PARASHAT HA´SHAVÚA: «VAETJANÁN»

Parashá: «Vaetjanán», Supliqué, וָאֶתְחַנַּן, Deuteronomio, 3:23–7:11. Haftará 1ª de consolación:  Isaías 40:1–26. Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita


 

“Ve y diles: ‘Retornad a vuestras tiendas’ ” (Devarim 5:27).

Inmediatamente después de que Hakadosh Baruj Hu se le reveló al Pueblo de Israel en el Monte Sinai, y les dio la Torá en medio de truenos y relámpagos, con señales y maravillas, Hakadosh Baruj Hu le ordenó a Moshé decirles a los Hijos de Israel que retornaran a sus casas y permanecieran con los miembros de su familia. Hace falta comprender esta orden, ya que está claro que, después de que una persona recibe un obsequio, le agradece a quien se lo dio, y solo después regresa a su rutina y sigue su camino. Siendo así, ¿por qué Hakadosh Baruj Hu le ordenó a Moshé Rabenu que les dijera a los Hijos de Israel que retornaran a sus tiendas, ¡si era obvio que eso era lo que iban a hacer!

Me parece que se puede esclarecer que Hakadosh Baruj Hu quiso enseñarles a los Hijos de Israel que incluso cuando la Torá es el centro de la vida del hombre, y él tiene que invertir todas sus fuerzas y extenuarse en estudiar y comprender, discutir y producir ideas novedosas en la sagrada Torá, de todas formas, así como le está prohibido desatender las necesidades físicas — y el hombre tiene que comer y dormir como es debido —, así mismo tiene que atender a los miembros de su hogar. Cuando la mujer necesita ayuda en la casa en la crianza y educación de los niños, o cuando alguno de sus hijos necesita ayudaen sus estudios o en situaciones similares, el hombre tiene que dejar su propio estudio y atender las necesidades de su hogar, y no debe pensar que está siendo ocioso en su estudio de Torá. ¡Al contrario! La voluntad de Hashem es que, en ese momento, él atienda las necesidades de su familia. El versículo de la Torá se refiere a que la persona debe estudiar Torá lo más que pueda, pero no debe menospreciar los
asuntos mundanales necesarios.

Por lo tanto, Hakadosh Baruj Hu le ordenó a Moshé que les dijera especialmente a los Hijos de Israel, luego de que recibieron la Torá, que retornaran a sus tiendas, porque inmediatamente después de la entrega de la Torá, los Hijos de Israel estaban tan apegados a ella y deseaban tanto estudiarla, que existía el temor de que se olvidaran por completo del mundo terrenal; de que se olvidaran de que tenían esposa e hijos y de todas las dificultades que con ello van involucradas, y se dedicaran solo a estudiar Torá todo el día. Es por esto por lo que Hakadosh Baruj Hu les ordenó retornar a sus tiendas, a sus familias, y se preocuparan de atenderlos; y si había necesidad de dejar de estudiar un poco la Torá para poder ayudar en la crianza y la educación de los hijos, entonces, esa anulación de estudio de Torá era en sí parte del estudio de Torá. Por ello, todo hombre debe “remangarse la camisa” todo cuanto sea necesario y atender las necesidades de su familia; y recién ahí, después, retornar con ímpetu al amado estudio de Torá.

Cuando Hakadosh Baruj Hu quiso entregarles la Torá a los Hijos de Israel, Él Mismo descendió hasta el Monte Sinai y allí se reveló a Su pueblo Israel y les dio la Torá, como dice el versículo (Shemot 19:20):

“Y descendió Hashem sobre el Monte Sinai, sobre la cima del monte”.

A simple vista, Hakadosh Baruj Hu habría podido permanecer arriba en los cielos, en Su Trono de Gloria, y desde allí, darle a Su pueblo la Torá. ¿Por qué se molestó, por así decirlo, en descender hasta el Monte Sinai y dar allí la Torá?

