DANIEL MÚGICA: » EL NOMBRE DEL JUDAÍSMO ES SUPERVIVENCIA»

Entrevistamos al escritor Daniel Múgica, que recientemente ha sido premiado por su última novela,  «La Dulzura»


 

Daniel Múgica, como dice un salmo , ha caminado sobre áspides y víboras (por razones personales que no vienen a cuento)  Ahora,  después de 14 años sin sacar a la luz un libro ha publicado La dulzura (Ediciones Almuzara, 2017), una obra ambientada en el atentado yihadista  del once de marzo en Madrid pero que no es sino una historia de amor

Sfarad.es:–¿Es de verdad el amor lo que puede derrotar a la barbarie del odio?

Daniel Múgica:–Uno llega a casa triste, abraza a su enamorad@, la tristeza se mengua. El amor es el único sentimiento capaz de vencer al odio, que no a la rabia, cuando ésta, después de su primera aparición tras la barbarie, se transforma en razón, en un combate democrático contra los liberticidas. Mi novela sobre el amor con proscenio de terrorismo, “La dulzura”, solo se podía escribir desde la ternura o la querencia, buscando lograr cuatro objetivos: un homenaje a las víctimas, que tuviera un ritmo indomable, unos personajes atractivos y que se leyese, pese a la tragedia, de una manera bonita, amable.

S.es: –En la novela aparece un personaje judío ¿Qué papel juega en la historia que ha escrito?

D.M.: –Es el coprotagonista, junto con otro personaje judío, femenino, que aparece al final de la novela. En mis trabajos siempre hay personajes judíos, cuya cultura he heredado. El nombre del judaísmo es supervivencia y su apellido también. Mi personaje, Judá, sobrevive a ignorar si su novia, Gadea, ha fallecido o no en uno de los trenes homicidas; sobrevive a la pena de Gadea; sobrevive a su propia existencia en forma de áspid; pues, como todo judío, es un luchador, incluso desde la lona. La persecución milenaria sufrida por el judaísmo es lo que le obliga a reconocerse y decidir que a él, al final, nadie le va a machacar. En el subtexto, lo que se intuye y no se lee, lo que subyace, es que poner la otra mejilla no sirve para nada. Al contrario, Judá considera que la mejor defensa sentimental es el ataque contra la infamia, desde el civismo.

S.es: –La dulzura ha sido premiada como mejor novela de la XXXIII edición de los Premios Literarios Jaén 2017, pero a usted los premios no le encuentran de repente, ya recibió en 1990 el  Premio Ateneo de Sevilla por Uno se vuelve loco. ¿Qué papel cumple en el estímulo de la escritura el reconocimiento?

D.M: –Cualquiera menos el de la vanidad. Es un nuevo reconocimiento a treinta años escribiendo, la ganancia en lectores a los que transmitir, en este trabajo,  no solo la experiencia de los personajes, sobre todo las emociones, pulsiones y sentimientos de los hombres y mujeres que han amado a Gadea, la presunta víctima, y que al rememorarla son conscientes de sus errores y virtudes. La reflexión sobre el terrorismo he preferido dejarla en manos de políticos, periodistas y las magnificas organizaciones de las víctimas. Aquí prima la emoción, la libertad, cuyo hijo es el amor. Al cabo lo que brilla en la novela es la hermosura en todas sus acepciones.

S.es: –Usted ha crecido en el País Vasco –en la Bella Easo, para más señas- donde un tío suyo , Fernando Múgica Herzog, fue asesinado por la banda terrorista E. T. A. en el año 1996 –lo cual ya es gran motivo para poder decir que conoce el odio- Y además, antes de ese terrible hecho, era hijo de un ministro de Justicia sobre el cual usted ha manifestado públicamente que estaba harto de ser el hijo de. ¿Es difícil –o ha sido complicado- crecer como judío no abertzale en el País Vasco que además tiene a su padre en el gobierno? ¿Le ha pasado factura en su carrera como escritor?

