SAM ISRAEL

Historia de un zapatero de Rodas que se convirtió en todo un potentado y filántropo.


Shmuel Israel fue a nacer en la Djuderia, isla de Rodas, en 1899, entonces capital del sanjacato de Lesbos, Kíos y Lemnos. Es decir: en su adolescencia, sufrió las consecuencias de las Guerras Balcánicas -pues era súbdito del Imperio Otomano; en 1912 -año de su bar mitzvá y habiendo estudiado en l´Alliance Israélite Universelle- verá cómo Rodas era invadida por Italia; luego, ya en su juventud, también se enfrentó a las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, que -como sabemos- acaba con el imperio de los turcos. Así que, como tantos otros sefardíes rodios, en 1919, ante la crisis socio-política de la isla (caído el Imperio de la Sublima Puerta de los osmanlíes a manos de los británicos) Sam Israel, joven de 20 años,  decide abandonar su patria chica y el lugar donde están enterrados sus ancestros, emigrando en busca de un futuro mejor. En su caso, se muda a  los Estados Unidos, concretamente a Seattle, en el estado de Washington (hoy por hoy una de las mayores comunidades sefardíes de EE.UU, por no decir que la mayor de todas, muy comprometida con el empeño en mantener las tradiciones y  favorecer, en general, el estudio y la difusión del sefardismo de los judíos de Rodas).

Los Israel, en Rodas, año de 1915.  De izquierda a derecha, Nissim, Sarah , Sam, Isaac, Morris y los pequeños John y Bona. 

Por esa época, Sam era -sin sueldo durante tres años- aprendiz en la mejor  zapatería de Rodas. Esto le capacitó como maestro zapatero -no hablamos de  reparaciones de calzado, sino de creación de zapatos. Aunque el conocimiento que tenía le permitió, ya en Seattle, abrir un negocio de reparación que tuvo mucho éxito y en el cual se formaron sus hermanos. Todos vivían en la casa de los padres, que habían perdido todas su hacienda al salir de Rodas. Esto hizo que Sam fuera un joven muy ahorrador y que empezara a comprar propiedades pequeñas. Se convertirá en un «coleccionista» de bienes raíces -las bancarrotas del Crack del ´29 permitían comprar barato- y la zapatería funcionaba muy bien. Entre 1933 y 1939 adquirió diecisiete propiedades por sumas que van desde $ 600 a $ 42,577. Su tiempo de ocio lo dedicaba al senderismo, el sky, el culturismo, la pesca y la fotografía.

 Sam sabía que estallaría la Segunda Guerra Mundial y se encontró con que una base militar norteamericana solicitaba reparador de calzado para soldados. Consiguió el puesto, el trabajo era abundante, las ganancias aumentaban y compró un edificio  en la Tercera Avenida, donde implementó la infraestructura necesaria para la fabricación de zapatos en masa. Con las ganancias, compró la casa de Soap Lake, que será donde toda la familia pase sus vacaciones. Luego, en 1960, él se mudó a una casa independiente, extremadamente modesta -una especie de cabaña con sólo lo indispensable para él y sus perros de caza- en la que vivió durante más de 25 años. Tenía también cien cabezas de ganado, dieciséis toros y tres vacas lecheras.

Sam en Jerusalén
Sam en Jerusalén.

En septiembre de 1973, Sam -judío observante de todas las mitzvot- decidió que había llegado el momento de darse a sí mismo un premio y poder cumplir su sueño: conocer Israel y, al regreso, visitar su Rodas natal. LLegó a Tel Aviv el doce de octubre del ´73, con retraso por la guerra de Yom Kipur -del 6 al 25 de octubre. Para él este viaje fue un punto de inflexión que no sólo reforzó su emuná sino que también incrementó su tsdaká, destinando más dinero para obras caritativas, cada vez más numerosas y que finalmente terminarían conformando la Fundación Samis.  Sam, que como buen fotógrafo tenía una buena colección de diapositivas de Israel, comenzó a ir de escuela en escuela, e incluso por iglesias y organizaciones cívicas en el condado de Grant para hablar sobre Israel. Contribuyó con la Cruz Roja, el Cofre de la Comunidad, la Congregación Ezra Bessaroth, la Federación Judía, la Academia Hebrea de Seattle y varias organizaciones benéficas israelíes. En noviembre de 1984, Sam pagó la deuda hipotecaria de la Academia Hebrea de Seattle con la condición de que nunca más se hipotecara aquella  propiedad.

En agosto de 1991, Sam  compró y donó un  Sefer Torá para la congregación Ezra Bessaroth. La hajnasat ha´Sefer, la entrega del Libro, fue sensacional, con un desfile que detuvo el tráfico de vehículos mientras todos los miembros de las tres sinagogas ortodoxas de Seattle, escoltados por policías en moto, cantaban y bailaban por la calle con el tik del Sefer en brazos.

Sam ya no podía entonces caminar.

Falleció -alav ha´shalóm- el once de junio de 1994. Nunca se casó ni tuvo descendencia alguna sino su obra. Su fundación destina cien millones de dólares anuales para, por un lado, sufragar  el mantenimiento de todas las instituciones de los sefardíes de Rodas en Seattle -el 80% de la educación judía de la ciudad corre de su cuenta; y por otro lado , también ayuda a instituciones sefardíes en Israel.

Muchos le recuerdan diciendo que el dinero no hay que tenerlo guardado, porque se deprecia su valor, por lo que hay que gastarlo invirtiendo en bienes raíces que duplican o más el valor de lo invertido. No para tener más dinero, sino porque la Historia demuestra que los judíos siempre tienen que tener cómo levantar una nueva vida cuando son perseguidos y expulsados. Con lo cual se estaba acordando de lo que les pasó a sus padres cuando salieron de Rodas.