Parashá: Be´Midbar , en el desierto, בְּמִדְבַּר, Números, 1:1–4:20. Haftará sfaradit: Oseas, 2, 21. Darshan: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita
“Cada hombre, según su bandera,
por las señales de sus casas
paternas, acamparán los Hijos de
Israel; alrededor de la Tienda de
Reunión, acamparán” (Bamidbar 2:2).
Transcurrió un año desde que los Hijos de Israel habían estado esclavizados y habían sufrido bajo la mano de Egipto; en corto tiempo, se convirtieron en un pueblo ordenado y organizado, con banderas
por casas paternas, es decir, por tribus. Dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Midrash Rabá
2:3), que por cuanto los Hijos de Israel habían visto que los ángeles acampaban según sus banderas,
ellos desearon también adoptar ese tipo de organización. Dijeron: “Cómo quisiéramos acampar por
banderas como ellos”. Hakadosh Baruj Hu les dijo: “¿Quieren banderas? Por sus vidas, les concederé lo
que desean”. De inmediato, Hakadosh Baruj Hu le dijo a Moshé que le hiciera saber a Israel acerca de
las banderas que ellos deseaban.
El Midrash continúa y dice que por cuanto los Hijos de Israel quisieron banderas, Moshé Rabenu se
afligió, y pensó:
“Ahora va a haber discrepancia entre las tribus. Si le digo a la tribu de Yehudá que acampe al este, me dirán que ellos quieren al sur. Y así, Reuvén, Efraim y todas las demás tribus. ¿Qué voy a hacer?”.
Le dijo Hakadosh Baruj Hu:
“Moshé, no te preocupes. Ellos no te necesitan para eso. Ellos saben por sí mismos qué lugar les
corresponde en el campamento. Tienen en su poder el testamento de su padre Yaakov, en donde está
indicado cómo deben acampar según sus banderas. Yo no les estoy innovando nada; ellos ya recibieron
de su padre Yaakov el orden en que deberían formarse. Cuando su padre Yaakov falleció, ellos lo cargaron en una formación particular hasta su sepulcro. Con esa misma formación, deberán rodear el Mishcán”.
Aparentemente, hace falta entender, ¿cómo convenció Hakadosh Baruj Hu a Moshé Rabenu con esa
respuesta? ¡Para cuando Yaakov había fallecido, las tribus se componían de tan solo doce familias, pero ahora, después de haberse reproducido y multiplicado enormemente, los Hijos de Israel eran
cientos de miles! Ya desde que habían salido de Egipto, conformaban más de seiscientos mil hombres, sin contar a los niños ni a las mujeres. Si las tribus hubiesen ido con quejas donde Moshé Rabenu, ¿cómo él iba a poder enfrentarlos?
Recuerdo que, en una ocasión, en el Bet Haknéset, al momento dela tefilá de Shajarit, había surgido
una disputa, sola y únicamente debido al tipo de melodía con la que se debía cantar “Az yashir Moshé”.
Unos querían cierta melodía y los otros querían otra; la revuelta fue en aumento al punto que no hubo
posibilidad de devolver la armonía al lugar. Si en un evento relativamente tan insignificante como
éste había habido tal algarabía y disputa, ¿cómo Moshé Rabenu iba a poder superar las diferencias
entre las tribus si fuera a surgir una disputa por el tema de la formación al acampar?
El Arízal Hakadosh agrega que existen doce portones en el cielo por donde se reciben las tefilot, paralelos a las doce tribus. Cada tribu tiene su propia versión de la tefilá, y no puede desviarse de ella, pues dice el versículo:
“No desdeñes la Torá de tu madre”,
lo que insinúa que cada cual debe continuar con la tradición que recibió de sus ancestros. Además, aquí se presenta una dificultad: si la armonía y la fraternidad son tan importantes, por qué no tienen todas las tribus el mismo texto? La respuesta radica en lo que dice el versículo:
“Cada hombre, según su bandera, por las señales de sus casas paternas acamparán los Hijos de Israel; alrededor de la Tienda de Reunión, acamparán”.
Es cierto que hay todo tipo de agrupaciones dentro del Pueblo de Israel, pero cuando todos acampan alrededor de la Tienda de Reunión, y todos se posan rodeando la sagrada Torá, ya no hay temor de separación y discrepancia. Si todos tienen el mismo propósito, la misma meta, que es cumplir con la voluntad de nuestro Padre Celestial, nunca habrá discusión entre ellos.
Por ejemplo, Rabenu Nisim Revivo, ziaa, Rav Av Bet Din de París, Francia, era procedente de Marruecos,
y todos sus maestros fueron Sabios ashkenazíes. Asimismo, del otro lado de la moneda, el Rambam
y el Rif fueron Sabios sefaradíes, y los Jajamim ashkenazíes determinan sus leyes de acuerdo con los
dictámenes de aquellos gigantes de la Halajá. También mi padre, zatzal, según su conducta sagrada, solía contarnos anécdotas del Báal Shem Tov, alav hashalom. Todo esto solo nos enseña que cuando se “acampa alrededor de la Tienda de Reunión”, es decir, alrededor de la sagrada Torá, entonces, no hay discusiones ni separaciones, pues lo único que reina es una maravillosa fraternidad. Y en esta fraternidad, no hay discriminación por la tierra de la que uno es oriundo, o la agrupación a la que pertenece, porque todos somos hijos de un mismo hombre. Todos somos descendientes de Abraham, Yitzjak y Yaakov, y nuestro propósito es el de hacer la voluntad de nuestro Padre Celestial. ¡Al contrario! Cada uno le da al compañero ayuda y apoyo en el servicio a Hashem, en condición de “cada hombre a su compañero ayudará, y a su hermano dirá: ‘¡Sé fuerte!’ ” (Yeshaiá 41:6).
Lectura de la Parashá con nosaj Marruecos por Avijai Danino