PARASHAT HA´SHAVÚA: VA´YEJÍ

Parashá:  «Va´yejí» , Vivió, וַיְחִי , Génesis 47:28-50:26. Haftará :  Reyes I ,  2:1–12. Darshán: David Janania Pinto shlita


“Reuníos, y os diré lo que os sucederá a vosotros
al final de los días”

(Bereshit 49:1).

La Guemará (Tratado de Pesajim 56a) dice que Yaakov quiso revelarles a sus hijos lo que les sucederá al final de los días, pero la Shejiná partió de él y no pudo decírselo. No obstante, Yaakov pensó que la razón por la que la Shejiná había partido era porque había algún defecto en su “cama”, es decir, en su descendencia; quizá alguno de sus hijos no era apto. En respuesta a su preocupación, sus hijos le dijeron:
“Shemá Yisrael, Hashem, Elokenu, Hashem Ejad (‘Escucha Israel, Hashem, nuestro Dios, Hashem es Uno’). Así como en tu corazón no hay sino un solo Dios, así mismo, en nuestros corazones, no está sino solo el Dios Único”. Ante esta respuesta, Israel les dijo:

“Baruj Shem kevod maljutó, leolam vaed

(‘Bendito sea el Nombre de Su honorable reinado para toda la eternidad’)”.

Hasta aquí, las palabras de la Guemará. Esto resulta muy extraño. ¿Cómo puede ser que Yaakov
Avinu sospechara que quizá alguno de sus hijos sagrados no era apto? ¡Si el Nombre de Hashem estaba intrínsecamente relacionado con ellos, como dice el versículo (Tehilim 122:4):

“Las tribus de Hashem, un testimonio para Israel”!

¿Cómo es posible que sospechara que alguno de ellos no fuera apto? Y con seguridad, Yaakov conocía a sus hijos y también la grandeza y la importancia que ellos tenían. Siendo así, ¿por qué las tribus tuvieron que demostrarle la aptitud que tenían, al aceptar el yugo celestial con la pronunciación del versículo de la Shemá Israel? En la misma línea, dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria, que cuando Yaakov llegó a Egipto y se encontró con Yosef, éste besó a su padre y se echó a llorar sobre su hombro, pero la Torá no dice que Yaakov Avinu hiciera lo mismo. ¿Qué estaba haciendo Yaakov en ese momento? En ese instante, Yaakov estaba concentrado recitando el versículo de la Shemá Israel. A simple vista, hace falta comprender qué implica el hecho de que Yaakov Avinu dijera la Kriat Shemá justo en ese momento.

Yaakov bendice a los hijos de Yosef, Rembrandt, 1651

¿Acaso ese era justo el momentopara decir la Keriat Shemá? Para poder responder a esta pregunta, hay que comprender cuál era el defecto que temió Yaakov Avinu que hubiera en sus hijos. La Mishná dice (Tratado de Sucá 29b): “Un lulav seco es inválido”. La Torá nos ordena tomar un lulav verde y fresco; si está seco, ya no se lo puede llamar lulav, y no sería sino un simple palo de madera. De aquí podemos destilar una gran alusión al servicio a Hashem Yitbaraj: la persona no puede cumplir las mitzvot “a secas”, sin vida, sin frescor, sin entusiasmo, porque de esta forma el servicio a Hashem es inválido. Es posible que la persona rece las tres tefilot tres veces al día, e incluso que se siente a estudiar Torá todo el
día, pero es posible que lo esté haciendo por inercia, por ser la costumbre de las personas; que lo esté haciendo “a secas”, con pereza, sin entusiasmo de ninguna índole por la santidad. A pesar de que se sienta a rezar y sus labios se mueven, su corazón no está con ella.

