
Parashá: Balak. בָּלָק. Numeros. 22:2–25:9. Haftara sefaradit: Miqueas 5:6–6:8. Darshan : Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita
“Cuán hermosas son tus tiendas,
Yaakov; tus habitaciones, Israel”
(Bamidbar 24:5).
Como Balak ben Tzipor, el rey de Moav, tuvo miedo del Pueblo de Israel, mandó a llamar a Bilam, el del “ojo sellado”, a través de emisarios, para que viniera a maldecir a los Hijos de Israel. De acuerdo con el texto del versículo, se comprende bien cuál era el temor de Balak:
“Moav temió mucho del pueblo, porque era numeroso” (Bamidbar 22:3),
sobre lo cual, nuestros Sabios, de bendita memoria, disertaron que el rey de Moav tuvo miedo debido al cuantioso pueblo que constituían los Hijos de Israel, y a que tenían un líder y dirigente espiritual como Moshé Rabenu, que tenía el privilegio de hablar con Hashem. Por lo tanto, Balak envió emisarios a Bilam para que él fuera el dirigente espiritual de las naciones y desus profetas, con el fin de poder enfrentar a
los Hijos de Israel, quienes tenían a Moshé Rabenu por líder y profeta.
Se puede ahondar en este tema haciendo la siguiente pregunta: ¿por qué Hakadosh Baruj Hu quiso que la parashá de Balak estuviera escrita para todas las generaciones, si los Hijos de Israel de aquella época estaban en el desierto y estudiaban Torá, y no se enteraron en absoluto del pacto que había concertado Balak, el rey de Moav, con Bilam, el profeta de las naciones? Y si la Torá quiso escribir este episodio es porque, sin duda alguna, tiene alguna enseñanza enorme para todas las generaciones, pues dice el Zóhar Hakadosh: “[Hashem] vio la Torá y [entonces] creó el universo”; es decir, todo lo que está escrito en la Torá se encuentra en condición de “libro de consejos” para el hombre.
Cuando Bilam se dispuso a maldecir a los Hijos de Israel, sus maldiciones se convirtieron en bendiciones, y dijo:
“Cuán hermosas son tus tiendas, Yaakov; tus habitaciones, Israel” (Bamidbar 24:5).
Este versículo es pronunciado al principio de cada día por congregaciones de Israel; y en muchas sinagogas, este versículo se encuentra plasmado en relieve, en un lugar honroso, a la vista de todos. Cuando Bilam el Malvado vio que las entradas de las tiendas de los Hijos de Israel no estaban dispuestas una frente a la otra —de modo que no había intrusióen la privacidad de ninguna familia—, se dijo: “Ellos merecen que la Shejiná resida entre ellos”. Al parecer, solo por esto, la Torá mencionó todo el pacto entre Balak y Bilam, para que el versículo de Bilam figurara en la Torá: “Cuán hermosas son tus tiendas,
Yaakov; tus habitaciones, Israel”.
En el libro Or Torá, del Maguid de Mezritch, ziaa, el autor escribió que las entradas de las tiendas de Israel a las que se refirió Bilam, son una alusión a las bocas de los Hijos de Israel de las cuales salen palabras de Torá, como dice el versículo (Mijá 7:5): “Las aberturas de tu boca”. Cuando Bilam vio que los Hijos de Israel se dedicaban a discutir en el estudio de Torá, y no lo hacían con la intención de destruir los argumentos del compañero, sino con amor, para destilar los argumentos y llegar en conjunto a la halajá verdadera, él comprendió que los Hijos de Israel eran merecedores de que la Shejiná residiera entre ellos, porque su intención era engrandecer la Torá y darle más esplendor. Bilam comprendió que lo
que salía de la boca de cada uno de ellos no era para demostrarle al compañero cuán poderoso o sabio era, sino que lo hacían en Nombre del Cielo, para llegar a la mera verdad del asunto de acuerdo con la voluntad de Hashem.
