PARASHAT HA´SHAVÚA: «BALAK»

Esta semana, la parashá de Balak, בָּלָק , nombre del rey de Moab, Balak Ben Tzipor. (Números, 22:2–25:9) Parashá comentada por Adi Cangado, como es habitual en Sfarad.es.


«La bendición de una vida plena»

La Parasha de  Balak nos relata la historia de Balak y Balaam. Balak es un rey moabita; Balaam, un profeta de renombre de los alrededores. Cuando Balak ve que Israel se aproxima, acude en busca del mago para que éste maldiga a Israel;  y para ello envía a un grupo de emisarios. Ellos, al llegar junto a Balaam, le piden que se presente ante el rey;  sin embargo,  el Eterno interviene. Los emisarios descansan allí esa noche y, mientras duerme, el Eterno habla con Balaam en un sueño y le dice que no debe ir con ellos.

La segunda noche regresan los hombres de Balak y Balaam les pide que pasen allí la noche, por si el Eterno cambia de parecer. Esta vez el Eterno le dice que vaya, mas deberá pronunciar solamente las palabras que Él le pida, lo cual, llegado el momento, significará que Balak pide a Balaam que maldiga a Israel tres veces, y tres veces en su lugar Balaam pronuncia una bendición.

 La Parasha Balak está completa;  es decir, ni comienza ni termina antes o después del lugar en el que está ubicada. La semana pasada no se nos anunció este relato, ni continuará la próxima. Sin embargo, el relato de Balaam contiene en su interior una historia curiosa: la anécdota de la burra de Balaam.

Rembrandt, «Balak», 1626

Cuando Balaam emprende el viaje hacia la tierra de Balak, en el camino un ángel del Eterno portando una espada interrumpe el rumbo de la burra y ésta se asusta. Ella se aparta de la dirección que lleva y Balaam la golpea. Más adelante, vuelve a irrumpir el ángel y la burra se aparta hacia un muro haciendo daño a la pierna de Balaam y él vuelve a golpearla; por tercera vez el ángel se presenta delante de ella, impidiéndole moverse hacia la derecha o hacia la izquierda, y Balaam vuelve a pegarle, y entonces la burra de Balaam habló. Lo sorprendente es que mientras la burra es capaz de hablar, Balaam sólo la golpea; mientras ella ve al ángel, Balaam no lo.

El relato de Balaam y su burra es una historia dentro de una historia. Abre y cierra con expresiones similares: “Cuando él se levantó por la mañana, Balaam … partió con los dignatarios moabitas” (Núm. 22:21); “Así que Balaam continuó [su viaje] con los dignatarios de Balak” (22:35). Incluso podemos decir que no añade nada al relato de nuestra porción semanal. Antes y después remarca, “Debes ir con ellos. Pero aquello que yo te ordene, deberás hacer” (22:20), que se repite al final, “Ve con estos hombres. Pero no debes decir nada excepto aquello que te indique” (22:35). Es decir, si suprimimos la historia de la burra de Balaam, aparentemente nada se pierde.

 Pero, teniendo en cuenta que las indicaciones que el ángel le da [a Balaam] en estos versículos no son diferentes a las que ya el Eterno le había dictado, ¿por qué aparece esta anécdota en el relato?

Podríamos dividir este relato en tres escenas: (1) versículos 22-27, con tres actores, el ángel, Balaam, y la burra, (2) versículos 28-30, diálogo entre la burra y Balaam, y (3) versículos 31-35, diálogo entre el ángel y Balaam.

En la primera escena, el ángel se cruza en el camino de la burra tres veces en tres lugares diferentes. La reacción del animal es cada vez más agresiva, así como la reprimenda de Balaam. En cada momento, lo que se pone de manifiesto es la supremacía del ser humano sobre el animal, sin embargo Balaam desconoce la verdadera razón por la cual la burra está actuando de este modo. Mientras la burra ve al ángel y huye de su espada salvando así la vida de Balaam, Balaam no ve nada. Desconociendo por qué su burra se comporta de este modo, reacciona con violencia y rabia y enfado.

En la segunda escena nos encontramos con la ironía. La burra dice, “¿qué he hecho que me golpeas de esta forma tres veces?”. Se pone de manifiesto que la burra da por hecho que Balaam ha visto lo mismo que ella, ¡por eso no se lo explica! La ironía vuelve a estar presente en la respuesta de Balaam, “si tuviese una espada en mi mano, te mataría”. La burra está delante del ángel del Eterno que la amenaza con una espada y Balaam en cambio la amenaza a ella con una espada que no tiene en su mano.

En la tercera escena, la estupidez de Balaam frente a la burra queda ya demostrada sin ningún lugar a dudas. En el desenlace, Balaam dice al ángel, “¿qué te he hecho que me golpeas de esta forma tres veces?” (22:28), “El ángel del Eterno le dijo, “¿por qué has golpeado a tu burra estas tres veces?”” (22:32). “Si ella no se hubiese asustado ante mí, a ti habría matado, salvando la vida de ella”, le dice el ángel a Balaam.

