PARASHAT HA´SHAVÚA:

Parashá: «Trumá» , תְּרוּמָה, Donación,  Exodus 25:1–27:19. Haftará sfaradit: Reyes I,  5:26–6:13. Darshán: R. Jonathan Sacks.


 

EL ARQUITECTO DE LA SANTIDAD

Miniatura de códice carolingio , año 810,

A partir de esta  Parashá y  hasta el final del Libro  del Éxodo, La Torá describe -con  minucioso detalle  y en forma extensa-  la construcción del Mishkán, que fue la primera casa de plegaria colectiva del pueblo judío. Se dan instrucciones precisas para cada objeto que se pondrá en el Tabernáculo: las dimensiones del mismo, sus arcos, las telas y los distintos objetos que hay que colocar. Así, por ejemplo, leemos que :

“Harás el tabernáculo de diez cortinas de lino trenzado con lana color turquesa, púrpura y carmesí, con un diseño tejido de querubín, las harás. La longitud de una sola cortina será de veintiocho codos, y el ancho para cada cortina será de cuatro codos; la misma medida para todas las cortinas… Harás cortinas de pelo de cabra para que el tabernáculo sea uno sobre el tabernáculo; once cortinas las harás. La misma medida para las once cortinas. Treinta codos de largo y cuatro codos de ancho… Harás los tablones del tabernáculo de madera de acacia, parados erguidos. Diez codos será la longitud de cada tablón, y un codo y medio será el ancho de cada tablón…” Éxodo 26: 1-6.

Y así, sucesivamente.

Pero ¿por qué tenemos que saber las medidas del tabernáculo? No fue algo que se utilizara durante muchos años;  básicamente, se usó sólo  durante los años del desierto. Con posterioridad, fue reemplazado por el Templo,  un edificio magnífico y mucho más grande. Entonces, ¿cuál es el significado de este edificio portátil y tan modesto?

Podríamos preguntarnos con mayor perspicacia: ¿Acaso el concepto de un tamaño específico para la morada de la Shejiná, la Presencia Divina, no puede causarnos confusión? Un Di-s trascendente no puede estar contenido dentro de un espacio.

Así dijo el rey Salomón:

“¿Pero Di-s verdaderamente morará en la tierra? Los cielos, hasta el más alto cielo, no pueden contenerte. Cuánto menos podrá contenerte este templo que he construido” Reyes I 8: 27.

Isaías dijo lo mismo en nombre del propio Di-s:

“El cielo es mi trono y la tierra es mi banquillo. ¿Dónde está la casa que construirás para mí? ¿Dónde estará mi morada de descanso?”Isaías 66: 1.

Por lo tanto, ningún espacio físico, por más grande que sea, será lo suficientemente grande. Sin embargo, ningún espacio es demasiado pequeño. Así, dice este sorprendente midrash:

“Cuando Di-s le dijo a Moisés: ‘Hazme un tabernáculo’, Moisés dijo sorprendido: ‘La gloria del Santo Bendito sea llena el cielo y la tierra, ¿y aun así Él ordena: ‘Hazme un tabernáculo?’… Respondió Di-s: ‘No como piensas tú, pienso Yo. Veinte tablones al norte, veinte al sur y ocho al oeste son suficientes. De hecho, Yo descenderé y confinaré Mi presencia incluso dentro de un codo cuadrado’ Shemot Rabá 34: 1.”.

Entonces, ¿qué importaba si el tabernáculo era grande o pequeño? De una u otra forma era un símbolo, un enfoque de la Presencia Divina que se encuentra en todas partes, allí donde los seres humanos le abren su corazón a Di-s. Sus dimensiones no importan.

Pompeyo entra en el Templo de Jerusalén, 1470, Jean Fouquet

Encontré la respuesta de forma inesperada e indirecta hace algunos años. Había ido a la Universidad de Cambridge para dar , junto a otras personas,  una charla sobre religión y ciencia. Una vez  finalizada, se acercó alguien del auditorio, un hombre discreto y sencillo, y me dijo: “Yo escribí un libro que me parece que le va a resultar interesante. Se lo voy a enviar”. En ese momento, yo no sabía quién era ese hombre.

Una semana más tarde, me llegó el libro. Su título es Just Six Numbers (Solo seis números) y The Deep Forces that Shape the Universe (Las fuerzas profundas que le dan forma al universo), como subtítulo. Experimenté un gran shock cuando me di cuenta de que el autor era, por ese entonces, Sir Martin, ahora, Lord Rees, astrónomo de la realeza, y que años más tarde se convirtió en el presidente de la Royal Society, el cuerpo científico más antiguo y más famoso del mundo entero; además, el escritor ostentaba el título de Master del Trinity College de Cambridge. En 2011, ganó el Premio Templeton. Sin saberlo, yo había estado hablando con, nada más ni nada menos, el más distinguido científico de toda Gran Bretaña.