El Gaón, Ribí Yehonatán Eibshitz, ziaa, escribió que Bilam había comprendido en aquel momento que el estudio de la Torá del Pueblo de Israel no solo era importante para ellos, sino que con ese estudio ellos mantenían en pie al mundo entero. Resulta que incluso las naciones del mundo dependen del estudio de Torá del Pueblo de Israel. Por lo tanto, Bilam los bendijo diciendo: “¡Cuán hermosas son tus tiendas, Yaakov”, en donde aquí hizo alusión a los Baté Midrashot del Pueblo de Israel, los cuales mantienen en pie al mundo entero. Hakadosh Baruj Hu quiso que nosotros también viéramos aquello que ese no judío vio, para que así nosotros podamos influir en nuestra propia persona la abundancia de bendiciones, tal como Bilam bendijo a los Hijos de Israel. Por eso, Hakadosh Baruj Hu escribió en la Torá todo el relato de Bilam, y el pacto con Balak que causó, a fin de cuentas, que Israel recibiera las bendiciones de Bilam.
Además, se puede plantear la pregunta de, si Bilam había quedado tan impresionado acerca del recato y la modestia de los Hijos de Israel, y del estudio de Torá que ellos realizaban en Nombre del Cielo, ¿por
qué entonces Bilam no tomó la resolución de volver en teshuvá completa? ¡Si él había visto cuál era la verdad y muy dentro de sí mismo llegó a reconocerla, particularmente, por cuanto él era el profeta de Dios para las demás naciones, y había tenido revelaciones de la Shejiná! Y aún más difícil de comprender es lo que dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Sotá 11a), respecto de que también Yitró e Iyov habían estado hundidos en una gran impureza, y habían fungido de consejeros del faraón, rey de Egipto, en aquella tierra repleta de inmundicia, pero, al final, ellos tuvieron el mérito de reconocer cuál era la verdad e hicieron un cambio en su sendero. Siendo así, ¿por qué Bilam, quien había sido el tercer consejero del faraón en Egipto,permaneció sumergido en su maldad, sin cambiar su camino? Bilam permaneció en su maldad a pesar de haber visto la virtud del Pueblo de Israel, y a pesar de que, como dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Zevajim 116a), él sabía que Hashem les había entregado la Torá los Hijos de Israel. Esto es sabido a partir de que las naciones del mundo se habían dirigido a Bilam, al escuchar los sonidos de los truenos y relámpagos que tuvieron lugar en el evento de la recepción de la Torá en el Monte Sinai, y le habían preguntado de qué se trataban todos esos estruendos que se habían escuchado. Bilam les respondió:
“Hashem le está dando Su poder (‘la Torá’)
a Su pueblo; Hashem bendice a Su pueblo
con paz” (Tehilim 29:11).
Se puede responder a esta gran dificultad que, a pesar de que Bilam había llegado a impresionarse de la modestia y del recato y del estudio de Torá de los Hijos de Israel, de todas formas, por cuanto él no había
cumplido con las palabras que él mismo había dicho, “tus habitaciones, Israel” —es decir, que él mismo no se había sentado a estudiar Torá—, su impresión no lo condujo a llevar a cabo una acción y hacer un cambio en su vida. Para hacer un cambio, es necesario que el hombre se encuentre en condición de “Lo que dice, lo hace” (Tratado de Yevamot 63b), es decir, cuando todo lo que dice no son simples palabras, sino que éstas van acompañadas de actos acordes. Y por cuanto Bilam solo sabía hablar, pero no actuaba acordemente, a fin de cuentas, él permaneció en su gran maldad.
Lamentablemente, estamos acostumbrados a ver que muchas personas salen muy impresionadas y llenas de inspiración de muchos de los shiurim de Torá o de charlas de musar que yo imparto, pero, después de un corto tiempo, cuando me las encuentro, veo que no cambiaron nada de la condición en la que estaban antes del shiur o de la charla. Esto se debe a que a esas personas les hace falta el aspecto de “lo hace”. Ellas no tratan de llevar a la práctica “lo que dice” y convertirlo en “lo hace”; por lo tanto, con el pasar del tiempo, la impresión y la emoción que tuvieron en el shiur se va desvaneciendo y enfriando, sin que lleguen a experimentar un cambio para bien. Si cada persona procura aplicar la verdad que sabe y llevarla a la práctica, tendrá el mérito de que todos los malvados del mundo le tengan temor y no puedan hacerle ningún daño