EL MITO DE LA TRAICIÓN DE LOS JUDÍOS

 Elementos para destruir una calumnia de tergiversación histórica que demonizó al judío hispano.


 Como sabemos, a principios del verano de 711 los bereberes aprovechan las disensiones internas del Reino Visigodo de Toledo para cruzar el Estrecho de Gibraltar y enfrentarse a las huestes de D. Rodrigo en la Batalla de Guadalete. Comienza así el periodo de dominación musulmana en la Península Ibérica, esto es, el fin del gobierno de los visigodos como herederos del Imperio en la provincia de Hispania. Muchos años después de los hechos, los judíos -consabidos chivos expiatorios de muchos hechos- van a ser injustamente culpables de este evento crucial de la Historia de España.

 Resulta elocuente que, dada la magnitud de los acontecimientos,  no hay fuentes históricas que hablen del papel de los judíos respecto a los musulmanes y los cristianos; no hay mención alguna de ello en la Crónica Mozárabe de 754 ni en los relatos de Ibn Habib y Al Hakam; tampoco en la Crónica Albedense ni en la Crónica profética de Alfonso III; y de igual manera, silencio absoluto en la Crónica Najerense, del S XIII, o en la Historia Silense, la biografía de Alfonso VI, reconquistador de Toledo en 1086. Ni vencedores ni vencidos comentan, siquiera de puntillas, que el crucialísimo evento histórico de la caída del Reino Visigodo de Toledo y el triunfo de los musulmanes sobre Hispania hubiera sido posible porque los judíos habrían traicionado a los cristianos ayudando a los moros.

 Sin embargo, hay una obra musulmana y anónima,  hoy perdida, el Ajbar Machmua -La gran colección de tradiciones-  del S XI, donde se relata que en el S VIII, con la conquista de Hispania, los judíos fueron instalados en Toledo y que, luego, los judíos fueron utilizados para acompañar a los musulmanes en la guarda de algunas ciudades conquistadas. La obra es, no obstante, muy dudosa, pues está escrita por los vencedores mucho tiempo después de los hechos y llega a nosotros por una traducción al castellano. Y a la sazón, tampoco dice nada de la traición de los judíos, tan sólo dice que los judíos fueron usados -esto es, por voluntad musulmana, no por voluntad judía- como tropas de apoyo en determinados momentos y lugares. Los judíos venían de estar muy acostumbrados a obedecer a los visigodos y sus constantes leyes antijudías; ante los musulmanes recién llegados, que no dudaban en expresar un alto grado de crueldad si te oponías a su ego, era preferible obedecer y estudiar el desarrollo de los acontecimientos.

Chronicon Mundi, del Tudense

Quinientos años después de la conquista musulmana, en el S XIII, sale a la luz mortecina de los scriptoria cristianos el Chronicon Mundi, del obispo Lucas de Tuy -alias El Tudense. Esta crónica, de 1236, fue encargo de Berenguela, hija de Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet, además de reina consorte de Alfonso IX y, por tanto, madre de Fernando III El Santo. La crónica adolece de marcado tono antisemita, pero recordemos que en el S XIII esto era ya muy habitual después de las disposiciones del Concilio de Letrán IV (1215), la quema de libros de El Talmud en París (1240) o la Disputa de Barcelona (1263) En esta crónica no sólo se acusa a los judíos de haber envenenado a Fernando de Castilla en 1211, sino que también dice que la conquista musulmana del reino visigodo fue gracias a la traición de los judíos. Cuando tiempo después , en el reinado de Alfonso X El Sabio, Jiménez de la Rada escriba la Primera Crónica General, toma como base la Crónica de El Tudense. Y por supuesto, la bola de nieve lanzada por el obispo de Tuy fue seguida por muchos clérigos dedicados a la historiografía, hasta que en el S XIX se abren dos corrientes : una, filosemítica, abierta por Adolfo de Castro, autor de la Historia de los Judíos de España, y la otra, antisemita, «Estudios históricos, políticos y literarios sobre los judíos de España», escrita en 1848 por Amador de los Ríos. Es así como se transmite a través de las generaciones el mito de la traición de los judíos, que aun en las postrimerías del S XX en ambientes académicos  era tomado como real. ¿Por qué?  Principalmente por dos causas: por un lado, resulta práctico para disculpar el antijudaísmo y las persecuciones y masacres contra los judíos; por otro, desvía la atención de los hechos reales…

 Y es que en la antes mencionada Crónica Mozárabe de 754 se menciona a un tal Oppas, hijo del rey visigodo Egica y, por tanto, hermano del rey Witiza, que reinaba en Toledo en el año de 710. Su muerte conllevó la llegada al trono, por las armas, de Don Rodrigo, lo que creó una revuelta por parte de la nobleza goda indignada con el fin de la dinastía de Egica. Rodrigo es asesinado en la Batalla de Guadalete, lo que marca el triunfo de los musulmanes. Pues bien, ese triunfo, en gran parte, se debió a la colaboración de nobles visigodos que presuntamente creían que los musulmanes habían llegado sólo a saquear, yéndose pronto. Oppas, que no se sabe muy bien si era el obispo de Sevilla o de Toledo, pudiendo tener aspiraciones a pretender el trono de la línea witiziana, colaboró con los musulmanes para asegurarse su cota de poder. Por ejemplo, para procurarse el gobierno de Toledo, que estaba arrasada, denuncia a todos los nobles que estuvieron en contra de su hermano Witiza, y los musulmanes los pasan a todos por el patíbulo. De hecho, en la Crónica asturiana, la de Alfonso III, se dice que Oppas incluso participó en la lucha contra Pelayo en Covadonga.

Bibliografía:

  • Enrique Jerez Cabrero, El «Chronicon Mundi» de Lucas de Tuy (c. 1238): técnicas compositivas y motivaciones ideológicas, UAM, 2017
  •  «Traición de los judíos, pervivencia de un mito antijudío medieval en la historiografía española», Fernando Bravo López, 2014.
  •  «Introducción a la Hispania Visigoda», Raúl González Salinero, UNED 2017