Lejos de parecer una anécdota sin importancia, creo que es importante señalar que a Balaam en nada influye este episodio, ¿deberíamos aprender algo de esto? Balaam, mago que pretende maldecir a todo un pueblo, es superado por la burra en sus capacidades. “Entonces el Eterno abrió la boca de la burra” (22:28); “Entonces el Eterno abrió los ojos de Balaam” (22:31). Las facultades de hablar y ver están en manos del Eterno y no del hombre.

El milagro no tendría sentido si el ángel hubiese dado a Balaam instrucciones distintas a las indicadas anteriormente por el Eterno, pero al final del encuentro las confirma.

Creo que debemos destacar los siguientes detalles: el milagro consiste en que la burra puede hablar, Balaam sin embargo la golpea; Balaam no ve que eso ha sido excepcional, un milagro, sin embargo la burra sí ve al ángel del Eterno. Toda esta historia es extraordinaria, una maravilla. Sin embargo Balaam no aprende nada de esta experiencia y esa es la moraleja de este relato.

Existe otro mensaje claro en esta historia: la profecía pagana o mágica no es infalible, porque tan buen profeta que era, Balaam no vio al ángel, y luego, una vez que vio al ángel, no se percató que el milagro no era su encuentro con él, sino que la burra había hablado. Tal vez que no haya cambio entre antes y después del milagro va también en esa dirección: para Balaam nada relevante ha ocurrido en absoluto.

A lo largo de los días de los años de nuestra vida actuamos como Balaam y como Balak; como Balak, porque ponemos a menudo nuestro futuro al arbitrio del azar o porque lo confiamos a la voluntad de la gente influyente, y creemos que ellos pueden ayudarnos a bendecir o maldecir, que pueden ayudarnos a hacer daño o a beneficiar; como Balaam, porque perseguimos al ángel, y cuando por fin lo vemos es ya solamente el rastro insustancial del verdadero milagro, la huella visible de la experiencia absoluta y completa del encuentro.

¡Cuántas veces no somos capaces de ver! ¡Cuántos palos de ciego damos dañando a los demás! Balaam golpea a su burra tres veces: la primera, porque ella ha visto al ángel y lleva una espada en la mano y ella se aparta salvando la vida de su dueño; la segunda, porque el ángel se acerca debiendo ella arrimarse al muro, pero Balaam prefiere salvar su pierna antes que su vida entera; y la tercera, porque la burra se para y habla. Lastimamos cuando creemos que nos hacen daño aquellos que solamente buscan lo mejor para nosotros, y lastimamos desesperadamente para ganar más dinero, para mantener el puesto de trabajo, para tener más lujos y comodidades, y mientras tanto hemos perdido la vida y hemos perdido el tiempo. No disfrutamos de la magia verdadera, la magia infinita de la experiencia de lo Divino [la burra ve al ángel, pero no habla con él], pero ansiamos llegar al “después de”, sin darnos cuenta de que cuando hemos traducido la experiencia completa del Tú presente al lenguaje [Balaam sí habla con el ángel], el milagro ya ha pasado sin que lo hayamos disfrutado mínimamente.

Compramos una lavadora para que nos ahorre el tiempo que supone lavar a mano, pero no llenamos ese hueco con seres queridos, estudio o inspiración poética o artística; no lo aprovechamos para disfrutar de nuestro cuerpo y alma, sino para seguir con otras actividades y así sin fin. Mientras tanto el tiempo se escurre entre los dedos de las manos, se filtra a través de la piel y las arterias y la carne y los huesos, para volver a cruzar los márgenes de la piel, sin dejar nada más que la visible gravedad de los años, el cansancio, el deterioro y la enfermedad propias de la vejez y finalmente la muerte incontestable.

Tal vez por eso estamos tan enfadados e irritables, con nuestra pareja, mascotas, familiares, amigos o compañeros de trabajo. Muchas veces no somos capaces de intercambiar sonrisas y empatía sinceras, sino estrés, ansiedad y fastidio y caras largas; eso explica también la violencia que gobierna las sociedades modernas.

La Parashá de  Balak es, en el fondo, una lección de libertad y de optimismo. No importa lo que Balak pague, las montañas que Balak remueva, o los contactos que tenga para perturbar a Israel, para maldecirlo. El Eterno, al principio del viaje, advierte a Balaam, “no debes maldecirlos, pues este pueblo está bendecido”. Cuando una persona ha alcanzado esa tranquilidad que podríamos llamar sin miedo la auténtica bendición de una vida plena, no importa los obstáculos que se tope en su travesía. Incluso en el desierto, estos aparecerán. A veces debes esperar, pues el universo siempre salda sus cuentas [como la rebelión de Kóraj]; otras debes combatir esos problemas y resistir [como la derrota de Sijón y de Og]; e incluso otras trascenderlos [como Israel cuando recorre la frontera de Edom al no poder cruzar su reino]. Pero quien recorre la travesía adecuada, aquella propia del recto y justo, del que tiene sus manos limpias y su boca dice la verdad, de aquel que no traiciona ni toma soborno, ese es bendecido.  Ni siquiera el profeta más célebre del lugar podrá tambalear su suerte;  incluso los golpes que Balaam trate de darte durante la vida se transformarán en bendición.

 

© ADI CANGADO