PARASHAT HA´SHAVÚA: «VA´YELEJ»

Parashá: Vayelej, וַיֵּלֶךְ‎, Se fue.  Deuteronomio  31:1–30. Haftará:  Oseas,  14:2–10, Miqueas,  7:18–20, y  Joel 2:15–27. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita-


“Y fue Moshé y le dirigió estas palabras a todo Israel. Les dijo: ‘Tengo
ciento veinte años hoy. No puedo salir
ni entrar más” (Devarim 31:1-2).

El versículo solo dice que “Y fue Moshé”, pero hace falta esclarecer a dónde “fue” Moshé Rabenu, pues en ese momento él se encontraba poco antes de su muerte y partida de este mundo. Él reprendió al Pueblo de Israel. Él les venía dando su reproche ya desde el principio del Jumash Devarim, pues, como es sabido, él les dijo que había llegado su tiempo de partir de este mundo, como dice el versículo: “Tengo ciento veinte años hoy. Hoy se han completado mis días y mis años” (Tratado de Rosh Hashaná 11a). Siendo así, ¿a dónde se “fue” de pronto en medio de su discurso a los Hijos de Israel?

Y, además, como es sabido, la mayor parte de los años, la parashá de Vayélej se lee pegada a la de Nitzavim, es decir, se leen de seguido el mismo Shabat. Entonces, hace falta esclarecer qué relación guardan las parashiot de Nitzavim y Vayélej, y cuál fue el motivo por el cual se yuxtapusieron precisamente estas dos parashiot.

A mi parecer, para esclarecer este tema hace falta primero anteponer unas cuantas palabras a la explicación. Es sabido que esta parashá se lee por el hecho de que Moshé Rabenu, alav Hashalom, escribió el Séfer Torá y después, se lo entregó a los cohanim, hijos de Leví, que eran de su propia tribu.

Pero ¿por qué Moshé Rabenu les dio la Torá a los de su tribu? Para que la Torá estuviera muy bien guardada entre los hijos de Leví, quienes la iban a cuidar celosamente. Así, si algún miembro de las demás tribus de Israel viniera y argumentara que la sagrada Torá no fue entregada desde el Cielo por medio de Moshé Rabenu, entonces, los de la tribu de Leví le mostrarían el Séfer Torá y le demostrarían que la verdad es que Moshé Rabenu sí recibió la Torá del Cielo y la descendió a los hombres. Y la prueba de ello es el Séfer Torá que Moshé Rabenu mismo escribió con su puño y letra.

No solo eso, sino que Moshé Rabenu no se bastó con solo escribir ese Séfer Torá y nada más. Cuando él terminó de escribir la Torá, puso por testigos ante los Hijos de Israel a los cielos y la tierra —que perduran para siempre— para que si —jas veshalom— los Hijos de Israel no observaren la Torá, serán castigados, y sabrán bien que la causa de sus sufrimientos es por el hecho de no haber cumplido la Torá, como dijo Hashem en el versículo (Devarim 31:21):

“Y cuando le vengan muchos males y angustias, entonces, este cántico servirá de testigo contra él, pues no será olvidado de la boca de sus descendientes”.

No solo eso, sino que Moshé Rabenu también puso de testigo a la Torá misma, como dice el versículo (Devarim 31:26):

“Tomad este libro de la Ley y ponedlo al lado del Arca del pacto de Hashem, vuestro Dios; que esté allí como testigo contra ti”.

Esto fue para enseñarles que la Torá iba a atestiguar contra ellos en el futuro, cuando no observaren sus preceptos, ya que, al no observarlos, sus transgresiones les traerán angustias. Por lo tanto, ellos entendieron desde ese momento que les estaba prohibido abandonar la Torá.

Podemos decir ahora que la intención del versículo vayélej Moshé (‘y fue Moshé’) es señalar que Moshé Rabenu, alav Hashalom, fue a escribir el Séfer Torá para que éste fungiera de testigo contra los Hijos de Israel, y de advertencia de que lo observen siempre, que cumplan sus preceptos y anden por sus senderos. De esta forma, se comprende muy bien la yuxtaposición de esta parashá a la de Nitzavim. Dice el versículo (Devarim 29:9):

Atem nitzavim culjem hayom (‘Vosotros
todos estáis hoy’),

y son conocidas las palabras del Zóhar Hakadosh que dicen que en todo lugar en donde está escrito “hoy”
la intención es señalar que ese día es Rosh Hashaná. Entonces, eso quiere decir que aquel día era Rosh Hashaná, que es el día en el que todas las criaturas se presentan delante de Hashem para ser juzgadas, y
decidir quién vivirá y quién morirá.

Pero, con todo y con eso, a pesar de que este día es el Día del Juicio, el hombre no puede perder las esperanzas por el miedo al Día del Juicio. Más bien, precisamente tiene que estar feliz en este día, y estar confiado y seguro de que Hashem Yitbaraj determinará su veredicto para bien. Por lo tanto, toda persona tiene que reforzarse e ir por el sendero de Hashem Yitbaraj y aprovechar cada instante y cada día en el servicio a Hashem, para, en el día de Rosh Hashaná, salir meritorio del juicio y ser inscrito para un año bueno y con bendición, de inmediato, para la vida buena y larga y para paz.

Siendo así, ésta es la razón de la yuxtaposición de Nitzavim y Vayélej, y de la lectura de ambas de seguido. Casi todos los años, estas dos parashiot son leídas cerca de Rosh Hashaná y Yom Kipur, días en que las personas se presentan al Juicio y no saben qué será de ellas. Por lo tanto, cuando nos encontramos presentes delante de Hashem, lo principal tiene que ser el reforzarse y estar en condición de Vayélej, de ir en los senderos de Hashem Yitbaraj y estudiar Torá, y enseñarles a los hijos —que pueden ser considerados como “la tribu de Leví”— hasta que la Torá quede grabada y bien guardada en el “Arca”, que es el cuerpo de ellos mismos, para cuidarla a través de las generaciones.

Ésa es la intención de lo que había hecho Moshé Rabenu con los Hijos de Israel antes de morir. Antes de abandonar este mundo, él les enseñó a los Hijos de Israel cómo educar a los hijos de ellos (la tribu de Leví) con educación judía pura, y que no “pasten por campos extraños”, sino que estén siempre en presencia de Hashem, con fe íntegra. Y les enseñó a ir por los senderos de la Torá sin desviarse a la derecha o a la izquierda. Por ello, a Moshé Rabenu, a pesar de que era un anciano de ciento veinte años, no se le debilitó su vista ni se le esfumó su aliento (Devarim 34:7). Más bien, con la diligencia de un hombre joven, él fue y consiguió pieles para pergamino (Klaf) y tinta, y escribió, a la vista de todo el Pueblo de Israel, un Séfer Torá sagrado con todas las cavanot, a pesar de su avanzada edad, para enseñarles a los Hijos de Israel el significado de la sagrada Torá y la virtud de su estudio en todo momento y a cada instante, para instruirles que el estudio de Torá no tiene límites, no tiene edad, pues hay que estudiarla constantemente. Y, en efecto, eso es lo que vemos de la parashá de Vayélej: el poder de Moshé Rabenu, quien, a pesar de su avanzada vejez, continuó enseñándoles a los Hijos de Israel e influyendo en ellos la Torá, la ética y lecciones con moralejas. De esta forma, les insinuó (por cuanto escribió vayélej Moshé) que hay situaciones en las que es necesario permanecer firmes en un lugar, y hay situaciones en las queno hay que permanecer en el mismo lugar, sino que hay que reforzarse e “irse” (vayélej)