Es posible que Yaakov Avinu haya temido que entre sus hijos hubiera uno que fuera así. No le cabía duda de que todos sus hijos eran aptos y puros, y que constituían una descendencia sagrada bendecida por Hashem. No obstante, Yaakov Avinu pensó que si la Shejiná había partido de él en ese momento crucial, ello quería decir que quizá a alguno de sus hijos le hacía falta siquiera una ínfima parte de lo necesario
para que su servicio fuera completo, y por lo tanto, había algo que ese hijo hacía “a secas”, sin entusiasmo, sin vida, con lo cual quedaba invalidado su servicio. Por eso, sus hijos, las doce tribus, pronunciaron de inmediato la Shemá, para demostrarle la aptitud que ellos tenían; y le dijeron a
Yaakov que tenía que saber que, así como en el corazón de él Hashem era Único, y él aceptaba únicamente el yugo celestial, de la misma forma, en los corazones de ellos, Hashem no era sino solo Uno y ellos también aceptaban únicamente Su yugo. El servicio a Hashem que ellos realizaban era con
alegría y entusiasmo. Cuando Yaakov Avinu escuchó eso, se alegró enormemente y le agradeció a Hakadosh Baruj Hu, diciendo:

“Baruj Shem kevod maljutó, le olam vaed”.

El cuerpo de Yaakov Avinu es llevado a Eretz Israel, Tissot, 1896

¿A qué se puede asemejar la “sequedad” en el servicio a Hashem? A un árbol alto que comenzó a secarse en su interior; a pesar de que por fuera se ve aun sano y bello, por cuanto comenzó a secarse, se lo puede considerar como muerto. No cabe duda de que dicho árbol no tiene la fuerza para mantenerse ante un viento, aunque éste no sea tan fuerte. Ese era el temor de Yaakov Avinu; por cuanto sus hijos habían descendido a Egipto, si llegaran a cumplir la voluntad de Hashem con pereza, e hicieran las mitzvot “a
secas”, aun el más leve viento de impureza que soplare en esa tierra tendría la fuerza de desarraigarlos por completo de su fuente pura, y alejarlos del sendero de Hashem. Por eso, Yaakov Avinu temió de su descendencia. Ahora se comprende bien por qué cuando Yaakov Avinu
descendió a Egipto y se encontró con su hijo Yosef, empezó a recitar la Shemá. Porque Yaakov Avinu se preocupó y temió acerca de su propia persona, y dijo que, si hasta ese momento él había sido una persona espiritual, sagrada y pura en la Tierra Sagrada —y las brasas sagradas ardían en su interior
para cumplir con la voluntad de Hashem—, el descenso a Egipto, un lugar impuro, tenía el poder de enfriarlo en su servicio a Hashem y afectarlo para mal —jalila—. Esto podría provocar que él hiciera las cosas “a secas” y fuera frío en su cumplimiento de la voluntad de Hashem Yitbaraj, y entonces, dejaría de cumplir las mitzvot con entusiasmo y energía, a diferencia de como lo hacía al principio. Por eso, procedió de inmediato a pronunciar la Shemá, y aceptó sobre su persona el yugo celestial; y en su recitación, unificó el Nombre de Hashem, para despertar su alma y para reforzar su corazón en el servicio a Hashem. Precisamente, en ese momento, en su descenso a la tierra de Egipto, necesitaba un cuidado mayor respecto del daño espiritual.

¿Y cómo podemos alejar de nuestra persona la “sequedad” que invalida el servicio a Hashem? Solo por medio de la constancia en la sagrada Torá. Por eso, aquel que tiene el mérito de establecer tiempos fijos para el estudio de la Torá cada día, aparte de la recompensa enorme que representa la constancia en el estudio de Torá, indudablemente, ameritará despertar en su ser la voluntad de cumplir las mitzvot de
Hashem con entusiasmo, calidez y diligencia.

Yehí ratzón – sea su voluntad- que Hashem Yitbaraj,  nos amerite eliminar toda invalidez de nuestra persona, tanto la invalidez de la “sequedad” en el servicio a Hashem como la invalidez de la separación de los corazones. Y que podamos cumplir con la voluntad de Hashem con entusiasmo sagrado, con frescura y vida, como el rocío que es la Torá sagrada, y en medio de la unión de los corazones, entre un hombre y su prójimo.

Amén veamén.

Lectura de las cuatro primeras aliot con el ayún Rafael Jayún