PARASHAT HA´SHAVÚA: «SHOFTIM»

Parahá: Shoftim, שֹׁפְטִים‎, Jueces.  Deuteronomio 16:18–21:9, Haftará:  Isaías 51:12–52:12. Darshán: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita


“… para que no se eleve su corazón por encima de
sus hermanos.” (Devarim 17:20)

La orden de este versículo está dirigida a todo rey de Israel. La Torá ordenó que el Pueblo de Israel está obligado a brindarle los más grandes honores a su rey. Todos deben obedecer sus órdenes y cumplir su decreto; y, aunque quisiera, él tiene prohibido ceder su honor. A pesar de que el rey es el receptor de todo este honor, la Torá le ordenó “que no se eleve su corazón por encima de sus hermanos”; es decir, el rey no puede conducirse con altanería, y está obligado a alejarse de la cualidad del orgullo; su conducta debe ser humilde y modesta. No es solo en la apariencia, sino que también dentro, en su corazón, le está prohibido sentir superioridad o preeminencia. Esto es lo que la Torá quiso resaltar al decir “que no se eleve su corazón”; también en su corazón, el rey tiene que alejarse del más ínfimo rastro de orgullo.

A simple vista, ésta es una mitzvá muy difícil de cumplir pues, por un lado, la Torá le pide que se comporte como un rey, quien recibe los más extremos honores, y, por el otro, tiene la obligación de comportarse con humildad. ¿Cómo se puede pedir del rey que no sea altanero y que aleje de su ser todo sentimiento de orgullo? ¿Cómo se puede apagar el fuego del orgullo que arde como una brasa dentro de él cuando todo el pueblo le está mostrando un sinfín de honores?

Podemos explicar, besiatá Dishmaiá, que, ciertamente, para el hombre, le resulta muy difícil dominarse a sí mismo y conducirse con humildad y sencillez, incluso dentro del corazón, pero dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Minjat Jinuj, mitzvá 16), que los actos externos tienen influencia en el interior de la persona. Y, en verdad, así como la persona suele ser influenciada por todo lo que la rodea —como dijo el Rambam (Hiljot Deot, 6:1): “La persona es influenciada por las y los hechos de sus seres queridos y amigos”—, así mismo es el corazón, pues éste va detrás de lo que el cuerpo hace; si el cuerpo se conduce con altanería y orgullo, indudablemente, su corazón también seguirá ese camino, y a la persona le será más difícil lograr internalizar la cualidad de la humildad en su ser. Por cierto, si se condujera físicamente con recato y con humildad, aun cuando fuera solo por fuera, dicha conducta se enraizará en su ser, en lo más profundo. De esta forma, le será más fácil cumplir la mitzvá de la Torá de “que no se eleve su corazón por encima de sus hermanos”.

Los actos externos tienen un gran poder de influencia sobre la interioridad de la persona. Si el cuerpo se conduce externamente con malas cualidades, no cabe duda de que ello influirá sobre su interioridad, su corazón. Por ello, la persona tiene la obligación de preocuparse, ante todo, de que lo externo que ha de influenciar en su persona sea lo correcto, y alejarse de toda actividad que lo lleve a la arrogancia y el orgullo. Entonces, tendrá asegurado el hecho de que esta conducta humilde se arraigará también en lo más íntimo de su ser, pues influenciará también su corazón.

Nos encontramos ahora en el mes de elul, el mes de la misericordia y de las selijot. En este mes, aumentamos nuestro arrepentimiento y nos retractamos de nuestras malas acciones. En verdad, la obligación de hacer teshuvá recae sobre todo el año. Cada semana, cada día, tenemos que revisar nuestras acciones y retornar en arrepentimiento, de la misma forma como lo hacemos en elul. Esto lo vemos insinuado en la siguiente exégesis: la palabra en hebreo hashabat (השבת’ :el Shabat’) tiene las mismas letras que la palabra teshuvá (בהֻתש : ‘arrepentimiento’); y cada día, mencionamos, en el salmo del día, su proximidad a Shabat, cuando decimos “Hoy es el día uno de Shabat Kódesh… Hoy es el día dos de Shabat Kódesh …”, y así sucesivamente. Resulta que cada día tenemos la obligación de revisar nuestros actos y arrepentirnos de nuestros malos caminos.

También en este respecto hay una condición primordial para el arrepentimiento, y es que la persona debe anularse y empequeñecerse ante Hakadosh Baruj Hu, someterse a Hashem Yitbaraj. Si la persona está dispuesta a encorvarse y someterse a Hakadosh Baruj Hu, y anularse ante la Torá sagrada de Él y ante Su presencia sagrada, de esa forma, podrá apegarse totalmente a Hashem Yitbaraj, y se cumplirá en la persona el versículo que dice (Devarim 4:4):

“Y vosotros, los apegados a Hashem, vuestro Dios, están todos vivos hoy”.

Que sea Su voluntad que sepamos anularnos ante Hashem Yitbaraj y hacer Su voluntad y Sus mitzvot, y gracias a ello, seamos inscritos y sellados en los libros de los Tzadikim, para vida buena, y para armonía y paz. Amén veamén.