Su libro era apasionante. Explicaba que el universo está formado por seis constantes matemáticas que si hubieran variado en un grado de un millonésimo o un trillonésimo, hubieran resultado en una inexistencia del universo, o por lo menos, una inexistencia de vida. Si la fuerza de gravedad hubiera sido levemente diferente, por ejemplo, o bien el universo se hubiera expandido, o bien hubiera implosionado de forma tal que hubiera impedido la formación de estrellas y planetas. Si la eficiencia nuclear hubiera sido levemente más baja, el cosmos estaría constituido solamente de hidrógeno y no hubiera surgido la vida. Si hubiera sido levemente más elevado, se hubiera producido una rápida evolución y descomposición estelar y, entonces, no hubiera alcanzado el tiempo para que se produjera el desarrollo de la vida. La combinación de improbabilidades era inmensa.

Los comentaristas de la Torá, y en especial la difunta Nejama Leibowitz, han llamado la atención sobre el hecho de que la terminología que se utiliza para indicar la construcción del tabernáculo es la misma que se usa para describir la creación Divina del universo. En otras palabras, el tabernáculo era un microcosmos, un recordatorio simbólico del mundo que creó Di-s. El hecho de que la Presencia Divina se posó dentro de él no es para dar a entender que Di-s está aquí y no allí, en este lugar y no en aquel, sino que sirve para señalar en forma poderosa y palpable que Di-s existe en todo el cosmos. Es una estructura hecha por el hombre que sirve para reflejar y centrar la atención en el universo creado divinamente. El tabernáculo es en el espacio lo que el Shabat es en el tiempo: un recordatorio de la Creación.

Moshé Rabenu y Yehoshú, según Tissot, fines S XIX

Las dimensiones del universo son precisas, matemáticamente exactas. Si hubieran sido diferentes, siquiera en el grado más ínfimo, el universo o la vida no existirían. Recién ahora, los científicos se están empezando a dar cuenta de cuán precisas son, e incluso, este conocimiento resultará rudimentario para las siguientes generaciones. Estamos en el umbral de un salto cuántico en nuestro entendimiento de toda la profundidad de las palabras: “Qué abundantes son tus obras, oh Di-s; con sabiduría las hiciste todas”[5]. En este caso, la palabra sabiduría significa “artesanía precisa y exacta”, como en todas las veces que figura en el relato del tabernáculo.

Otra instancia en que en la Torá se pone el mismo énfasis sobre las dimensiones precisas es cuando se indica la construcción del Arca de Noé: “Harás un arca de madera de ciprés. Le harás compartimientos y la cubrirás con brea por dentro y por fuera. Así es como la construirás: el arca deberá tener trescientos codos de largo, cincuenta codos de ancho y treinta codos de alto. Le harás un techo, dejando debajo del techo una abertura de un codo de altura en todo su contorno”[7]. El motivo es parecido al del tabernáculo. El arca de Noé simbolizaba el mundo en su orden divinamente construido, el orden que los humanos habían destruido con su violencia y su corrupción. Di-s estaba a punto de destruir el mundo, quedaría solamente Noé, el arca y lo que ella contenía, como símbolos del vestigio de orden que quedaba, en base a lo cual Di-s formaría un nuevo orden.

La precisión importa. El orden importa. La desviación de solo algunas de los 3.1 billones de letras del genoma humano puede conducir a condiciones genéticas devastadoras. El famoso “efecto mariposa” el batido de las alas de una mariposa en un cierto lugar puede ocasionar un tsunami en otro que está a miles de kilómetros de distancia nos dice que, incluso, pequeñas causas pueden tener grandes consecuencias. Ese es el mensaje que el tabernáculo viene a transmitir.

 

Di-s crea un orden en el universo natural. A nosotros, se nos encarga que creemos un orden en el universo humano. Eso significa que nos cuidemos mucho de lo que decimos, de lo que hacemos y de lo que debemos abstenernos de hacer. Existe una coreografía muy precisa para la vida moral y espiritual, así como hay una arquitectura muy precisa para el tabernáculo. Ser buenos, y específicamente ser santos, no se trata de actuar según nos lleva el espíritu. Es más bien una cuestión de alinearnos a la voluntad que hizo el mundo. La ley, la estructura, la precisión: a partir de ellas, se hace el cosmos, y sin ellas el mundo dejaría de existir.

La Torá registró las dimensiones precisas del tabernáculo y del arca de Noé para enseñarnos que la misma regla se aplica a la conducta humana.

 © r. Joanthan Sacks