LA CALUMNIA DE LA SANGRE Y EL NIÑO DE LA GUARDIA

Repaso a la  espeluznante historia europea de los  libelos de sangre -infundadas acusaciones  sufridas por indefensos judíos  -chivos expiatorios- para llevarlos a la  hoguera en venganza por presuntos crímenes rituales


Europa, Baja Edad media (S. XI-XV) El orbe cristiano, en nombre de la sangre de Cristo,  vive un momento de muerte  para lanzarse a la expansión: los sacrosantos reinos europeos, organizados en lo que se dio en llamar Cruzadas, se abalanzan -espada en ristre- contra los Santos Lugares en Jerusalén para liberarlos del yugo de los ismaelitas, mientras en la Península Ibérica se desarrolla la sangrienta empresa de la Reconquista, por no decir ya nada del ominoso Concilio de Letrán IV, el decreto ignominioso de los jubones y los sambenitos, entre otras lindezas pontificias contra quien fuere claro obstáculo de sus oscuros fines.

Los judíos, que en esa época no llegaban a ser en Sfarad siquiera personas, sino propiedades de los reyes, huyeron de las matanzas posteriores al derrocamiento del Califato de Córdoba y emigraron a los reinos cristianos del norte; pero allí no les esperaba mejor suerte. Calificados de pueblo deicida -cuando el que se lavó las manos era romano- se les empezó a acusar de infanticidios rituales para celebrar la fiesta de Pésaj con la sangre de los niños que secuestran, torturan, condenan y crucifican para que su sangre sea usada en presuntos rituales de magia negra.

El primer caso conocido data de la antigúedad: Apión, S I d.e.c.dice (y Flavio Josefo le rebate) que cuando Antíoco Epifanes accedió al  Templo de Jerusalén para profanarlo, encontró a un muchacho  griego, gordo y cautivo , que dijo que lo estaban engordando para ser sacrificado.

En el Sábado Santo de marzo de 1044, en Inglaterra, la comunidad judía de Norwich fue acusada de asesinar ritualmente a Guillermo de Norwich, que pasaría a ser santo católico junto a otro jovencito posterior llamado Hugh de Licoln. Pocos años después, con la coronación de Rocardo Corazón de León, todos los judíos de Norwich fueron asesinados. Cien años después, 1290,  todos los judíos de INglaterra fueron expulsados y no se les permitió regresar hasta el S. XVII.

En Alemania, concretamente en Badem, encontraron una vez a una niña de siete años ahogada y se acusó a los judíos. Llevados junto al cadáver, el cuerpo empezó a sangrar; cuando se les llevó por segunda vez la cara de la niña se sonrojó y alzó los brazos. No hubo más investigación ni juicio. Lo podéis leer en el Memorbuch de Nuremberg. En Oberwessel apareció el cuerpo de un tal Werner , de 11 años,  fue flotando contracorriente en el Rhin,  emitiendo radiación y siendo investido con poderes curativos. Los judíos de Oberwesel y de muchas otras localidades cercanas fueron perseguidos con severidad durante 1286 por esa razón.

La misma historia se repite en Alsacia en 1270, en Suiza en 1423, en el Tirol en 1463 y 1575, en Hungría en 1494 y 1529, en Siria en 1840, en Bohemia en 1911 y en Polonia en 1946.

En España está el Santo Niño de la Guardia, que aún se celebra cada 16 de noviembre.

Grabado de 1449, el niño de la Guardia

En un libro  de 1449, firmado por el fraile Alonso de Espina, “Fortalitium Fidei. Contra judíos, sarracenos y otros enemigos de la fe cristiana” se inventariaba una larga lista de crímenes atribuidos a los judíos. Aparecen varios relatos de crucifixiones infantiles, todos ellos dados por ciertos. Pocos años después , junio de 1490, en Astorga, detienen a Benito García, cardador ambulantre de lana, “de quien se sospechaba que robaba hostias consagradas” y que las llevaba en sus alforjas para cometer sacrilegios.   Fue  interrogado y se conserva su confesión , con fecha de 6 de junio de 1490, de la cual se desprende que solo se le acusaba de judaizante. Allí dice que hacía cinco años  había regresado secretamente a la religión judía, alentado por otro converso, también de La Guardia, llamado Juan de Ocaña, y por un zapatero judío de la cercana localidad de Tembleque, cuyo apellido era Franco, detenido por la Inquisición y encarcelado en Segovia. El 19 de julio de 1490 el judío Yucé Franco,  enfermo, solicitó al médico la presencia de un rabino. En lugar de un rabino, el médico se presentó en su segunda visita acompañado de un fraile, Alonso Enríquez, disfrazado de judío y haciéndose llamar Abrahán. El prisionero, en hebreo, pidió al fingido rabino que comunicase al rab de Castilla, Abraham Seneor, que se encontraba preso por la muerte de un muchacho. El 16 de noviembre, en el Brasero de la Dehesa, en Ávila, todos los procesados fueron relajados al brazo secular y quemados en la hoguera. Fueron ejecutadas ocho personas: dos judíos, Yucef Franco y Moshe Abenamías, y seis conversos, Alonso, Lope, García y Juan Franco, Juan de Ocaña y Benito García. Se conservan las sentencias de Yucef Franco y Benito García, que fueron leídas en el mismo auto de fe, según era costumbre.

Los bienes confiscados a los reos se destinaron a financiar la construcción del monasterio de Sto. Tomás de Avila, que terminaría el 3 de agosto de 1493.

En 1583 se publica la Historia de la muerte y glorioso martirio del santo inocente que llaman de Laguardia, obra de fray Rodrigo de Yepes, que da pie a la  leyenda : ciertos conversos, tras asistir a un  auto de fe  en Toledo, planearon vengarse de los inquisidores con artes de hechicería ; necesitaban una hostia consagrada y el corazón de un niño inocente. Juan Franco y Alonso Franco secuestraron al niño junto a la Puerta del Perdón de la  catedral de Toledo y lo trasladaron a La Guardia, donde el  Viernes Santo simularon un juicio. El niño, al que en la leyenda se llama Juan (en otras versiones se le llama Cristóbal) y se dice que era hijo de Alonso de Pasamonte y de Juana la Guindera (a pesar de que nunca apareció ningún cadáver) fue azotado, coronado de espinas y crucificado para  arrancarle el corazón. Al morir el niño, su madre,  ciega, recobró milagrosamente la vista. Tras enterrarle, los asesinos robaron la hostia consagrada. Benito García , camino a  Zamora con la hostia y el corazón fue detenido en Ávila a causa de los resplandores que emitía la hostia consagrada, que el converso había escondido entre las páginas de un libro de rezos. Gracias a su confesión, se detuvo a los otros participantes en el crimen. La hostia consagrada se conserva en el monasterio dominico de Santo Tomás, en Ávila. Del corazón se dijo que había desaparecido milagrosamente, al igual que el cuerpo del niño, por lo cual se creyó que, como Jesucristo, había resucitado.