PARASHAT HA´SHAVÚA: «SHOFTIM»

La Parashá de esta semana –«Shoftim»,   Deuteronomio 16:18 – 21:9 — comentada por el Rabino Pynchas Brener

JUSTICIA A TRAVÉS DEL MÉTODO JUSTO

Estos capítulos se leen unas semanas antes de los Yamim Noraim, fecha durante la cual imploraremos la Justicia Divina, mejor dicho, la piedad y misericordia del Creador, para ser inscritos en el Libro de la Vida. Uno de los nombres de Rosh HaShaná es Yom HaDín, Día del Juicio; por ello, también es una época apropiada para reflexionar acerca de la justicia humana, el tema de Shofetim, texto que impone la selección de jueces y alguaciles –en los portales de todas las ciudades– para dispensar justicia, porque en su ausencia, la convivencia entre los seres humanos es imposible.

Mi colega Jacob Schacter destaca que Álef, la primera letra del mes de Elul que antecede a Rosh HaShaná, trae a colación el versículo de la Meguilá: Ish lere’ehu umatanot laevyonim, “cada persona debe ser solidaria con su amigo y obsequiar a los pobres”. En lo personal tenemos la obligación de velar por el bienestar del prójimo, de la persona más cercana y dar preferencia a los pobres del mismo poblado antes de atender a otros necesitados.

El Shofet, en cambio, no puede dar preferencia a persona alguna, su obligación primaria es con la justicia, que no puede estar sujeta a amistades o vínculos familiares. Incluso cuando uno tiene mayor carencia material que el otro litigante, el juez no puede inclinar la balanza a favor del más pobre si la justicia del caso exige un fallo diferente.

Una enseñanza similar se desprende de la enumeración de las aves que no están permitidas. La Torá incluye a la Jasidá, ave que muchos identifican con la cigüe.a. El Talmud cuestiona: ¿por qué le da ese nombre la Torá, nomenclatura que significa “piadosa”? La respuesta es porque comparte la comida con su amiga. Si eso es así, ¿por qué se prohíbe comerla? Porque de acuerdo con Rambam, una de las razones por la cual la Torá prohíbe ingerir ciertos animales es por su característica de crueldad: al comer su carne podríamos contagiarnos de su ferocidad. Vemos, sin embargo, que la carne de la Jasidá está prohibida no obstante su probada bondad, ya que comparte la comida con su compañera.

Tal vez la razón de la prohibición de no comer la Jasidá se deba efectivamente al hecho de que comparte la comida solamente con su amiga, mientras que la Torá quería recalcar que se debe atender a quien tenga hambre, al necesitado, sin tomar en cuenta el factor de la camaradería. En este sentido, el Shofet no puede preferir o atender las necesidades de sus amigos o conocidos con mayor esmero o preferencia, todos debemos ser iguales ante la ley de la Torá.

En el caso de que un Beit Din, una corte, tuviera una duda acerca de la ley, el asunto tendría pasar a una corte superior hasta llegar el mismo Sanhedrín.

Uno de los propósitos de este instructivo es que “las disputas no se incrementen dentro de Israel”, de acuerdo con el Talmud. Porque incluso el Sanhedrín resolvía las cuestiones por unanimidad o por el voto de una mayoría; por ello, toda corte constaba de un número impar de jueces. La decisión tomada se convertía entonces en Halajá, la ley de la nación judía. Las diferencias de opinión se resolvían según la opinión de la mayoría, porque la Torá es el encuentro entre la Palabra de Di-s y su interpretación de acuerdo con las normas que ella mismo dispuso, Al pi harov: de acuerdo con la opinión de la mayoría de los jajamim.

Muchas sociedades no desarrollan su potencial porque la justicia no impera en su medio. El soborno y el tráfico de influencias suelen ser las vías preferidas en estos sistemas. La Torá advierte que el soborno es perverso y nadie es inmune a su vil influencia, enceguece incluso a los sabios y eruditos.

Más aún, la justicia no puede valerse de métodos que no son cónsonos con las virtudes que pregona. Reza el versículo: Tsédek tsédek tirdof, “Justicia justicia perseguirás”. La repetición de la palabra Tsédek sirve para enfatizar la importancia suprema de esta virtud para la sociedad. Algunos exégetas sugieren, en cambio, que la repetición de la palabra debe ser entendida como una admonición para que la justicia se consiga a través de métodos que sean justos. No se puede invocar la violencia y el embuste para arribar a una solución justa, porque cada paso, aunque sea considerado intermedio, también puede ser concebido como una meta por sí mismo.

 

© Rab Pinjas Brener