PARASHAT HA´SHAVUA: «TAZRÍA / METZORÁ»

La Parashá de esta semana es doble: Tazría/ Metzorá, Levitico 12:1 – 13:59 / 14:1–15:33. La comenta como es habitual, Adi Cangado.


«Sobre los que sufren»

Este año, las parshiot Tazria y Metsorá se leen juntas el mismo Shabat. Se trata de los capítulos 12 a 15 del libro de Vayikrá (Levítico), y recogen los preceptos relativos a cómo tratar los supuestos de tsará’at en la piel de las personas, en las vestimentas o en las casas, así como una miscelánea de otros supuestos de tumá, o «impureza», como dar a luz a un niño o a una niña (cap. 12), y la producida por las emisiones corporales del hombre y de la mujer (cap. 15).

Los comentaristas han discutido largo y tendido sobre qué era exactamente tsará’at. La mayoría concluye que se trataba de una dolencia espiritual, con señales en la piel, la ropa y los hogares, pero en cualquier caso una dolencia primitiva, de la que no se conservaba testimonio directo, y que cesó hace tiempo.

El Rav Ovadia ben Yaakov Sforno, el jajam de Cecesa, interpreta el tsará’at como una dolencia de «lepra» leve. Así, esos lunares o manchas, negaim, no se corresponden con la manera en que se manifiestan enfermedades más graves. El Sforno, que era también médico, afirma que los supuestos de lepra severa no se parecen a los fenómenos descritos en la Torá, salvando el caso de la morphia albaram, y tampoco a los casos de cánceres, que se manifiestan más bien en tonalidades, afirma el Sforno, rojo y negro. Tal vez por eso los sabios dijeros, «aquella persona que sufra una de las cuatro dolencias, no es sino un altar para expiación» (T.B., Tratado Berajot 5b).

Los sabios se refieren a las cuatro modalidades mencionadas en primer lugar en la Torá: negá, vahéret, sapajat y s’et (v. 13:2); más adelante, en el versículo 13:18 se habla de los casos de shejín, y en el v. 13:30, nétek (en la cabeza o en la barba).

Mientras las dolencias más graves, como la lepra severa o el cáncer, no producen tumá «impureza» de acuerdo a la Torá, debidas (dicen los comentaristas) a desviaciones impropias en los hábitos de alimentación y bebida, estas otras de las que no tenemos conocimiento en la actualidad, producían tumá, y requerían su revisión por el kohén o sacerdote, pudiendo el afectado ser puesto en cuarentena una semana entera, extensible a otra semana más. El kohén, según las instrucciones de la Torá, declaraba al enfermo tahor «puro» o tamé «impuro», debiendo, superada la dolencia, no solamente reintegrarse con los demás habitantes del campamento, sino también elevar distinta clase de ofrendas en el Tabernáculo (y después, en el Templo).

Lo que más nos debe llamar la atención es que la dolencia no sólo afectaba a las personas, sino también a la ropa y a las casas, lo cual vendría a confirmarnos que no se trata de una enfermedad física, sino espiritual. Así, en el versículo 13:47 y ss., se recogen los supuestos de tsará’at en las vestimentas de lana y lino y de piel (de cuero) y en el cap. 14 (vv. 34-53), los nigué batim «las manchas en las casas».

La tradición (Midrash, Vayikrá Rabá; también el Rambam, Hiljot Tumat Tsará’at 16:10), concluye que las personas que sufrían tsará’at habían incurrido en pecados de habla perniciosa, cotilleo, mentira, difamación o calumnia (en hebreo lashón hará), además de otros que generalmente se comenterían en secreto. La aparición de estas manchas es, según el Sforno, un milagro, pues a través de ellas el Santo, Bendito sea Él, advertía a los israelitas sobre aquellos errores que habían cometido en privado, para darles así la oportunidad de arrepentirse (de hacer teshuvá) y mejorar su conducta.

