PARASHAT HA´SHAVÚA

Parashá: קֹרַח, Koraj,  Números 16:1–18:32. haftará :  Samuel , I, 11:14–12:22. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita


“Y tomó Kóraj, hijo de Kehat, hijo
de Leví” (Bamidbar 16:1).

La parashá de Kóraj es una de las parashot más duras de la Torá. Es un pasaje que describe un pleito; y, en general, toda discordia se considera un fuego. Cada año, cuando llegamos a esta parashá, surge nuevamente la objeción: ¿qué motivó a Kóraj a comenzar una disputa tan dura? Es difícil comprender el motivo de Kóraj, ya que él tenía un espíritu profético y era de los que tenían el honor exclusivo de cargar
el Arca del Testimonio. ¿Quién tenía el mérito de cargar el Arca y permanecer con vida? Solo unos cuantos individuos excepcionales. Y, en efecto, por este motivo, los hijos de Kehat eran pocos, porque el Arca acababa con aquellos que no la cargaban con el cuidado, respeto u honor debido.

El motivo fue que Kóraj desató su disputa desde en medio del pueblo, pues dice el versículo:  “Y tomó Kóraj”, pero no dice qué tomó Kóraj. Rashí escribe que “se tomó a sí mismo hacia un lado para discrepar en medio de la congregación y apelar al derecho a la kehuná (‘sacerdocio’)”. Y Onkelós tradujo al arameo: “itpaleg”, que significa ‘dividió’; es decir, Kóraj se separó del resto de la congregación y se mantuvo en disputa. Esto es lo que dicen nuestros Sabios, de bendita memoria: “Toda disputa que es en Nombre del Cielo, al final, perdurará; y la que no es en Nombre del Cielo, al final, no perdurará. ¿Cuál es una disputa en Nombre del Cielo? Es la disputa entre Hilel y Shamay. ¿Y cuál es una disputa que no es en Nombre del Cielo? Es la disputa de Kóraj y todo su séquito”.

Podemos destacar que los Sabios debieron haber dicho “la disputa entre Kóraj y Moshé”, de la misma forma como dijeron “Hilel y Shamay”; pero no dijeron así, sino que dijeron “Kóraj y su séquito”. Porque es lógico pensar que Kóraj no tenía con quién discutir, ya que Moshé Rabenu, por su extrema humildad, no se consideraba a sí mismo como nada. Al contrario, cuando vio que Kóraj y su séquito deseaban discutir, Moshé solo se lamentó y trató por todos los medios de tranquilizarlos, pero los esfuerzos fueron
en vano, porque cuando se comienza una disputa, se pierde la lógica. Esta pérdida de la lógica surge de la furia y de la burla; y en el caso de Kóraj, la burla de las palabras de Moshé Rabenu. O, quizá, la búsqueda de honor había sacado a Kóraj de sus casillas y resultó que su rebelión se convirtió en una rebelión en contra de Hakadosh Baruj Hu, porque al “tomarse a sí mismo hacia un lado” para discutir por la kehuná, se sacó a sí mismo de la congregación de Israel. En una situación como esa, no hubo consejo que valiera; y, como castigo, se mereció que no se le sumaran más adeptos.

El castigo fue “medida por medida”, pues descendió del Cielo un fuego que los quemó a todos los miembros del séquito de Kóraj. Así como hicieron arder el fuego de la discordia, así mismo el fuego —que quema todo y no hace diferencia entre bueno y malo— los quemó a todos. Y Kóraj recibió como castigo ser tragado por la tierra —y no se sabe el lugar donde se encuentra enterrado—, por cuanto se había separado a sí mismo de la congregación de Israel. Encontramos lo opuesto por completo en las discusiones entre Hilel y Shamay. Todas sus discusiones fueron en Nombre del Cielo, y se llevaban a cabo sólo dentro del recinto del Bet Hamikdash. A pesar de ello, los Sabios de la Casa de Hilel, antes de enseñar la Halajá de acuerdo con su propia opinión, primero la enseñaban humildemente según la opinión de los Sabios de la Casa de Shamay. Debido a esta humildad, la Halajá se estableció de acuerdo con los Sabios de la Casa de Hilel, ya que, después de que estudiaban la ley de acuerdo con la Casa de Shamay y la investigaban en profundidad y encontraban que dicha posición no iba acorde con la Halajá, entonces, ellos expresaban su posición, y lo hacían siempre con cortesía. Y cuando salían del Bet Hamikdash, hacían las paces unos con los otros. Esto es lo que dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Yevamot 14b): “A pesar de que la Casa de Hilel discrepó de la Casa de Shamay, los de la Casa de Shamay no se abstuvieron de desposar mujeres de la Casa de Hilel, ni los Sabios de la Casa de Hilel se abstuvieron de desposar mujeres de la Casa de Shamay”.

