Una famoso cuadro del Museo de El Prado, que siempre estuvo envuelto en polémica académica, ha sido restaurado para exponerlo con la luminosidad original. Los judíos que representa en una esquina son evidencia de muchas cosas.
El Prado, como una de las mayores pinacotecas del mundo que es, no sólo guarda y exhibe, sino que también conserva. Es el caso de una de sus más famosas obras -al menos entre iniciados en la pintura, no tan conocida del gran público: La Fuente de la Gracia, conocido a partir del S XIX como «Triunfo de la Iglesia Católica sobre la Sinagoga».
Obra maestra indiscutible de la primera época de la escuela flamenca, su autoría siempre ha sido discutida, dándose en atribuirla al taller pictórico de Van Eyck. La fecha de ejecución oscila entre los años 1430 y 1455.
El cuadro es una alegoría teológica , una sucesión de metáforas de índole religiosa, un enfrentamiento de símbolos que recurre al anti-semitismo para supuestamente realzar la gloria de la eucaristía.
La obra, donada por Enrique IV a un convento segoviano que él fundó, estuvo olvidada durante siglos; fue descubierta en la primera mitad del S XiX, cuando en 1836 se produce la desamortización de Mendizábal (una famosa expropiación de los bienes de la Iglesia española) Desde 1872 engrosa los innumerables fondos del Museo de El Prado.
En el cuadro, bajo la mirada de Dios, con un cordero a sus pies, brota un manantial de hostias sagradas con ángeles a ambos lados,mientras que en la parte inferior aparecen dos grupos: a la izquierda, todos ellos nobles y clérigos españoles de la época, a los que han dado nombre y apellidos de los altos estamentos de la época. A la derecha del espectador, representando a la Sinagoga, un sumo sacerdote con sus ojos vendados, simbolizando esto la no percepción de «la luz del cristianismo». A su lado se encuentra un grupo de diez judíos que gesticulan, se rasgan las vestiduras, le dan la espalda a la fuente, se tapan los oídos o muestran pergaminos, todos ellos con textos hebreos. Judíos posteriores a la gran masacre de 1391. Representados de una forma tremendamente negativa para enaltecer el cristianismo de su tiempo.
En términos de composición y expresividad, la pintura establece un contraste alegórico y teológico —dicotómico y antinómico— entre ambos grupos: la figura del papa es presentada como antitética a la del sumo sacerdote. Incluso los colores predominantes son muy opuestos.
Una copia de la obra está en la catedral de Segovia. Otra estaba en la catedral de Palencia y tras ser confiscada por los franceses durante las Guerra de la Independencia Española en 1813 , pasó al mercado de arte.
Recientemente restaurada para ser expuesta: «Estamos muy contentos, porque ahora sabemos mucho más, como que solo estando muy vinculada al taller de Jan Van Eyck se pudo crear una obra como esta», ha subrayado el técnico de conservación José Juan Pérez Preciado, comisario de la muestra que estará abierta al público hasta el 27 de enero de 2019.