A mi parecer, Hakadosh Baruj Hu también lo hizo con el fin de enseñarles a los Hijos de Israel esta lección de ética, para enseñarles que incluso Hakadosh Baruj Hu Mismo en “persona” se molesta por Sus hijos, el Pueblo de Israel. Con ello, aprendemos que la Torá tiene que estar acompañada de buenas cualidades y de consideración hacia el compañero, particularmente hacia los miembros del hogar y los allegados a la persona. Cada cual debe aprender de la conducta de Hakadosh Baruj Hu, Quien se molestó por Su pueblo, y debe preocuparse y molestarse por los miembros de su familia, todo cuanto sea necesario, de modo que ellos también puedan continuar por el sendero de la Torá y del temor del Cielo.

Resulta, de acuerdo con lo dicho, que la ayuda en la crianza y la educación de los hijos en el sendero de la Torá y del temor del Cielo no es solo una cualidad de los piadosos y de ser considerado con los demás, sino que es una precondición para el recibimiento de la Torá, ya que toda la entrega de la Torá estuvo condicionada a que los hijos continuaran por el sendero de sus ancestros, y si el hombre no invierte de su tiempo en criar y educar a sus hijos en la Torá y en el cumplimiento de las mitzvot, los hijos no florecerán como es debido, e incluso toda la Torá que el hombre tanto estudió se le irá de las manos, debido a aquella condición que estableció Hakadosh Baruj Hu para entregar la Torá y que el hombre no cumplió.

Cuando uno reflexiona bien, verá que también el tiempo que el hombre “anula” de su estudio de Torá para ayudar en la crianza y educación de los hijos, no se considera anulación en absoluto. Cuando la esposa y los hijos ven cuánto su padre desea la Torá y las mitzvot, y, de todas formas, invierte de su preciado tiempo de estudio de Torá para educarlos y atenderlos como es debido, ello provoca que los miembros de su hogar procuren molestarlo lo menos posible cuando se encuentra hundido en su estudio de Torá y cumplimiento de las mitzvot. Resulta que, con el pasar del tiempo, dicho hombre sale recompensado.

Cuando yo estaba por cumplir los nueve años, mis padres me enviaron a estudiar Torá a una yeshivá en Francia. Las condiciones materiales del estudio de Torá en aquella época eran muy difíciles, mucho más que las de hoy en día. Casi no tenía contacto con mis padres ni mis hermanos, con excepción de una simple carta cada cuantos meses, y ni hablar de comunicarme por teléfono. La nostalgia que sentía era casi insoportable, y estaba seguro de que mis padres también sentían así por mí. Pero ellos querían educarme en el sendero de la Torá. No me sorprendió en absoluto que mi honorable padre, ziaa, me enviara a estudiar Torá a un lugar lejano, porque la Torá era para él la luz que iluminaba sus pasos, y estaba dispuesto a sacrificarse, a pesar de la terrible añoranza y la nostalgia, con el fin de que sus hijos y descendientes continuaran por el sendero de la Torá. No obstante, mi asombro recaía más que nada sobre mi madre, aleha Hashalóm. Siempre me maravillé ante su fortaleza, y nunca entendí de dónde ella sacó fuerzas para enviarme tan lejos, con tan solo unos nueve años, sabiendo que no le iba a ser nada fácil ofrecuente contactarse conmigo. No obstante, con el pasar del tiempo, cuando vi la conexión tan cercana y el amor y el respeto que mi madre, aleha Hashalóm, le profesaba a mi padre, ziaa, me di cuenta de que ello se debió a que él había sido muy sabio y le había transmitido la seguridad de que él iba a ser para ella de ayuda para todo lo que necesitare. Y ella reciprocó el sentimiento, mostrándole respeto y honor, y aceptó, como cualquier madre de Israel, toda decisión que él tomara, por más difícil que le pareciera.

Todo hombre debe recordar que la educación de los hijos en el sendero de la Torá, aparte de ser algo importante por sí mismo, es una condición obligatoria, aun para el propio estudio de Torá del hombre; y todo ascenso en el temor del Cielo y en el estudio de Torá depende también de la forma como la persona educa a sus hijos en la Torá y el cumplimiento de las mitzvot.