Poeta con verso y converso. Porque a pesar de los riesgos, nunca ocultó su condición entre sus admiradores: El Marqués de Santillana o Juan de Mena, por ejemplo.
Antón de Montoro en realidad se apellidaba de Baena Ventura -así consta en el testamento que dejó su padre, Fernando Alonso de Baena, que era orfebre ambulante. Nació en Córdoba inaugurado el S XV y en su mocedad el mismísimo Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, ya en edad provecta, le pìdió copia de sus versos, que admiraba y difundió. Para sus enemigos, que por supuesto los tenía, era El Ropero, apodo presuntamente peyorativo en relación a su oficio , que no era otro sino el que se llamaba aljabibe, o ropavejero , especie de buhonero que vende ropajes y hasta utensilios de segunda mano.
«Puesto que la poesía no aumenta mis bienes -decía- adoremos este dado y a la aguja démosle las gracias.»
Que fuera de extracción humilde y se dedicara al comercio ambulante y encima se enorgulleciera de ser converso sería motivo recurrente de sus colegas detractores, entre los que se contaban otros conversos de gran fama, como Rodrigo Cota, de quien a su vez se reían los poetas orgullosos de ser cristianos viejos. Pero Antón sabía que su lengua era una espada y se defendió de todos ellos con gracia y donaire.
De otro lado, literatos conversos pre-renacentistas como Juan Alvarez gato le elogia. Y Don Pedro, el Señor de Aguilar, padre de Alonso de Aguilar y de El Gran Capitán , Fernando González de Córdoba, le dispensa protección absoluta.
Juan de Mena, también converso, era su modelo de composición, aunque también trató con Jorge Manrique; conservamos 164 poemas en los Cancioneros, con muchas coplas satíricas y poemas del Código de Amor Cortés. Los últimos poemas, también de tema político, son las tres extensas composiciones que produce entre 1473 y 1474 tras los motines anticonversosde Córdoba y Carmona, en los que protesta ante Enrique IV, Isabel la Católica y Alfonso de Aguilar, por las persecuciones de que es víctima su grupo. Imploró piedad a los Reyes Católicos durante las persecuciones de judíos producidas a finales de siglo y se obsesionó profundamente con la situación de los judíos y judeoconversos.
Escapó a la gran masacre de la judería cordobesa de 1473 y al año siguiente, siendo testigo de la entronización de Isabel de Castilla, le dedicó unos versos que eran dardos:
Que esta muerte sin tregua
llegue a su fin merced a tu piedad
y tu bondad
hasta estos tiempos de Navidad
cuando se saborea el fuego….
Otorgó testamento en 1477, pero murió entre 1483 y 1484 , después de que Sixto IV firmara la Bula de la Inquisición y el Tribunal del Santo Oficio se instaurara en Córdoba.
Aquí un poema que se escribió sobre sí mismo:
¡O, Ropero amargo, triste
que no sientes tu dolor!
Setenta años que naciste
y en todos siempre dixiste:
«ynviolata permansiste»
y nunca juré al Criador.
Hize el Credo y adorar
ollas de tocino grueso,
torreznos a medio asar,
oyr misas y reçar,
santiguar y persinar,
y nunca pude matar
este rastro de confeso