Parashá: רְאֵה, Reé , Mira. Deuteronomio 11:26–16:17. Haftará: Isaías 66:1-24 -23; Samuel I 20:18; Samuel I 20:42. Darshan: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita
“Y ahora, Israel, qué es lo que Hashem, vuestro
Dios, pide de ti si no tan solo que temas de
Hashem, que sigas por todos Sus senderos y que
lo ames.” (Devarim 10:12)
Rashí explica que nuestros Sabios estudiaron de este versículo que “Todo depende del Cielo, excepto el temor del Cielo”. Moshé Rabenu les dice a los Hijos de Israel que todo lo que Hakadosh Baruj Hu pide de ellos depende del temor del Cielo, y si ellos tienen imbuido en su ser el temor del Cielo, tendrán éxito en alcanzar todas las buenas virtudes. Sobre estas palabras que dijo Moshé Rabenu a Israel, la Guemará pregunta (Tratado de Berajot 33b): “¿Acaso el temor del Cielo es algo pequeño y fácil de lograr? De la forma en que Moshé Rabenu se dirigió a Israel, el temor del Cielo es algo aparentemente simple, que se adquiere con facilidad. Pero ¿cómo podemos decir esto acerca del temor del Cielo cuando nuestros Sabios, de bendita memoria, ya nos han dicho que ‘Todo depende del Cielo, excepto el temor del Cielo’?”.
Si observamos bien, veremos que todo lo que el hombre desea para sí mismo —pareja, sustento, salud, armonía en el hogar, satisfacción de los hijos, abundancia de bendiciones y de éxito, etc.— se encuentra únicamente en manos de Hashem. He visto muchas personas que eran muy adineradas y, de un día para el otro, lo perdieron todo. En contraste, también he visto personas muy pobres, que con dificultad lograban conseguir el pan, y en un instante, la fortuna se les volteó para bien y les llegó una enorme suma de dinero a sus manos. Si tratáramos de explicarlo por medio de la lógica o de la naturaleza, no podríamos, pues esto no tiene una explicación natural o lógica. Tenemos que decir que la llave del sustento está en manos del Cielo.
Cuando necesitamos recuperar la salud, le rezamos a Hashem, diciendo: “Cúranos, Hashem, y seremos curados; sálvanos, y seremos salvados”. Esto se debe a que la llave de la vida y de la salud se encuentra únicamente en manos de Hashem. Y así mismo ocurre en todo campo de la vida. Debemos percatarnos de que todo lo que nos sucede y lo que ocurre a nuestro alrededor depende de las manos de Hashem Yitbaraj, Quien creó el mundo, y a Quien todo le pertenece, excepto el temor del Cielo, el cual depende del logro de cada persona y de su voluntad de adquirir el temor del Cielo. Siendo así, debemos comprender cómo puede ser que Moshé les haya dicho a Israel que Hakadosh Baruj Hu pedía de ellos “solamente” que le temieran, y se los haya dicho haciendo uso de un lenguaje que daba a entender que el hecho de lograr alcanzar esta elevada virtud era algo fácil y sencillo, ya que para ello solo es necesario las fuerzas particulares del hombre.
Para explicar esto, debemos meditar acerca de aquella halajá que establece que cuando la persona se despierta en la mañana tiene que decir de inmediato “Modé aní Lefaneja, Mélej jay vekaiam, shehejezarta bi nishmatí bejemlá; rabá emunateja” (‘Te agradezco, Rey viviente y existente, que devolviste en mí mi alma; abundante es Tu fidelidad’). Esta declaración que recitamos cada día, inmediatamente al levantarnos por la mañana, viene a atestiguar acerca de que, mientras estuvimos dormidos, nuestra alma subió a las Alturas y estuvo depositada en las manos de Hashem Yitbaraj; y debido a que Él se apiadó de nosotros, nos la devolvió. Cuando la persona dice esto, cada mañana, agudizaen su ser el reconocimiento y la comprensión de que Hakadosh Baruj Hu, con Su infinito conocimiento, sabiduría y entendimiento, es Quien nos creó, y todo lo que nos sucede, toda acción, proviene de Hashem Yitbaraj. Eso es lo que dijo el Profeta Yirmeiahu (Ejá 3:23): “…nuevos en las mañanas, abundante es Tu fidelidad”; es decir, cuando la persona vuelve a recibir en la mañana su alma, de inmediato, se renueva en ella su fe en Hashem Yitbaraj, Quien con Su abundante bondad se la devolvió. La recitación de “Modé aní” la repetimos cada mañana, lo cual puede causar que nuestros sentidos se entumezcan y perdamos la sensación de asombro que esta recitación debe despertar en nosotros. Pero si nos detenemos por un momento y nos concentramos en la forma en que hemos merecido volver a recibir nuestra alma, después del sueño nocturno —el cual es una sesentava parte de la muerte—, se renovará en nosotros la fe en Hashem y nuestro amor por Él.
Cuando la persona se refuerza en la fe en Hashem, dicha fe trae consigo temor del Cielo, el cual es, de hecho, el temor a pecar. La reflexión acerca de lo que le sucede a nuestra alma refuerza la fe que despierta el temor del Cielo; como resultado, la persona llega a tener miedo de cometer un pecado. Tenemos, entonces, que para que el temor del Cielo se arraigue en nuestro ser, es apropiado que digamos cada día “Modé aní” con gran intención y reflexionando bien acerca del significado de las palabras. Al pensarlo bien, veremos que esto es algo fácil y sencillo. Por eso, Moshé Rabenu tuvo razón cuando le dijo a Israel que el temor del Cielo es una virtud que se puede adquirir con facilidad.