Shabat. Después de un largo tiempo, un buen día, se presentó delante de mí. Hablé con él y me dirigí al corazón para convencerlo de que observara Shabat. Para mi gran alegría, resultó que escuchó mis palabras y aceptó observar Shabat con rigor. Este caso culminó alegremente y con gran emoción, pero existen muchos otros en los que la persona está consciente de sus errores y, sin embargo, permanece en su condición sin esforzarse en corregir sus caminos. Así también sucede con el joven en la yeshivá: o se esfuerza en elevarse en los niveles de la Torá y el temor al Cielo, o permanece en la condiciónen la que se encuentra, y permite que la capa “animal” lo revista y domine, lo que arruina su espiritualidad.
Todo joven que llega a la yeshivá debe venir con la voluntad y el propósito de elevarse y santificar el Nombre de Hashem. El hombre debe preocuparse todo el tiempo en cómo puede crecer y hacer crecer consigo también a los demás. No cabe duda de que un joven que ingresa a la yeshivá, al comienzo del semestre lectivo, lo hace con gran emoción y un corazón lleno de buenas intenciones de elevarse en Torá y en temor al Cielo. Pero todo ben Torá debe ser meticuloso y pensar que, así como su ingreso a la yeshivá fue con entusiasmo y ansia, así mismo debe ser en los días del final de la temporada de estudio. De esa forma, aquella gran elevación espiritual que tuvo mientras estuvo en la yeshivá podrá acompañarlo incluso en los días de vacaciones, cuando se encuentra de vuelta en casa. Que sea Su voluntad abrir nuestros corazones a Su Torá y que infunda en nosotros el amor por Él y el temor a Él.