EL DÍA EN QUE SE CREÓ LA INQUISICIÓN CASTELLANO-ARAGONESA

     Apunte sobre la institución de la Inquisición en los reinos de los Reyes Católicos.

   Antes de implementar en los reinos de Castilla y Aragón el tribunal inquisitorial -dependiente del poder político de la monarquía unida de los Reyes Católicos- se había instaurado, en la Edad Media y en la Península Ibérica, la Inquisición Episcopal, dependiente únicamente del poder religioso. Así, fueron los obispos quienes serían designados por el mismísimo papa de Roma para erradicar la herejía, el más importante delito público. ( Y entendemos por hereje el que se aparta de la ortodoxia pontificia -como los cátaros o albigenses, por ejemplo, pero también los conversos al cristianismo con vidas judaizantes). En 1184, el papa Lucio III extendió la inquisición episcopal a toda la cristiandad occidental, castigando al hereje con el destierro y la confiscación de bienes, pero no – aún-  la pena de muerte. En 1231, el papa Gregorio IX creó la Inquisición pontificia, que se superpondría a la inquisición episcopal; no llegó a establecerse en la Corona de Castilla. Pero sí en la Corona de Aragón (1233) -por la venida de conversos expulsos de Francia- y así mismo  en el reino de Navarra (1238) y en el de  Portugal (1376).

Ahora bien: en la segunda mitad del S XV, Europa experimenta una serie de cambios socio-políticos que marcan el fin de la (Baja) Edad Media y el principio de la (Alta) Edad Moderna. Uno de los más importantes de esos cambios fue que las monarquías se empoderan frente a la nobleza feudal y el clero, hasta el punto de que el papa de Roma pierde poder sobre los reinos.  Ahora los que de verdad mandan son los reyes.

En este marco de nueva coyuntura socio-política, también cambian las cosas para los conversos hispanos. En 1461, Alonso de Espina -que según Bentsión Netaniahu no era converso-,  plantea al sí converso Alonso de Oropesa, confesor del rey Enrique IV de Castilla, la necesidad de que sobre los herejes se haga inquisición en este reyno según como se hace en Francia. Pero el papa hace caso omiso a esa petición y el rey, ocupado en la Guerra Civil Castellana, no vuelve a insistir. Tras la contienda, en 1474, Enrique El Impotente es sucedido por su hermana, Isabel La Católica.

Isabel I de Castilla, en 1477 dio a garantías a los judíos de Sevilla:

Tomo bajo mi protección a los judíos de las aljamas en general y a cada uno en particular, así como a sus personas y sus bienes; les protejo contra cualquier ataque, sea de la naturaleza que sea…; prohíbo que se les ataque, mate o hiera; prohíbo asimismo que se adopte una actitud pasiva si se les ataca, mata o hiere
Sixto IV

…pero a la vez, es consciente de que hay un «problema converso»: el prior de los dominicos de Sevilla, Alonso de Ojeda,  en 1475, redacta y envía a los reyes Isabel y Fernando un informe acerca de los conversos sevillanos, que de manera pública, viven como judíos observantes: comen kasher, guardan preceptos, sobre todo Shabat, Kipur y Pesaj, circuncidan a sus hijos y  entierran a sus muertos según la Ley de Moisés. Alonso de Ojeda pide actuar en consecuencia contra aquella caterva de herejes disfrazados de católicos.  Pero el confesor de la reina, el converso Hernando de Talavera, convence a su majestad para no hacer nada contra los neocristianos de Sevilla. Sin embargo, Fernando El Católico -él mismo descendiente por vía materna de judíos- impone su criterio y se dirige al papa Sixto IV para nombrar inquisidores dentro de los territorios de la Corona castellano-aragonesa.

El primero de noviembre de 1478, fiesta de Todos los Santos en que la cristiandad rinde tributo a los muertos- Sixto IV emite la bula Exigit sincerae devotionis, donde se estipula que los inquisidores para Castilla y Aragón deben ser tres clérigos mayores de cuarenta años y -lo que es aún más importante- que les concedía a los monarcas Isabel y Fernando la total potestad tanto para el nombramiento como para la destitución de los inquisidores.
 Sin embargo, los reyes no se apresuraron a ejercer el derecho a nombrar inquisidores. Pasaron dos años antes de que esto sucediera. Es decir, en 1480, tras intentos de corregir las actividades de los conversos mediante sermones y catecismos, y a pesar de las advertencias que por su bien  comunicaba a los conversos Hernando del Castillo, el 27 de septiembre de 1480 los reyes nombraron a los dos primeros inquisidores para Sevilla:  los dominicos Juan de San Martín y Miguel de Morillo, que contarán con Juan Ruiz de Medina, perteneciente al clero secular y miembro del Consejo Real, como consejero jurídico. Los conversos, alarmados, aterrorizados, fueron conscientes de que tenían un grave problema al que enfrentarse. Unas tres mil familias decidieron irse a Portugal, a Francia, a Marruecos. Ocho mil conversos buscaron refugio en los estados señoriales de la nobleza andaluza, como por ejemplo Marchena, pero  los inquisidores ordenarán a los señores que dejaran de prestar amparo a los conversos bajo pena de ser acusados de complicidad y de obstrucción al Santo Oficio.