PARASHAT HA´SHAVÚA: «VA´YESHEV»

Parasha: וַיֵּשֶׁב‎, Va´Yeshev, Se asentó. Genesis 37:1–40:23. Haftará :  Amos 2:6–3:8. Darshán: Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita


Nuestros Sabios (Shabat 21:) establecieron para los días de Januká alabanzas y gratitud; además nos ordenaron encender velas todas las noches de Januká manteniendo vivo el recuerdo de los milagros ocurridos. El Talmud cuenta que los griegos profanaron la santidad del gran Templo impurificando todo el aceite que se utilizaba para encender el candelabro. Luego que los Jashmonaim vencieran en la batalla y reingresaran al Templo encontraron solo una pequeña vasija lacrada con el sello del Cohen, la misma alcanzaba para un solo día, pero milagrosamente HaShem hizo que las velas pudiesen encender ocho días.

En razón de ello se estableció en la Halaja (Shuljan Aruj O”H 672, 2) que la Mitzvá es encender las luminarias al caer la noche durante media hora. Pero debemos comprender por qué razón nuestros Sabios establecieron que para revivir el milagro, cumpliendo con la frase “En aquellos días en estos tiempos”, sea “encendiendo luminarias de aceite durante media hora”, ya que sería más lógico que deberíamos mantener encendida la luminaria durante los ocho días de la festividad de manera ininterrumpida, tal como sucedió en el sagrado Templo.

Podemos responder que nuestros Sabios jamás dictaminan o establecen costumbres, decretos o tradiciones que no podrán mantener su vigencia en el tiempo, como dice el refrán (Rosh Hashana 4:) “Quien mucho abarca, nada tiene”. Por lo que si nuestros Sabios nos hubieran indicado mantener encendidas las luminarias durante los ocho días en forma ininterrumpida, en lugar de recordar más y más el milagro, simplemente nos generaría rutina, el peor enemigo de la buena memoria, por ello es que nos fuera indicado que las velas debían permanecer encendidas solamente media hora.

Profundizando un poco más, se estableció encender las velas, puntualmente al caer la noche, de modo que podamos comprender y verificar, como un poco de luz es capaz de desplazar a la espesa oscuridad. ¿A qué luz nos estamos refiriendo?. Nos lo indica el versículo en Mishle (6, 23)

“La luminaria es la Mitzvá y la Torá la luz”,

la luz y el resplandor de las luminarias de Januká simbolizan justamente eso, la Torá y las Mitzvot, que debemos vivenciarlas de la misma forma que las luminarias de Januká: “ser encendidas cada noche” y no dejarlas ardiendo constantemente, de modo tal que cada noche se renueve la conciencia del milagro evitando así caer en el automatismo, y sintiendo como ese pequeño destello de luz ilumina dentro de la penumbra de la noche naciente, de la misma manera hay que saber vivir cada Mitzvá y el estudio de Torá con el entusiasmo como la primera vez, renovando constantemente el interés por ellas.

Por lo anteriormente expresado, es importante tener claro que no sirve de mucho abundar de modo irracional en estudio sin dar lugar al cumplimiento de las Mitzvot, ya que lo principal no es el estudio, sino el “aprendizaje” que este nos deja para poder practicar las Mitzvot. El encendido de luminarias nos recuerda asimismo, el triunfo sobre nuestros enemigos que pretendieron privarnos estudiar Torá. Pero la realidad es que ellos llegaron luego que nosotros, como Pueblo, hayamos dado lugar a que la Torá perdiera vigencia en nuestra vida, como dice el Midrash “En aquellos tiempos muchos Iehudim renegaron abiertamente a nuestra fe, dando así lugar a que los griegos pudiesen dominarnos”.

Está claro entonces el origen del problema y de cómo resolverlo. Reforzando el estudio de Torá con bríos renovados cada día y de modo creciente igual que las velas de Januká, que van aumentando en cantidad cada noche. También el aceite de oliva que es el más indicado para las luminarias, guarda un simbolismo importante representando a muestro alma. El aceite en hebreo se dice HASheMeN y tiene las mismas letras que la palabra Neshamá; y Zait (oliva) se escribe con las letras Zain + Iod= 17 – lo mismo que suma la Palabra Tov (bueno), refiriéndose sin dudas a la Torá, a la  que se denomina “Buena”-  y la letra Tav=400, que representa a los cuatrocientos soldados que llevaba Esav al tratar de aniquilar a Iaacob y todos sus hijos; aquel ejercito de maldad en la práctica es la llamada “Kelipá”, que trata constantemente de atacarnos y dañar nuestra espiritualidad y la mejor y más efectiva protección es nuestra Sagrada Torá.

Para terminar y recurriendo una vez más a las luminarias, encontramos en sus leyes otra llave para poder cuidar correctamente el alma. De acuerdo a la Halaja está prohibido tener provecho personal del resplandor que producen las luminarias. Nuestras almas también son consideradas una vela encendida; el mensaje es claro: La luz del alma debe utilizarse solamente para cosas de santidad y nunca desperdiciar esa preciosa energía en cosas banales y mundanas que nada nos dejan.

En síntesis: las velas de Januká nos enseñan a vivir inspirados creciendo constantemente junto a la luz de la Torá, la cual nos ilumina protegiéndonos de las oscuras “Kelipot”, utilizando la energía de nuestras almas en cosas de espiritualidad, santificándonos y purificándonos para estar cada vez más cerca de HaShem.