
Parashá: בְּשַׁלַּח , Be´shalaj, cuando envíes. Exodo 13:17–17:16. Haftará sefaradit: Jueces. 5:1–31. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita
“Y tú, eleva tu báculo y extiende tu mano sobre el mar, y pártelo”
(Shemot 14:16).
Son sabidas las palabras de nuestros Sabios, de bendita memoria (Shemot Rabá 21:6), respecto de que cuando Moshé extendió su mano sobre el mar para que éste se partiera, las aguas del mar no quisieron hacer lo que Moshé les ordenó y continuaron fluyendo normalmente. Y las aguas así lo hicieron a pesar de que desde los seis días de la Creación Hakadosh Baruj Hu les había impuesto por condición que llegaría el día en que tendrían que partirse, cuando los Hijos de Israel salieran de Egipto y los egipcios los persiguieran para golpearlos. En ese día, las aguas tendrían que partirse, dejar al Pueblo de Israel pasar por tierra seca y después volver a cerrarse cubriendo a los enemigos egipcios.
Sobre este Midrash, el Or Hajaím Hakadosh (Shemot 14:27) objeta: ¿Cómo se puede explicar que en los días de Moshé Rabenu las aguas no quisieran partirse y cumplir con la orden de Hashem? Y, además, ¡aquello era una condición que había sido impuesta desde los seis días de la Creación! En contraste, encontramos varias anécdotas en la Guemará que relatan cómo los Tanaím y los Amoraím partieron las aguas de arroyos y ríos, como, por ejemplo, aquella anécdota de Ribí Pinjás Ben Yaír (v. Tratado de Julín 7a). Hace falta comprender cuál es la raíz de la discrepancia y la diferencia entre la generación de Moshé Rabenu —en la que las aguas del mar no quisieron partirse— y las generaciones de Ribí Pinjás Ben Yaír y demás Tanaím y Amoraím, en las que encontramos que las aguas se partían ante la llegada de éstos.
El Or Hajaím Hakadosh dilucida que la raíz de este asunto parte del hecho de que en la época de Moshé Rabenu los Hijos de Israel todavía no habían recibido la Torá; por eso, no tenían el mérito de la Torá de su lado como para que la naturaleza cambiara su curso natural y las aguas del mar se partieran por ellos. En contraste, apreciamos que en la generación de Ribí Pinjás Ben Yaír, las aguas del río se partieron para él, debido a que el poder de su Torá estuvo de su lado, y le proveyó el mérito por el cual las aguas cambiaran su curso natural y se detuvieran por él (véase con más extensión lo que explica el Or Hajaím Hakadosh).
Continuando en el mismo tema de la partición del Mar Rojo, la Torá trae el versículo:
“Y le dijo Hashem a Moshé: ‘Extiende tu mano sobre el mar para que retornen las aguas sobre los egipcios, sobre su carruaje y sobre sus jinetes” (Shemot 14:26).
Y continúa el Or Hajaím Hakadosh y objeta al respecto: ¿qué relación tiene aquí ordenarle a Moshé que una vez más extendiera la mano sobre el mar para que las aguas volvieran a su condición normal y cubrieran a los egipcios? Si el Mar hubiera permanecido partido en dos, los egipcios habrían podido atravesarlo por la tierra seca; entonces, así no habría habido ningún provecho con la partición del mar. Siendo así, aparentemente, el Or Hajaím Hakadosh objeta que esta orden de Hakadosh Baruj Hu a Moshé de extender su mano nuevamente estaba de más, por cuanto el mar tenía que haberse cerrado por sí mismo. Nuestros Sabios, de bendita memoria, dicen que el Mar había escuchado al Acusador decir:
“Éstos (los egipcios) son idólatras, y aquéllos (los Hijos de Israel) son idólatras”.
Entonces, el Mar concluyó: “¿Qué tienen de superior los Hijos de Israel como para yo tenga que cambiar mi naturaleza? Y, por otro lado, los egipcios no son dignos de que se les haga este milagro”. Esta conclusión a la que llegó el Mar, citada por nuestros Sabios, de bendita memoria, es muy extraña, pues, ¿acaso se puede comparar a los Hijos de Israel con los egipcios y decir que, así como los egipcios hicieron idolatría también los Hijos de Israel hicieron idolatría? ¡Si los Hijos de Israel recién habían salido del portón 49 de los 50 de impureza, y ya habían retraído su mano de la idolatría! Entonces, ¿qué derecho tenía el Mar para deducir que tanto los Hijos de Israel como los egipcios se encontraban en el mismo nivel de idólatras, en la misma medida?
Se puede responder a esta pregunta según lo que se dice acerca de la generación del rey Jizkiyahu, en la que no hubo siquiera un niño o una niña que no fuera ducho en las leyes prácticas de la impureza y la pureza, en todos sus detalles, pues, en ese entonces, el rey Jizkiyahu había clavado una espada a la entrada del Bet Hamidrash y había dicho que la persona que no se sentara en el Bet Hamidrash y estudiara Torá iba a acabar atravesada por la espada. Y dicha acción del rey Jizkiahu, no se puede comprender simplemente, pues hemos sido educados a que hay que estudiar Torá, porque la Torá hace al hombre más sabio, y la Torá implica protección y cuidado de la Inclinación al Mal.
En contraste, no encontramos una orden explícita que diga que el que se abstenga de estudiar Torá será castigado con la muerte. Y se entiende que el estudio de Torá es un mérito para quienes la estudian y les provee recompensa. Pero, con todo y con eso, el que elude el estudio de Torá, pero cumple todas las mitzvot con meticulosidad, no se hace merecedor de la pena de muerte. Siendo así, la acción del rey Jizkiahu presenta una dificultad, ¿en qué se basó el rey Jizkiyahu para decretar que todo el que no se sentare a estudiar Torá en el Bet Hamidrash acabaría siendo atravesado por la espada?
La muerte espiritual es mucho más grave que la muerte material por el hecho de que, cuando el hombre fallece de forma física, su alma continúa viviendo en el Mundo Venidero. Pero, en contraste, cuando el hombre llega a una condición de aniquilación espiritual, pierde la vida, tanto en este mundo como en el Venidero. Por eso, la muerte espiritual es mucho más grave. Eso es lo que quiso decir el rey Jizkiyahu: aquel que se abstiene deestudiar Torá, invita con ello a que todoslos deleites y placeres del mundo residan en su persona; y, de esa forma, aniquila su alma. Siendo así, resulta que la calle —que en hebreo se escribe rejov (רְחוֹב) y que tiene las mismas letras que jérev (חרב’ :espada’)— es la que acaba matando al hombre.
De acuerdo con esto, se puede esclarecer que, al principio, luego de haberse partido, el Mar no quiso volver a su condición natural para ahogar a los egipcios, porque sostenía que los Hijos de Israel poseían idolatrías, así como el pueblo egipcio; y por cuanto todavía no habían recibido la Torá, los Hijos de Israel
no tenían nada que los protegiera de las pruebas de este mundo. Los deseos materiales son comparados a la idolatría, que provoca tragedias y destrucción en el Pueblo de Israel. El Mar reforzó esta opinión luego de que vio las abundantes posesiones en manos del Pueblo de Israel, riquezas que habían despojado de los habitantes de Egipto. El Mar pensó que dichas posesiones suponían “deseo y materialismo”, los cuales se asemejan a la idolatría. Solo después de que Hakadosh Baruj Hu le dijo al Mar que dichas posesiones representaban aquello que Él les había garantizado a los Patriarcas, de que su descendencia iba a salir de Egipto “con abundantes posesiones”, entonces, el Mar accedió y retornó a su condiciónnatural.