Esto viene a enseñarnos que los Sabios de ambas Casas se demostraban afecto y amistad mutuamente, cumpliendo con lo que dice el versículo: “La verdad y la paz amaron”. Resulta que, desde el principio hasta el final de sus discusiones, todo siempre estaba encaminado por el sendero del Amor al Cielo. No fue así en el caso de Kóraj, cuya única intención era la de obtener honor y reputación para sí mismo; por eso, su pleito no llegó a ningún lado, y él es recordado vergonzosamente por todas las generaciones.

Sucedió con Ribí Jaím Pinto Hagadol, ziaa, que cuando llegó a la edad de noventa y cinco años, los rabinos de la congregación de su ciudad, Esauira, quisieron comprobar si estaba todavía lúcido —procedimiento que va de acuerdo con la Halajá—. Pero temieron que quizás ellos fueran a tener algún interés ulterior, por lo que invitaron a los Jueces de Marrakech a venir y examinarlo. Tan solo entraron a la casa del Tzadik, éste les dijo de inmediato:

“Olvidaron aquello que dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria: ‘Los Talmidé Jajamim, mientras más envejecen, su pensamiento se asienta aún más’ ”.

Los Jueces de Marrakech comprendieron instantáneamente con quién estaban tratando, se le aproximaron, le besaron la mano y regresaron a su ciudad. Podemos aprender de esta anécdota cómo hay que conducirse en todo sendero en Nombre del Cielo, pues, por un lado, vemos que los Rabinos de la congregación podrían ellos mismos haber puesto a prueba las fuerzas del Tzadik y, a pesar de ello, pensaron que quizá ellos estaban Siendo movidos por un interés ulterior; o quizá temieron ponerlo a prueba porque, como dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria: “Tu temor por tu Maestro debe ser como tu temor del Cielo”. Ellos pensaban que si no lo ponían a prueba, quizá —jalila— no iban a saber si la senilidad se había apoderado de su capacidad de razonar y dictaminar la ley; de ser así, el Tzadik podría cometer algún error en sus decretos de la Halajá. Por ello, trajeron a los Rabinos de otra ciudad para que lo examinaran y se cercioraran de que se encontraba lúcido. Después de haber pasado la prueba, el Tzadik podría haber castigado, por el poder de su santidad, a los Rabinos de su ciudad, ya que podía haber considerado que lo habían menospreciado al enviar un cortejo de Rabinos a ponerlo a prueba. Pero el Tzadik, ziaa, no les guardó el más mínimo rencor, y no vio en aquello que habían hecho el menor menosprecio por su persona, debido a que, lo cierto es que ellos tenían la razón en obrar así, porque se trataba de una persona muy mayor, y quién sabía si la senilidad de su cuerpo afectaba también su juicio. Si, en efecto, la senilidad lo había afectado, ello repercutiría directamente el resultado de sus deliberaciones y veredictos, no fuera que surgiera algún error de parte de él —jalila—. ¡Al contrario! Por eso, el Tzadik aceptó la opinión de los Rabinos sin tenerles el menor resentimiento. Esto se puede considerar como una discrepancia sin riña, en Nombre del Cielo, la cual, a fin de cuentas, tiene permanencia.

Que Hashem Yitbaraj nos ayude a salvarnos de los pleitos que no son en Nombre del Cielo, y que procuremos, con todas nuestras fuerzas, aumentar el amor y la fraternidad, la paz y la amistad en nuestro seno. ¡Amén!



Nosaj Marruecos,