D.M:–Los terroristas de la basura y la porqueriza etarra dijeron antes de matar a mi tío: “Además le toca por ser judío”, algo connatural a los vasconazis de ETA, lo que, en su momento, naturaleza humana manda, me provocó odio, el que he logrado expulsar para que no enturbie mi razón ni perturbe mi capacidad de lucha contra los asesinos. En realidad he pacido en San Sebastián hasta los once años, pero he crecido en Madrid, así que la dificultad que menciona no se ha producido. La idea de la novela también radicaba en contar los sucesos del 11-M de 2004 que se desconocen fuera de la capital, para gentiles y judíos. Amo y respeto la figura de mi padre, que considero mi sanedrín particular. Al principio de mi carrera hubo gente que para atacar a mi padre me intentó utilizar, algo que nunca permití, así que en vez de perjudicarme, me fortaleció, visto hoy, no entonces. Al presente las criticas son solo al valor que tenga mi obra, el que fuera. Estoy orgulloso de ser hijo de un judío honorable, en palabras de Hannah Arendt, un judío asimilado, que ha trabajado toda su vida, desde los valores del judaísmo, por defender los derechos de nuestra patria, Sefarad. Esa patria común del judaísmo está presente en “La dulzura” como un personaje más.

S.es: –Su tío y su padre, además de socios fundadores de la Asociación de Amistad  España-Israel, fueron grandes impulsores en el proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y España y usted es uno de los escasos personajes públicos que no tiene problemas para decir que es un gran sionista  ¿Es España un reducto socio-politico de antisemitismo o es algo que va más bien entre la hipocresía y lo herencia socio-cultural?

D,M: –Soy militante del PSOE, y he de reconocer que desde la izquierda -antes, no ahora-  se alentó el perjuicio contra Israel, por una cuestión de desconocimiento ya superada. Sin embargo, y resulta incomprensible, en lo tocante a la explicación de lo que es Israel, que  el propio Israel siga siendo ineficaz en  las relaciones públicas internacionales, en  la pedagogía, uno de los motivos por los que en España existe un antisemitismo larvado, aunque mínimo, siendo el mayor, por descontado, el que genera la irracionalidad. Una de las claves  del judaísmo es la solidaridad entre nosotros. Un ejemplo, un judío está obligado a invitar a comer a su casa a otro judío foráneo. Entiendo urgente no la fraternidad mutua, pero sí que la educación en la paz debe imperar en la relación con nuestros vecinos, lo que ya sucede con Egipto, al menos en lo político, algo que se debería extender a Palestina, que precisa de un estado independiente y reconocido –condición sine qua non es la desaparición de Hamás y de cualquier terrorismo contra Israel-, lo que proporcionaría seguridad a la región y a Israel. De ello depende también, en cierta medida, la supervivencia de la tierra de Abraham cómo nación, que no cómo el pueblo del Libro, la Torá, permanente en el tiempo, en su idiosincrasia.

Sfarad.es: –¿De verdad cree que todos los personajes de su novela están enamorados de un personaje tan complejo como Gadea?

D.M.: –Los hermanos, los amigos, la sobrina, su amado, la adoran. Su esquizofrenia, un estigma social a erradicar, cuando se detona, les obliga a mirarse al espejo y a contemplar su humanidad, con sus derrotas y victorias, comparadas con las de Gadea. La de Gadea se alza entre las demás, que lo aceptan. Posee la cualidad de los enfermos mentales, sus emociones afloran ajenos a lo que es correcto o a la normativa social, en su esplendoroso cariño. El afecto que regala Gadea y su deseo de felicidad es, precisamente, lo que permea los corazones de sus allegados, lo que apuntala la belleza de la novela, su mayor dificultad a la hora de edificarla.

S.es: –Y para terminar, qué planes de futuro tiene ¿volverá al teatro y el cine? ¿O tendremos más novelas?

Habrá más novelas, teatro y cine, y poemarios, procurando mejorar día a día. Estoy con un ensayo: “La escritura de los campos de la muerte: el género literario”, a publicar, al igual que “La dulzura”, en la editorial Almuzara, radicada en Córdoba, donde convivieron las tres grandes culturas, el judaísmo, el Islam y el cristianismo. Se  añora esa coexistencia que enriquece.

S.es: –Muchas gracias y muchos éxitos.