Nota sobre la primer manifestación pública del Tribunal de la Inqusición en Nueva España.
Antes de 1574, en Nueva España, había habido ya alguna actividad inquisitorial privada a cargo de fray Juan de Zumárraga y fray Alonso de Montúfar, pero no habían sido autos de fe públicos ni tampoco generales, ni se les había concebido como pomposos y macabros espectáculos anunciados por las calles para que el pueblo y las autoridades asistieran a la ejecución.
El Tribunal de la Inqusición, establecido en 1571 en México, se estableció en el hoy llamado Palacio de la Escuela de Medicina, en la esquina de las calles República de Brasil y República de Venezuela del Centro Histórico de la Ciudad de México. El lugar fue elegido por una conspiración surgida en 1566: Martín Cortés Zúñiga, hijo de Hernán Cortés, deseaba que el nuevo Virreinato se independizara de España, pero el complot fue denunciado por Baltazar de Aguilar y Cervantes y se dio comienzo a los juicios inquisitoriales Los acusados fueron soemtido a tortura y penas severas y los acusados decapitados, con sus casas arrasadas.
La excitación a primeros de febrero de 1574 por el Auto de Fe era máxima en la capital de Nueva España. La inquisición se encargaba de anunciarlo a son de trompeta por las calles para el domingo 28 de febrero, en la plaza del Marqués del Valle, cerca de la casa de Hernán Cortés y junto a la iglesia mayor de la ciudad. Sobre la fecha hay un problema, en determinada copia hay un error y se hizo constar el día 18 en vez del 28, pero la fecha correcta es el 28. Primer Domingo de Cuaresma.
El doce de febrero de ese año se reunieron los alcaldes, Juan Velázquez de Salazar y Nuño de Chavez, los regidores D. García de Albornos y Gerónimo López, el alguacil Antonio Delgadillo, para aprobar la construcción de un tablado que sirviera para asistir al acto al numeroso público esperado incluso desde otras ciudades.
El 27 de febrero, víspera de la atrocidad, los condenados no durmieron de tanto preparativo como había para ataviarlos con los sambenitos amarillos pertinentes en el patio del palacio inquisitorial y enseñarles a desfilar y comportarse ante sus asesinos . Al amanecer les dieron para desayunar vino con unas rebanadas de pan frito en miel. Luego los hicieron desfilar, soga al cuello y vela verde apagada en ristre, hasta el tablado, donde estaba el virrey, Martín Enriquez de Almansa, toda la Audiencia, y los inquisidores, Pedro Moya de Contreras y Alonso Fernández de Bonilla, rodeados de unos 300 dominicos y agustinos.
Sin embargo hay diferencias sustanciales en cuanto al número de penitentes. Hay quien dice que fueron 73, contando entre ellos a 21 luteranos. Luis de Páramo, en el S XVI, da 80 penitentes, incluyendo a un pirata inglés y es el primero que habla de los judaizantes – Es este autor quien habla de García González Bermejero, entregado al judaísmo durante más de cincuenta años. Incluye también entre los condenados a bígamos -e incluso polígamos- y hechiceros nigromantes, como una mujer que tenía artes oscuras para conseguir mover a su marido desde Honduras a México en tan sólo 48 horas.
Sólo fueron quemados vivos tres. Los demás o fueron condenados a servir en conventos o a galeras. Al día siguiente los sacaron montados a caballo con el torso desnudo para ser azotados con látigos.
Aparte del auto de 1574, en lo que quedaba de S XVI se ejecutaron otros en 1575, 1590 y 1596, siendo éste último el peor de todos.