Ello refuerza la idea de que en los demás casos no se trata de enfermedades, como por ejemplo, en los casos de nigué begadim (en la ropa) o nigué batim (en las casas). De acuerdo al Midrash, estas manchas aparecían solamente en la ropa y en las paredes blancas, y en general, todos los supuestos de tsará’at producían tumá o «impureza» sólo a los judíos, y nunca a los gentiles (T.J., Negaim 11:1).

En el libro de Proverbios leemos, vetsadik yesod olam «y el justo es el fundamento del universo» (v. 10:25), y en la Torá se dice, ki lo atsdik rasha «pues no justificaré los errores de quien hace mal» (Éx. 23:7). La dolencia del tsarúa no era por lo tanto un castigo, sino una oportunidad: de volver a su conducta recta, de acuerdo a la Torá. Para el Sforno, éstas eran señales de compasión que el Eterno tenía con Israel. «Pero cuando las generaciones posteriores no tuvieron el nivel apropiado para hacerlas merecedoras de esta compasión, no hay ya recuerdo de estos fenómenos antiguos de la aflicción en las casas, llevando a algunos sabios a afirmar que tales cosas nunca llegaron a ocurrir» (del comentario del Sforno a la Torá, cap. 13 de Vayikrá).

En el relato de la Torá se recogen dos formas verbales para hacer referencia a cómo el israelita llegaba ante el kohén cuando se descubría en su piel una de estas formas de negaim. En algunos versículos se utiliza el verbo «llevar» en hufal, es decir, la pasiva del causativo hifil (por ejemplo, al comienzo del cap. 13, huvá «será llevado»). En otros, en cambio, se utiliza el verbo en forma paal, es decir, la activa simple del verbo como «venir», por ejemplo en el versículo 14:35, uvá asher lo habait vehiguid lakohén lemor kenega nirá li babait «cuando viene aquél de quien es la casa y le dice al kohén, «como forma de negá se ha visto en mi casa»». Que se utilicen las dos formas me parece muy interesante: es necesario que el judío tome la iniciativa a la hora de pedir consejo respecto de sus dudas o de retornar de sus errores cuando se equivoca, tomando de nuevo el camino de la rectitud (forma paal). Sin embargo, a veces es necesario también ayudar a otros, pues algunos no tienen suficiente voluntad para mejorar o para acudir a buscar ayuda. No podemos dejar al tsarúa, metáfora del judío que sufre, desamparado cuando es fundamental nuestro sostén para él: debemos acudir y si es necesario llevarlo contra su voluntad ante el kohén (forma hufal). No todos tenemos la misma capacidad ni la misma valentía cuando nos enfrentamos a los problemas cotidianos o a las desgracias terribles que nos asolan. Esto fue especialmente cierto cuando nuestro pueblo sufrió la Shoá: algunos tuvieron fuerza suficiente y siguieron adelante, otros fueron espiritualmente superados por el horror, y vagaban por los campos de concentración, muertos en vida.

Este doble uso de la misma raíz verbal es muy importante. Sufrimos. Pero lo que nos hace humanos no es el sufrimiento mismo, no son las marcas que llevamos. No nos hace humanos el ser imperfectos. Todos estamos de algún modo marcados. Hay marcas en nuestra piel, nuestra ropa, nuestras casas. Lo que nos hace humanos es cómo nos enfrentamos a ellas, como luchamos para trascenderlas y la medida en la que agarramos de la mano a quienes han quedado sin fuerzas para superar las suyas.

La semana pasada conmemoramos el Yom ha-Shoá, el día de recordación del Holocausto. Una lección muy importante que debemos portar al futuro y enseñar a los niños es: en la vida son importantes la rectitud, la reparación del mundo, y la teshuvá. Pero también es importante la resistencia: resistir con nuestras fuerzas, y en nuestra propia defensa, pero resistir también en defensa de aquellos a quienes las fuerzas han abandonado, y ayudarlos a sobreponerse y a seguir adelante.

Sin más os deseo que tengáis paz en el Shabat. Shabat Shalom umevoraj!

©Adi Cangado