PARASHAT HA´SHAVÚA: «TSAV»

Parashá: Tzav, צַו, Encomienda.  Levítico,  6:1–8:36. Haftará:  Malakías  3:4–24. Darshán: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita


“Si se ofrece en agradecimiento,
se ofrecerá, además del sacrificio
de acción de gracias, tortas sin
levadura amasadas con aceite,
hojaldres sin levadura untados
con aceite, y flor de harina frita
en tortas amasadas con aceite”
(Vaikrá 7:12).

El versículo trata del Korbán Todá, que es el que tiene que traer la persona ante Hashem Yitbaraj en señal de agradecimiento y reconocimiento por el milagro que Hashem le haya realizado. Dentro de los que se encuentran en la obligación de ofrendar este korbán, se incluyen los que viajaron por mar o los que atravesaron el desierto y regresaron en paz, los enfermos que se curaron, y los cautivos que fueron liberados de la prisión (véase Rashí, Tratado de Zevajim 7a, s. v. “Lo didé”).

Al ofrendar este korbán, la persona se acostumbra a reconocer el bien al Creador, por la bondad y el favor que Él hizo para con ella, como dice el versículo (Tehilim 107:22):

“Agradezcan a Hashem Su bondad y Sus maravillas [que hace] con las
personas, y ofrenden ofrendas de agradecimiento”.

Encontramos que todo el propósito de la noche del Séder es reconocer el bien; es una noche en la que todo el Pueblo de Israel se sienta a alabar a Aquel que creó el universo, porque hizo con ellos milagros y maravillas, y los rescató de las manos del opresor, de las manos de Egipto. El sagrado Zóhar dice (tomo 2, 40:2): “Cuando Israel alaba a Hakadosh Baruj Hu y le agradece por los milagros con los cuales los sacó de Egipto, Hakadosh Baruj Hu reúne a toda Su corte de las alturas y les dice: ‘Vayan y escuchen los cuentos de alabanza que dicen de Mí los Hijos de Israel, que se alegran de que los salvé’. Entonces regresan los ángeles y alaban a Hakadosh Baruj Hu, y reconocen el pueblo sagrado que Él tiene en la tierra. Así se aumenta el poder en los mundos superiores”.

Resulta, entonces, que lo principal del relato de la salida de Egipto es el reconocimiento del bien que recibimos y agradecer a Hakadosh Baruj Hu por toda la bondad que hizo con nosotros al sacarnos de la tierra de Egipto. ¡Cuán grande es la responsabilidad de la persona de agradecer al Creador, bendito Él, por mantenerla con cada respiro y cada paso que da! Él nos envuelve con bondad a cada hora del día, desde que nos levantamos a la mañana y decimos “Modé aní lefaneja” (‘Te agradezco’) hasta el final del día, cuando decimos, antes de dormir, “en Tus manos, deposito mi alma”. Cada mañana, al levantarnos, decimos “Te agradezco […] que me devolviste mi alma con compasión; ¡es mucha Tu fidelidad!”, pero cabe preguntarnos si en efecto ponemos verdadera intención en las palabras que decimos y si realmente éstas están saturadas de agradecimiento interno y profundo por el milagro que hizo nuestro Creador con nosotros.

No se debe dar por descontado que cada día uno se levanta sano y completo, tal como lo hizo el día anterior, y el día previo al anterior, y así sucesivamente, de modo que no ve el motivo por el cual tenga que decir con alegría “Modé aní lefaneja”. Este tipo de pensamiento es producto directo de la falta de meditación en la bondad del Creador, y de estar acostumbrados a recibirla automáticamente. Y si profundizamos aún más, veremos que, lamentablemente, hay muchos que se fueron a dormir sanos y completos, pero no tuvieron el mérito de levantarse a la mañana. Asimismo, hay muchos que se van a dormir seguros de que están sanos, pero, al día siguiente, descubren que una enfermedad grave se anida en sus cuerpos —Rajmaná litzlán—. Siendo así, el sólo hecho de levantarnos sanos y completos es motivo para que irrumpamos en agradecimiento y digamos con emoción “Modé aní lefaneja” por el hecho de que el Creador nos devolvió nuestra alma, sana y completa, sin enfermedades o defectos.

Por medio de la diligencia y la toma de conciencia, la persona llega a reconocer lo grande de la bondad del Creador, y puede decir “gracias” a toda voz, con agradecimiento total. Así lo demuestra el Shulján Aruj (Óraj Jaím 1:1): “[La persona] debe superarse como un león y levantarse en la mañana para servir a su Creador”. Cuando la persona se levanta con diligencia y dice “Modé aní” con alegría, provoca que le llegue la abundancia y el éxito para todo ese día, desde que comienza hasta que termina.

Yo puedo atestiguar sobre mí que esta cualidad de la diligencia la heredamos de nuestro ancestro, el Tzadik, Ribí Moshé Aharón Pinto, ziaa, quien nos inculcaba todo el tiempo que la diligencia es la mitad del éxito, según lo que dice el versículo en Mishlé (22:29):

“Si viste a un hombre diligente en su oficio, delante de ángeles se encuentra”.

De esto se entiende que la diligencia es el recipiente que contiene todas las cosas buenas que le pueden llegar a la persona. El perezoso pierde todo lo bueno, ya que, cuando llega la hora debida para recibir el bien, él no es el recipiente capaz de contenerlo, porque no se preparó para ello. Que sea la voluntad de Hashem que tengamos siempre el mérito de reconocer el bien del Creador y agradecerle por Su bondad, como dice el versículo (Tehilim 92:2):

“Es bueno agradecer a Hashem, y hacer cánticos a Tu Nombre elevado”.