“Ve al faraón; he aquí que él sale al agua, y te presentarás
a su encuentro al borde del río; y lleva en la mano
el báculo que se convirtió en serpiente” (Shemot 7:15).
Rashí escribió al respecto de la frase “he aquí que sale al agua” que el faraón se hacía a sí mismo como si fuera una deidad, y decía que él no tenía necesidades físicas que atender. De modo que, para encubrir su mentira, salía al río temprano en la mañana, cuando nadie lo veía, y hacía allí sus necesidades. Y Hashem le ordenó a Moshé que fuera hacia el río a ver al faraón, pues Hashem sabía que el faraón tenía que hacer sus necesidades y defraudaba a todo el mundo diciéndoles que él era un dios. De hecho, el faraón tendría que haberse avergonzado delante de Moshé y retractarse de su testarudez y dejar
salir al Pueblo de Israel, porque Moshé Rabenu ya había visto que el faraón les mentía a todos con su historia de que era un dios. Pero a pesar de esto, el faraón endureció su corazón, y con total descaro continuó alardeando de ser una deidad.
John Martin, 1823
De acuerdo con esto, podremos aclarar otro tema.Uno de mis conocidos me preguntó: ¿por qué Hashem
endureció el corazón del faraón en las últimas cinco plagas?¡Si Hashem castiga a la persona solo si transgrede por su libre albedrío! Y si Hashem endureció el corazón del faraón, le quitó al faraón su libre albedrío; entonces, aparentemente, no merecía ser castigado. El versículo de la plaga de la peste dice
“Y endureció Hashem el corazóndel faraón y [éste] no los escuchó (Shemot 9:12),
sobre lo que el Rambán explicó que, hasta ese momento, en las primeras cinco plagas, hasta la plaga de la peste, la Torá escribió “y se endureció el corazón del faraón” y “el faraón endureció su corazón”, y similares; mientras que, desde la plaga de la peste en adelante, la Torá se expresa diciendo que “Hashem endureció el corazón del faraón”. De aquí que, en las primeras cinco plagas, según el Rambán,
el faraón había endurecido, por iniciativa propia, su corazón. Pero desde la plaga de la peste en adelante
el faraón se habría arrepentido y no iba a endurecer su corazón; no obstante, Hashem le endureció el corazón al final de cada plaga hasta la plaga de la muerte de los primogénitos. Siendo así, se presenta aquí una dificultad: ¿por qué fue castigado el faraón si Hashem fue Quien le endureció el corazón?
Según lo que hemos aclarado, podemos decir que el faraón mismo endureció su corazón en las primeras
plagas, y descaradamente reforzó su mentira de que él era una deidad, aun delante de Moshé —quien lo había atrapado en su mentira, al presenciar cuando iba a hacer sus necesidades al río—. E incluso después de las primeras cinco plagas, Hashem vio que el faraón elegía cada vez el mal, endureciendo su corazón, y no trató siquiera una vez de escoger el bien, para enterarse de cuán bueno es el bien; todo lo que lo motivaba era el mal. En vista de todo lo expuesto, Hashem lo castigó, quitándole el poder de la
elección, y le hizo continuar conduciéndose con las malas fuerzas que tenía, pues ya había establecido el faraón en su corazón escoger solo el mal. Y por el sendero que la persona fija seguir, desde el Cielo, le fijan continuar por ese sendero, toman de ella el poder del libre albedrío y le establecen de forma fija aquel sendero que había escogido seguir al principio.
Está dicho (Shemot 9:20-21): “Los que temían la palabra
de Hashem entre los súbditos del faraón introdujeron
su rebaño en las casas. Y los que no le prestaron atención
a la palabra de Hashem, dejaron a sus siervos y a su rebaño
en el campo”.
Esto fue en la plaga del granizo, en la que Moshé Rabenu había advertido al faraón y a sus súbditos que aquel que quisiera salvar sus posesiones debía introducirlas todas en la casa. Aquel que creía en
Hashem introdujo sus rebaños y siervos en la casa y éstos no fueron dañados; y aquel que no creía, no lo hizo, y recibió un grave golpe económico. Esto resulta difícil de comprender; ¿cómo puede ser que hubiera quienes no creyeran en Hashem? ¡Si ya desde la tercera plaga, la de los piojos, los brujos egipcios le dijeron al faraón:
“¡Esto es el dedo de Hashem!” (Shemot 8:15).
J. Tissot, Moses habla con el faraón, 1896
El Gaón, Ribí Yoshiahu Pinto —el Rif— explicó en su libro Késef Mezukak que, ciertamente, ya desde las
primeras plagas, el faraón y sus súbditos habían experimentado un despertar y se habían movido a hacer
teshuvá, aceptando dejar ir a los Hijos de Israel, pero su arrepentimiento había sido “de la boca para afuera”; no se trataba de una transformación interna. Por ello, hubo quienes no reunieron su rebaño en sus casas, a pesar de la advertencia de Moshé Rabenu. Es decir, cuando el arrepentimiento es solo “en apariencias”, la persona se mantiene en su maldad y “piensa” que hizo teshuvá. Pero la verdad es que esa teshuvá no es deseada.
Así explicó el Rif, ziaa, el versículo (Shemot 10:1):
“Ven donde el faraón porque Yo he endurecido su corazón y el
corazón de sus súbitos con el fin de colocar estas señales
Mías en su seno”,
que, por cuanto Hashem vio que el faraón no había hecho una verdadera teshuvá en su corazón
sino que era algo solo superficial, Hashem endureció su corazón para enviarle las demás plagas —las langostas, la oscuridad y la muerte de los primogénitos— hasta que hiciera también una teshuvá interna.
No obstante, Hashem volvió a endurecer el corazón del faraón también después de la plaga de los primogénitos con el fin de que ellos salieran en persecución de los Hijos de Israel hasta el Mar de los Juncos. Esto fue porque el faraón también había hecho teshuvá superficial en la muerte de los primogénitos, solo por temor al castigo y no por anularse delante de Hashem. Vemos de esto cuánto
se le reclama a la persona por sus acciones.Ésta es una gran lección; no basta con arrepentirse de
la boca para afuera, sino que hay que sentir el arrepentimiento en el corazón. Para esto hace falta hacer una introspección profunda, para ver si la teshuvá se hizo también desde el corazón. Porque cuando la persona retorna en teshuvá solo de la boca para afuera y no por tener el corazón roto y sumiso, se mantendrá en su maldad, y su arrepentimiento nunca será por el temor a Hashem.